El candidato republicano a la presidencia de los EE.UU., Donald Trump, finalmente, ha ganado las elecciones en el Estado de Florida, por un estrecho margen por delante de su rival, el candidato republicano Joe Biden. Esta victoria es clave para Trump, ya que se trata de uno de los Estados decisivos para llegar a la Casa Blanca y hace que mantenga las opciones a revalidar la presidencia.
Florida, uno de los Estados más poblados de los EE.UU. y con más votos en el Colegio Electoral, 29 votos concretamente, y llegaba a las elecciones con un récord histórico de más de 9 millones de votantes avanzados y un virtual empate entre Trump y Biden.
A pesar de la victoria de Trump, los dos candidatos han llegado al 86% del escrutinio virtualmente empatados, un Estado que el actual presidente necesitaba ganar si quiere tener claras opciones de repetir mandato.
En aquel momento, Trump tenía el 49,8% de los votos, mientras que Biden obtenía el 49,2%, según datos de la cadena MSNBC.
2016, victoria ajustada para Trump
En las presidenciales de 2016, Trump consiguió los 29 votos electorales que tiene Florida al conseguir el 49% de los sufragios, por el 47,8% de su rival demócrata, Hillary Clinton, es decir poco más de 112.000 votos.
En 2012 la diferencia lograda por el expresidente Barack Obama sobre su entonces rival, Mitt Rommey, fue todavía menor, y se quedó en el 0,9% o 74.000 votos.
En estas elecciones estaban registrados para votar a unos 14,5 millones de electores, de los cuales más de nueve millones votaron por correo o anticipadamente, con lo que ya se superó la participación de 2016.
Sonrisas para los republicanos
Florida provoca sonrisas entre los republicanos y temblores entre los demócratas. En Florida en 2000, 537 votos libraron la Casa Blanca al republicano George W. Bush por ante el demócrata Al Gore. Los floridianos han votado por correo durante semanas y presencialmente desde lunes de la semana pasada. Florida procesa las papeletas a medida que las recibe y publica información sobre la afiliación de los que han votado y algunos otros datos que permiten a los equipos de los candidatos y a los analistas políticos dar un primer vistazo sobre cómo podía ir la votación. Ni así. Fiel a su historia, Florida ha esperado hasta el final de sus votos para decidir al presidente.
Florida es mal amigo de los demócratas: nunca está cuando se lo necesita. Las cuatro últimas veces que ganaron la presidencia, los 29 votos electorales de Florida no fueron necesarios —los podían haber perdido—. Pero en dos de las tres últimas derrotas democráticas, ganar Florida habría supuesto llevarse la Casa Blanca. En 2016, los resultados de Florida, favorables a Trump, fueron la primera señal que la demócrata Hillary Clinton tendría problemas.
El cambio de Nueva York por Florida de Trump
Desde que ganó la presidencia, Trump ha cambiado Nueva York, su estado natal y base de sus negocios, por Florida, clave en su estrategia electoral. Ahora dice “mi casa” y vota allí, en Palm Beach, además que visita regularmente sus clubes de Mar-a-Lago y Doral. Desde que salió del hospital donde lo trataron de la covid-19, Trump ha hecho cuatro grandes mítines en Florida, invirtiendo tiempo a ciudades como Pensacola, junto a Alabama y Misisipi, una fortaleza republicana a causa del elevado número de militares y políticos jubilados que viven.
En el mitin de Pensacola, Matt Gaetz, el diputado que representa la ciudad en la Cámara de Representantes, lo dijo muy claro: “Hemos elegido presidentes antes y sabemos como hacerlo. Nos encantan nuestros militares, nuestros veteranos, las fuerzas de la orden, la bandera y el himno, y nos encanta que Donald Trump sea el presidente de los Estados Unidos”.
Para los demócratas, Florida es importante también. Enviaron Obama, que ganó el estado dos veces, con Biden de vicepresidente. “Si Florida es nuestra, se ha acabado”, dijo a un grupo de voluntarios de la campaña a Miami.
Los demócratas tienen que demostrar que no son como los pinta Trump, “una pandilla de socialistas”. Esta caracterización tiene connotaciones negativas entre los miles y miles de descendentes de cubanos y sudamericanos, que equiparon “socialista” a las dictaduras de Fidel Castro, Nicolás Maduro y otros caudillos populistas de la región. Obama tildó a los republicanos de ridículos. “Ha estado senador de Delaware. Era mi vicepresidente. Creo que si [Biden] fuera socialista en secreto, la gente lo sabría”. No se salió.
En estas elecciones estaban registrados para votar unos 14,5 millones de electores, de los cuales más de nuevo millones votaron por correo o anticipadamente, con el que ya se superó la participación de 2016.