El Papa Francisco ha pedido, desde la ciudad de Nagasaki (Japón) un mundo libre de armas nucleares y lo ha hecho en una ceremonia presidida por una imagen de la Virgen muy especial y con una historia bastante singular, ya que se trata de una talla en madera que sobrevivió al lanzamiento de la bomba atómica del 9 de agosto de 1945, que provocó a más de 40.000 muertos inmediatos y aceleró el fin de la Segunda Guerra Mundial

Se trata de la conocida como la virgen bombardeada, y es la cabeza de la estatua de la virgen María de la catedral de Urakami, recinto que fue completamente destruido en el bombardeo atómico, ya que quedó justo a quinientos metros del epicentro de la detonación de la Fat Man, la segunda bomba atómica que los norteamericanos lanzaron sobre Japón, precedida por la que cayó sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945.

Con las cuencas de los ojos vacías, ennegrecida por el fuego y con una grieta bajo el ojo izquierdo que incluso puede llegar a parecer una lágrima, la cabeza fue recuperada entre los escombros de lo poco que quedó de la catedral durante las tareas de limpieza de la ciudad.

Años más tarde la catedral fue reconstruida sobre el mismo solar del anterior y la talla fue donada por los monjes que la custodiaban para que volviera a ocupar un sitio de honor, Desde entonces se ha convertido en un símbolo de supervivencia para los católicos japoneses y en especial para las víctimas de la bomba atómica.

Es por todo eso que la talla ha presidido la ceremonia del Papa Francisco, que ha tenido lugar no en la catedral, sino en un estadio de la misma ciudad ante 35.000 fieles. La comunidad católica en Japón representa el 0,4% de la población, cerca de medio millón de personas, de los cuales 60.933 viven en Nagasaki, aunque a la misa también han acudido muchos migrantes, sobre todo coreanos y chinos.