Viajar es bonito, es divertido, es intercambio, es ilusión, es cultura, es gastronomía. Pero también es caro. Vivimos en una época de libertad de viaje sin precedentes, pero recientemente algunas puertas se han cerrado de golpe. Italia está endureciendo drásticamente sus requisitos de ciudadanía, poniendo fin al sueño de muchos millares que esperan obtener un pasaporte italiano por ascendencia. España ha finalizado su programa de "visa de oro" que da derecho de residencia a los ciudadanos extranjeros. Y los visitantes del Reino Unido procedentes de la Unión Europea ahora se unen a los otros 48 países que ahora tienen que solicitar y pagar una tasa antes de viajar. Mides para contrarrestar el exceso de turismo, Venecia está doblando sus tarifas de entrada para excursionistas y Edimburgo añadirá un impuesto para los turistas por las pernoctaciones.

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Venecia / Unsplash

En Nueva York, el Empire State Building ha introducido una subida de precios, donde los precios aumentan según la demanda, y a Japón, se dice que Kioto aumentará los impuestos de hotel hasta diez veces. Los que no busquen ir a la ciudad, pero sí subir montañas, también se encontrarán con una inflada de precios. Las tasas de permiso para escalar el Everest están aumentando en más de un 35%, y escalar el monte Fuji ahora requiere una tasa de 24 euros y una prueba.

Un pequeño rayo de sol gratuito para acabar la ronda: la Unión Europea regala 36.000 abonos de tren internacionales gratuitos a los jóvenes. Para tener la oportunidad de vivir una aventura europea, los solicitantes tienen que tener 18 años y ser residentes de uno de los Estados miembros de la UE o terceros países asociados a su programa educativo Erasmus+. La fecha límite es el 16 de abril.

La batalla de Okinawa

Una de las batallas más mortíferas de la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar en la isla japonesa de Okinawa, durante la cual se estima que 240.000 personas murieron o desaparecieron. Ochenta años después, los lugares de batalla todavía renuncian a huesos y bombas. Los visitantes pueden acercarse y tocar la historia de las ruinas que dejaron.

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Margraten / Unsplash

El sur de los Países Bajos ofrece otro lugar importante de la historia de la Segunda Guerra Mundial. En las afueras de la ciudad de Margraten, el único cementerio militar norteamericano del país honra a unos 10.000 soldados norteamericanos que murieron a la guerra. El cementerio es uno de los diversos de Europa con programas de adopción de sepulturas. Desde finales de la década de 1940, familias holandesas locales se han ofrecido voluntarias como cuidadores de las tumbas de los soldados norteamericanos, en una cultura perdurable de conmemoración.