Nir Oz está en el suroeste de Israel, a 1,6 kilómetros de la Franja de Gaza. El 7 de octubre del 2023 fue uno de los kibutz más afectados por el ataque de Hamás. Una comunidad de poco más de 400 habitantes, fundada el año 1955 por las brigadas Nahal. Allí, a primera hora de la mañana, los residentes se despertaron con el estridente ruido de las alarmas antiaéreas y pocos según después con la caída de misiles. Algunos de los habitantes corrieron hacia los refugios, otros se quedaron en casa. Después de la masacre, sin embargo, en Nir Oz se respira un aire diferente. Huele a muerte, a vidas robadas y a vidas en suspensión. Un silencio sepulcral abraza las casas, algunas quemadas, otros con numerosos desperfectos. Actualmente, aunque ya hace semanas que se ha aprobado la reconstrucción, solo viven allí 7 personas.
"Más de un 28% de la población fue asesinada o secuestrada", explica el portavoz del ejército israelí, Roni Kaplan, que acompañaba a un grupo de periodistas –entre los cuales, en ElNacional.cat– a una visita por el kibbutz. "Los terroristas ingresaron por 4 puntos diferentes, también civiles de Gaza, algunos saquearon, pero otros secuestraron". Kaplan explica la historia de Nili Margalit. "Fue secuestrada, y cuando fue liberada –en el único intercambio de rehenes que ha habido–, explicó que se la llevaron un padre y un hijo y que la vendieron dentro de la Franja".
Sobre el terreno, Kaplan asegura que los habitantes del kibutz se defendieron. "Hubo un combate, hubo víctimas en los dos lados. Los terroristas consiguieron entrar, provocar una masacre y llevarse los cadáveres". El portavoz explica lo que ya sabemos y que se ha publicado múltiples veces. "Cuando sonaron las alarmas, la gente se encerró en el refugio y un poco más tarde, empezaron a escucharse voces en árabe. Y el grupo de WhatsApp empieza a circular la información que hay una invasión".
"Cuando nosotros entramos", destaca Kaplan, "vimos muchos cuerpos, encendimos la televisión y vimos que todo el mundo en la Franja de Gaza lo estaba celebrando. Y no únicamente, también una parte del Oriente Medio". "Este conflicto, no tiene una solución militar, tiene una solución que viene del lado de la educación, de conocernos más", constata. En este sentido, insiste en que Israel es un 6% del territorio del Oriente Medio. Así, subraya que Israel y Arabia Saudí estaban acercando posiciones, y que Hamás, liderado por Irán, quiso aprovechar para atacar Israel y cortar de esta manera la normalización de las relaciones con otros países. Kaplan destaca todos los supuestos esfuerzos que ha hecho Israel para advertir a la población de Gaza, desde folletones informativos, hasta llamadas, mensajes de texto y llamadas pregrabadas. Todo, asegura, para proteger en la población civil de Gaza. Ahora bien, destaca que detrás de cada actuación que hay en Gaza, hay un objetivo militar detrás. "Hay una investigación", remarca.
La vida en un kibutz
La vida en un kibutz es tranquila. "Es una forma de vida socialista, con un punto romántico, pero no desde el idealismo, realmente pensaban que la única manera de vivir aquí, era hacerlo en paz. Y este tipo de acciones muestran el que quiere el radicalismo islámico y eso no es la solución de los dos estados", asegura. Por otra parte, el portavoz constata que los medicamentos que han enviado a los secuestrados, los encontraron todos en un hospital. Y que, por lo tanto, no los habrían recibido los secuestrados. "Yo soy un reservista de los 200.000 que hay de las Fuerzas de Defensa de Israel y estamos aquí, prácticamente sin dormir, porque eso que nos ha pasado, lo sentimos como una cosa imperdonable. Esta gente son nuestras familias, nuestros seres queridos".
De esta manera, Kaplan constata que encontraron 41 cadáveres en el comedor del kibutz y 17 más derramados por los campos y territorios de los alrededores. Así, todavía hay unas 29 personas secuestradas, y creen que 20 estarían todavía vivas. La primera persona del kibutz fue asesinada a las 7:07 de la mañana, y lo sabemos porque se vio en Facebook. Mostraron cómo lo asesinaban a la cámara".
Cada paso por el kibutz encoge el cuerpo. Algunas familias han pedido no ser mencionadas para no salir a la prensa. La mayoría de las casas cuentan con carteles donde se indica con banderas y colores si los habitantes de las casas están muertos, secuestrados o liberados. También hay fotografías con los nombres y las caras. Hay tantos que se hace difícil de mencionarlos todos. Especialmente, porque detrás de cada imagen y cada nombre, hay una historia.
Una mezcla de silencio y horror
Entramos en las casas. Alguna ha sido recogida a posteriori, pero todavía se ven restos del paso de los terroristas. Casas completamente calcinadas, libros por el suelo, botellas de alcohol rotas, puertas de la habitación de seguridad atravesadas por disparos, paredes y tierras impregnados de sangre y olor de muerte. Un olor, una sensación complicada de describir. Nos cruzamos con algunos hombres que llevan armas colgadas, algunos descargan comida, otros simplemente patrullan. En el comedor, que ha tenido que ser reconstruido, la mesa está parada para todo el mundo. Los que están y los que no. El silencio acompaña durante todo el recorrido. El silencio y también el horror de cada escena vivida que se respira en un ambiente más que enrarecido y acompañado de alguna explosión lejana. Caminar por una casa qué no es la tuya, pero que está destrozada choca con la ropa extendida o los juguetes en medio del paso de los chiquillos.
Los habitantes de Nir Oz votaron para reconstruir su comunidad, pero las obras todavía no han empezado. La mayoría de los residentes no han vuelto. Algunos no lo quieren hacer, otros tienen miedo. A pesar de todo, a través de un comunicado se ha dicho que la reconstrucción y el retorno de los habitantes será "la victoria real y significativa".