El resultado de las elecciones alemanas, con el ascenso del partido ultra AfD en el segundo lugar y convertido en la principal fuerza de la oposición, lo cambia todo. Tendrá profundas repercusiones en un país donde se ha hundido la histórica socialdemocracia, y también en la Unión Europea. Incluso influirá en Catalunya por las relaciones económicas catalano-alemanas.
La 'grossen Koalition' ya no es grande
El líder democristiano, Friedrich Merz, será el nuevo canciller alemán, pero no será como la canciller Angela Merkel. Es partidario de endurecer el control de las fronteras, hacer deportaciones de inmigrantes ilegales, y liberalizar la economía. Estas propuestas lo han llevado a la victoria. Y además estará presionado hacia la derecha, por más que tenga como primera opción gobernar con el SPD, un partido que las urnas han hundido con los peores resultados de la historia, porque a partir de ahora el Ejecutivo tendrá que gobernar mirando el retrovisor. No es un detalle menor, el nuevo gobierno no podrá perder de vista el fulgurante ascenso de Alice Weidel, que cuestiona el modelo político que se instauró después de la Segunda Guerra Mundial y lo ha resquebrajado. El futuro canciller será el último dique.
Fin del modelo de la posguerra
Apadrinado por los EE.UU. desde el plan Marshall, el modelo alemán se ha fundamentado hasta ahora en el liderazgo del eje occidental del país, el más próximo a Francia, dando también un papel en Berlín como capital y a Baviera como fábrica con valor añadido. Es lo que hacía funcionar el país hasta hace poco, hasta la Guerra de Ucrania. Pero ahora este reparto unido de roles ha quedado en entredicho en las elecciones, con la nada negligible interferencia de la administración Trump. Un escenario que no tiene precedentes.
Si vamos de norte a sur, el eje occidental ha sido formado por estas ciudades: Berlín es la capital política desde 1999 después de la reunificación del país nueve años antes, pero con un peso económico relativo. Frankfurt (land de Hesse) es, en cambio, el centro financiero de Alemania, y aloja el Bundesbank y también las dos grandes entidades financieras, el Deutsche Bank y el Commerzbank. Desde esta ciudad se han decidido muchas de las políticas económicas europeas. Recordamos que el euro en gran parte es el marco alemán.
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Seguimos con Renania del Norte-Westfalia, que es donde está el motor de la potente industria alemana, con las ciudades de Dusseldorf y Colonia. Es el land más poblado y en Colonia está además la sede de la televisión pública WDR y los principales grupos editoriales. Este land incluye la famosa cuenca del Ruhr, el epicentro de la industria y la minería alemana desde el siglo XIX, y uno de los feudos históricos del SPD. En el land vecino, Renania-Palatinado, es donde nació Karl Marx.
Finalmente, como ya hemos apuntado, este eje dominante se ha complementado con Baviera, donde hay las empresas con valor añadido, grandes marcas como BMW, Audi, Allianz y Siemens. Tradicionalmente es el land con menos paro.
El triple paradigma de Merkel
Alemania funcionó durante décadas sobre la base de un triple paradigma: recibía energía a bajo coste de Rusia, la seguridad estaba garantizada por los norteamericanos y tenía un mercado seguro en China. Pero todo eso voló por los aires con la invasión rusa de Ucrania en el 2022. Y desde entonces la situación no ha parado de empeorar, hasta el punto que hace dos años que el país germano está en recesión.
Ahora los EE.UU. ya no consideran al presidente ruso, Vladimir Putin, un agresor y no garantizan a la UE su defensa. Por lo tanto, obligan a corto plazo el continente a incrementar las partidas militares. A Alemania se le han acabado destiñendo los mapas que usaba Angela Merkel y el gobierno tripartito de izquierdas de Olaf Scholz ha fracasado en el intento de encontrar el rumbo.
La manera de funcionar germánica era exitosa pero tenía una pega. Y es que en realidad nunca ha acabado de integrar los cinco länder del Este en el circuito económico líder. Son los que pertenecían a la antigua Alemania comunista, la RDA. Estamos hablando, especialmente, de Turingia y Sajonia. La capital de esta segunda es Dresde, ciudad que fue destruida en gran parte en 1945 por la aviación británica y norteamericana, cuando faltaban solo 3 meses para el final de la guerra en Europa. En Sajonia también está la histórica Leipzig, la ciudad que vio nacer a Richard Wagner.
