Este lunes, 24 de febrero, hace tres años que Rusia inició la invasión a gran escala de Ucrania. Una fecha que coincide con una primera ronda de negociaciones entre los EE.UU. y Rusia, de la cual, por ahora, tanto Kyiv como la Unión Europea. Aunque el presidente de los EE.UU., Donald Trump, lo culpa directamente de la guerra, el líder ucraniano Volodímir Zelenski, asegura de manera rotunda que no aceptará ningún acuerdo sobre su país sin contar con ellos y a espaldas de sus aliados europeos.
A lo largo de estos más de mil días de guerra, las fuerzas ucranianas han demostrado una notable capacidad de resistencia gracias al apoyo militar de Occidente, a pesar de la clara superioridad rusa en hombres y armamento. De hecho, Rusia cuenta ahora también con soldados norcoreanos, según han confirmado varias veces desde Ucrania y desde Corea del Sur. Por otra parte, el coste de la guerra, pero es alto. Según los datos de la ONU, en Ucrania han muerto 12.654 civiles, 673 niños; mientras los heridos suben a 29.393.
A pesar del cansancio y la incertidumbre sobre la guerra, los soldados ucranianos entrevistados por Efe continúan decididos a luchar ante la amenaza existencial rusa, convencidos de que es el correcto de hacer para no perder su país y esperanzados con que Europa no les dé la espalda. Los soldados admiten sentirse cansados. Nuevos tipos de aviones no tripulados están redefiniendo constantemente el conflicto y los dos países están inmersos en una carrera para sacar ventaja al enemigo.
Ucranianos que no saben dónde ir
Después de tres años de guerra, las autoridades y las ONG ucranianas trabajan con sus socios internacionales para atender los nuevos desplazados, a la vez que se esfuerzan por seguir cubriendo las necesidades de los que dejaron hace tiempo su casa y no tienen medios propios para empezar una nueva vida por sí mismos. "Millones de personas han estado viviendo desplazadas durante años, y las más vulnerables viven en residencias colectivas desde hace casi tres años, ya que no tienen ningún otro lugar donde ir", explicaba a Efe Elisabeth Haslund, responsable de comunicación de ACNUR en Ucrania.
En estos desplazados se les han sumado desde el verano 205.000 más. "Muchos de los nuevos evacuados y desplazados son extremadamente vulnerables, a menudo personas mayores, personas con discapacidades o movilidad reducida y con diferentes problemas de salud," explican Haslund sobre un fenómeno que añade presión a cuyo sistema de apoyo forma parte el ACNUR. En un antiguo hospital de la ciudad de Dnipró, en Ucrania central, la ONG ucraniana Océano de Bondad opera con apoyo de ACNUR y de la ONG Right tono Protection una de las 1.600 residencias colectivas distribuidas por Ucrania que alojan en estos momentos cerca de 80.000 desplazados internos.
Más de 2.200 ataques en instalaciones sanitarias en 3 años
En todo este tiempo, desde que Rusia empezó la invasión a gran escala, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha documentado más de 2.200 ataques a instalaciones sanitarias ucranianas, el más reciente contra una clínica infantil en Odesa (sur), señaló este viernes la agencia sanitaria. "No son solo edificios, sino vidas interrumpidas, cuidados sanitarios que no se pueden prestar, y una inmensa presión para trabajadores de la salud exhaustos pero que siguen operando 24 horas al día y siete días a la semana", señaló en rueda de prensa al representante de la OMS en Ucrania, Jarno Habicht.
Rusia y los EE.UU. negocian la paz en Ucrania sin ella
La paz en Ucrania no ha estado nunca, tan lejos ni tan cerca ya que Rusia y los Estados Unidos celebraron esta semana la primera ronda de negociaciones directas en tres años de guerra, pero a espaldas de Ucrania y sus aliados europeos, que reaccionaron indignados. "Estamos negociando con éxito el final de la guerra con Rusia, cosa que todos admiten que solo 'TRUMP' y la Administración Trump pueden hacer," afirmó al presidente de los EE.UU., Donald Trump, después de las negociaciones celebradas el martes a la capital saudí, Riad. El catalizador fue la conversación telefónica mantenida el 12 de febrero entre Trump y el presidente ruso, Vladímir Putin, que acordaron negociar el fin del conflicto.
