Los demócratas han aprendido la lección. Después de perder la Casa Blanca y ver cómo Donald Trump volvía al poder con más fuerza que nunca, el partido ha decidido cambiar de estrategia. Si durante el primer mandato del republicano optaron por una oposición agresiva y mediática, ahora quieren evitar caer en la trampa de reaccionar a cada provocación y centrarse en aquello que realmente importa a los votantes: la economía. Menos de 48 horas después de la toma de posesión del 20 de enero, el líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, mantuvo una reunión con los suyos para explicarles que el magnate "inunda el espacio político con un avalancha de medidas y polémicas para desorientar a la oposición", para que los demócratas caigan en la trampa y entren en un juego donde Trump es imbatible.

Parece que los demócratas han detectado que si intentan combatir cada acción o cada declaración incendiaria del presidente de los EE.UU., acabarán perdiendo el control de su propio mensaje. El demócrata Brian Schatz admitió de mala gana a NBC que Trump "es extraordinariamente hábil" a la hora de distraer a sus críticos haciéndoles entrar en disputas absurdas. "Una de las cosas que los demócratas del Congreso hemos hecho mal es que hablamos de una cosa una semana y después de otra la semana siguiente", dijo. Por eso, a nueva estrategia es diferente de la que se siguió en el 2016, ya que se trata de no entrar en la guerra cultural constante que propone Trump y poner el foco en cuestiones como el coste de la vida, los impuestos y los servicios públicos. Esta táctica, sin embargo, no es fácil de aplicar. La administración republicana está desplegando un ritmo vertiginoso de medidas, desde el endurecimiento de la política migratoria hasta recortes en programas sociales y fiscales que benefician a los más ricos.

El senador Adam Schiff, que fue la cara visible del primer impeachment a Trump, se ha erigido en uno de los impulsores de este nuevo enfoque: "Creo que tenemos que escoger nuestras batallas y no entrar en todas". En este sentido, el representante del estado de California ha expuesto que tienen que abandonar "temas como el cambio de nombre del golfo de México y otros igual de absurdos" para centrarse en aspectos como las deportaciones masivas o "el indulto de criminales".

Adam Schiff durante una declaración previa a la votación para destituir Donald Trump / Europa Press
Adam Schiff durante una declaración previa a la votación para destituir a Donald Trump / Europa Press

El representante Jamie Raskin ha descrito la velocidad de las acciones de Trump como una "sobrecarga sensorial abrumadora" que dificulta la elaboración de una respuesta coordinada. Con respecto a la batalla judicial, Raskin ha dicho que los demócratas tenían que luchar contra la sensación de estar desorientados, capear el torrente de noticias y determinar qué políticas valdría la pena denunciar en los tribunales. "Tenemos que averiguar dónde la administración ha violado claramente la Constitución, como con la ciudadanía por derecho de nacimiento" ha explicado. El representante de Maryland también ha enfatizado que "todo el mundo" tiene que mantener la mayor claridad mental y compostura emocional posible" para luchar esta guerra.

Sin embargo, los demócratas tienen claro que para que la estrategia sea exitosa tienen que conseguir transmitir a los votantes una visión generalizada de los pasos del mandatario, es decir, exponer como, según ellos, el magnate favorece a las élites en detrimento de la clase media. Muchos norteamericanos no ven el estilo del republicano como un problema, sino como una prueba de su determinación para desafiar el sistema. Por este motivo el partido de la oposición entiende que la nueva estrategia tiene que basarse en demostrar que, a pesar de su retórica populista, las políticas de Trump no benefician la mayoría de la población.

Posible división interna

No todo el mundo dentro del partido ve con buenos ojos este nuevo enfoque. Los sectores más progresistas querrían continuar con el estilo combativo contra medidas como las deportaciones masivas o la restricción de derechos para colectivos como el trans. Además, muchos demócratas han hecho carrera como voces críticas y mediáticas contra Trump y ahora tendrán que adaptarse a una estrategia más contenida. La formación tendrá que hacer equilibrios entre resistencia y pragmatismo, entre responder de manera contundente o arriesgarse a parecer demasiado blandos. Los próximos meses serán claves para ver si esta estrategia funciona. De momento, el Partido Demócrata intenta mantener la calma delante del vendaval de Trump y demostrar que, en medio del ruido y la polémica, hay una oposición que habla el mismo lenguaje que la ciudadanía.