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Revuelta de los que se sienten perdedores
Trump, Elon Musk y el vicepresidente J.D. Vance no han parado de hurgar en este subconsciente. La Alemania oriental deprimida, con un cierto resentimiento histórico, es desde hace años el feudo del AfD. Y lo que ha pasado en estas elecciones es que con los problemas económicos que ha causado la Guerra de Ucrania —que ha encarecido el precio de la energía en un país que llegó a cerrar las centrales nucleares— y con la llegada de 1,2 millones de refugiados, se ha incubado un sentimiento de revuelta que finalmente ha contagiado a otras partes del país. El malestar ha unido, en gran parte, a los alemanes de diferentes sensibilidades que se sienten perdedores del sistema.
Si hacemos la comparación, veremos que es parecido a lo que ha pasado en los Estados Unidos, con la revuelta del centro del país —los perdedores de la globalización— contra los polos económicos dinámicos de las costas atlántica y pacífica. Pero en Alemania todo es más dramático porque este choque interno ha llegado en medio del estancamiento económico.
El escenario enrarecido ha provocado que la oleada electoral del AfD haya llegado hoy por primera vez sobradamente a la potente cuenca del Ruhr, desde hace años en crisis, que también tiene sus propios perdedores crispados. La localidad de Gelsenkirchen, en esta cuenca, tiene el paro más alto de toda Alemania. La alcaldesa, Karin Welge, es socialdemócrata, y en las elecciones de hoy el AfD ha obtenido un buen resultado. Algunos conoceréis la ciudad porque es la del equipo de fútbol Schalke 04.
Merz, como decíamos, tendrá que gobernar mirando el retrovisor por el ascenso de los ultras, y con la necesidad imperiosa de abordar una gran y urgente reforma económica. Una operación complejísima que necesita que el otro socio del gobierno lo acepte. La previsible dimisión de Olaf Scholz lo facilitará.
La UE ante el abismo
Un gobierno alemán con una mayoría débil, a la defensiva y con un socio cojo, es también una mala noticia para la Unión Europea, porque a medio plazo impide profundizar en la integración de la UE más de lo que se ha hecho hasta ahora. Una debilidad que parece del todo inconveniente sobre todo cuando los EE.UU. están chocando de forma consciente con Bruselas.
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Esta es la otra mala noticia de estas elecciones alemanas, y es que la UE ya no irá a más, e incluso podría sufrir más bien un retroceso. Algunos especulan que en el futuro quedará la carcasa. No hay peligro para el euro ni para el espacio económico común, pero los Estados ganarán peso. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, en cambio va de baja. Los movimientos del presidente francés, Emmanuel Macron, respecto de Ucrania ya lo apuntan, mientras Alemania —que es el país de la UE mayor y la economía mayor— pierde comba como motor de Europa. La UE siempre ha dependido de la estabilidad del eje francoalemán, y Trump le ha puesto la diana interfiriendo en la campaña electoral a favor de la AfD, que es rotundamente euroescéptica. En el futuro veremos a Merz intentando liderar los Estados europeos, cosa que Macron también pretende. No lo hará en ningún caso la Comisión Europea.
¿Y qué pasa con Catalunya?
Las elecciones alemanas acabarán impactando tarde o temprano de alguna manera en Catalunya, también económicamente, porque en este aspecto el país está dentro del área de influencia germánica. El experto en geopolítica Dario Fabbri, que tiene un gran predicamento en Italia, asegura que Catalunya forma parte de una especie de "pseudoimperio económico alemán", del cual también participan el norte de Italia, Bélgica, Dinamarca, Suecia y Finlandia. Alemania irradia lo que le pasa.
Fabbri hace referencia a la importante presencia de empresas alemanas en Catalunya, desde la automovilística Volkswagen, a las químicas Basf i Henkel, la tecnológica Siemens, y las farmacéuticas Bayer y Boehringer Ingelheim, además de los supermercados Lidl. Si se reordena Europa, parece evidente que todo eso pesará en una dirección no del todo coincidente con la mayoría de la economía española, y puede crear tensiones.
La única ventaja es que en Alemania los partidos son menos tacticistas que los de los países latinos. Pero el escenario es especialmente duro, porque hacen falta grandes reformas y de forma urgente. Eso pasa cuando Trump ha cogido la iniciativa en defensa de sus intereses nacionales y la UE se ha quedado a medio camino de hacer una unión política. Ya no habrá bastantes garantías ni con la grossen Koalition, ahora empequeñecida.