Las tensiones entre la OTAN y Rusia por Ucrania no paran de crecer. Los ejércitos de ambas partes se han puesto en alerta y, a pesar de que públicamente tanto Putin como Biden han asegurado que no quieren ir más allá ni llegar a ningún tipo de conflicto bélico, las posturas continúan bien alejadas y Rusia ya ha advertido que están en un "callejón sin salida". Por eso, aunque los gobiernos hacen un llamamiento a la calma, algunos expertos ya plantean qué pasaría si la tensión estallara y empezara un nuevo conflicto mundial a gran escala. ¿Cómo nos afectaría eso a nosotros?

En primer lugar, sea como sea, Rusia ya está consiguiendo una cosa: desequilibrar y desunir la Unión Europea y Estados Unidos y poner Occidente contra las cuerdas. Y todo eso se explica porque Europa tiene una gran dependencia de Rusia por el petróleo y el gas, ya que casi la mitad viene de allí. Este es el quid de la cuestión.

Subida de todos los precios

Los mercados internacionales del gas y el petróleo ya se han visto afectados con incrementos de precios por este conflicto. El precio del gas natural se ha disparado un 320% en tasas interanuales y el barril de petróleo ya cotiza por encima de los 88 dólares. Y los augurios son que los precios podrian crecer hasta un 75% más si continúan las tensiones. Como consecuencia, la subida del precio de la energía hace que también se encarezca el precio de absolutamente todos los productos que consumimos. Los costes de producción para las empresas se disparan y acaba repercutiendo en nuestro bolsillo. Una crisis en Ucrania, pues, hará que la inflación siga subiéndose en nuestro país.

Lo peor es que eso sería "el mejor de los casos", porque Rusia ya ha dicho que si el conflicto de Ucrania estallara, cortaría directamente el grifo del gas a los europeos y que, además, no dejaría entrar ninguno de nuestros productos en el país. Un hecho que provocaría un auténtica falta de suministro energética en Europa, que tiene una dependencia casi total de Rusia.

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EFE

¿Y qué hará Europa?

Con este tablero de juego sobre la mesa, el problema es que no hay una respuesta conjunta de la Unión Europea. Algunos países creen que hay que imponer grandes sanciones económicas y tecnológicas en Rusia como castigo, pero otros, como Alemania, prefieren no actuar tan duramente porque los costes de eso serían demasiado altos o directamente inasumibles. Mientras tanto, en Washington buscan también formas de suavizar el impacto del suministro energético e instan a la UE a acordar una posición firme. Se trata de un juego de equilibrios que pone en escaque el bloque occidental.

¿Qué papel juega España?

En el estado español, la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera, ha reconocido públicamente que la situación nos inquieta y que podría impactar en los precios. "Es un tema muy sensible. España cuenta con una posición sólida en cuanto a la garantía de suministro y, además, la infraestructura de regasificación de que disponemos permite el rápido acceso a gas natural licuado por barco y por lo tanto, no hay problema de abastecimiento", ha explicado.

Y es que España, según los expertos, está muy interesada en dar señales de apoyo a los Estados Unidos, porque los necesita para que los ayuden en sus relaciones espinosas con Marruecos. Ahora mismo, a diferencia de otros países de la Unión Europea que tienen las manos más atadas, España depende en buena parte también del gas de Argelia. El problema es que Argelia es un país muy enfrentado a Marruecos y necesitan de los Estados Unidos para poder hacer malabares diplomáticos y conseguir suministro energético.

Ahora, la principal preocupación de la OTAN, pues, no es tanto la posibilidad de una guerra convencional sobre Ucrania, sino más bien que Moscú esté tratando de dividir y desestabilizar Europa, sacudiendo el equilibrio de poder continental a favor del Kremlin. El juego sólo acaba de empezar.