El Kremlin, en este sentido, consiguió lo que quería, dialogar sin intermediarios con representantes de la Casa Blanca. Solo fue el primer contacto, pero el proceso de normalización ya ha empezado, cosa que repercutirá también en la situación en Ucrania. Rusos y norteamericanos reconocen que "el camino será largo", pero ya han decidido crear "pronto" equipos de trabajo para iniciar las negociaciones de paz, que incluirán inevitablemente una rápida reunión entre Putin y Trump.
"Se dio un paso muy, muy importante hacia la creación de las condiciones necesarias para un arreglo pacífico", destacaba Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin. De momento no se saben los principales puntos a debatir, aunque la prensa próxima a la Casa Blanca informó sobre la posibilidad de un alto el fuego antes de la firma de un tratado de paz y la necesidad de que Kyiv convoque elecciones, ya que el mandato de Zelenski, según Moscú, expiró el mayo pasado. Rubio simplemente aludió que "habrá algún debate sobre el territorio" –Washington ya descartó que Ucrania vuelva a las fronteras del 2014– y otro sobre "garantías de seguridad", aunque Moscú rechaza categóricamente el ingreso ucraniano a la OTAN.
Paralelamente, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que estaba en el Oriente Medio, canceló al último momento su viaje a Arabia Saudí. "No tenemos que olvidar nunca que Rusia está gobernada por mentirosos patológicos. No se puede confiar y hay que presionarlos", afirmó. Con todo, a la vez que rechazó la propuesta de Trump que los EE.UU. exploten la mitad de los recursos naturales de Ucrania, el líder dijo que Kyiv no aceptará el resultado de ninguna negociación en que no participen sus representantes. "No se pueden tomar decisiones sin Ucrania sobre cómo acabar la guerra en Ucrania", aseveró, a lo cual Putin respondió que "nadie excluye Ucrania del proceso".
¿Qué pasa en los territorios ocupados?
Paralelamente, sobre el terreno la situación es otra. Los habitantes de los territorios ucranianos ocupados por Rusia se enfrentan a la amarga disyuntiva de huir o adaptarse a una nueva realidad mientras se intensifican las políticas de rusificación y se desvanecen las esperanzas que Ucrania recuperé el control. La presión sobre la población local para que acepte un pasaporte ruso ha aumentado; los que se ahogan corren el riesgo de ser deportados, y ya se ha restringido el acceso a la sanidad, el empleo y la propiedad.
La familia se comunica a través del frente por canales en línea y evita hablar de temas delicados por miedo de ser "escuchada" por los rusos. Rusia utiliza tanto el dinero como la violencia para ganarse la lealtad y poner fin a la disidencia, explican algunos testimonios a Efe. Los salarios y las pensiones del Estado son relativamente generosos, pero nadie se puede sentir seguro al 18% del territorio ucraniano bajo control ruso.
Muchos aceptan "las limosnas" de Rusia y están seguros de que las cosas seguirán igual, explicaba a Efe una joven refugiada de un pueblo en la región de Lugansk capturado el 2022. Sigue habiendo mucha gente "proucraniana". Algunos cuidan de sus familiares enfermos o jubilados, muchos temen el arduo viaje de varios días hasta el territorio controlado por Ucrania o están desanimados por el escaso apoyo estatal allí.
"Los que todavía tienen la esperanza de que todo vuelva a ser como antes (de la invasión) son los que peor se lo pasan", añade, señalando que sus parientes pocas veces salen de casa para evitar deprimirse. La presencia rusa es asfixiante; el menor indicio de opiniones proucranianas puede ser extremadamente peligroso, indica.
Aunque continúan los combates, el férreo control ruso sobre el flujo de información y la falta de perspectivas claras de liberación hacen que muchos en los territorios ocupados se sientan abandonados. A pesar de todo, los movimientos de resistencia no violenta siguen activos a pesar de los riesgos. 'Lazo Amarillo', una organización pro ucraniana, publica regularmente en Internet fotos de pequeñas banderas ucranianas azules y amarillas que coloca en lugares públicos de Crimea y otros territorios. Su objetivo es recordar a los invasores que no son bienvenidos y decir a la población local que no ha sido olvidada. Kyiv admite que actualmente no tiene medios para recuperar sus tierras por la fuerza, mientras que muchos temen la destrucción que podría comportar allí un empeoramiento de los combates.