Al grito de "Black Lives Matter" (Las vidas negras importan), miles de personas hicieron este sábado retumbar la capital de Estados Unidos con la mayor protesta por la justicia racial desde el asesinato el 25 de mayo del afroamericano George Floyd, que fue asfixiado por un policía blanco. Unas dos mil personas se concentraron alrededor del Congreso y otras mil lo hicieron en el memorial a Lincoln para, luego confluir en la Casa Blanca.
Allí, un enorme mar de gente entonó cánticos durante horas para pedir cambios estructurales que acaben con la violencia contra los afroamericanos, que en Estados Unidos tienen tres veces más probabilidades de morir a manos de la policía que los blancos, según datos del grupo Mapping Police Violence.
Sentados en la acera frente a la mansión presidencial, estaba la familia del afroamericano Lamar Hacelton, que había decido traer a sus cuatro hijas a la protesta para mostrarles lo que cree que un día llenará los libros de historia. "Un día leerán esto como si fuera historia, pero es importante que tengan la experiencia de estar aquí (...) Quiero que aprendan que es importante que aprendan a defenderse, por su raza y por otra gente que tiene menos suerte. Por eso estamos aquí, para que las niñas vean cómo se hace la historia", explicó a Efe.
Menor presencia policial
Los manifestantes desfilaban con los puños en alto en presencia de un despliegue policial mucho menos numeroso que el de los últimos días. Las fuerzas de seguridad han recibido numerosas críticas porque el lunes dispersaron con gases lacrimógenos y lanzaron pelotas de goma contra una protesta pacífica solo para que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pudiera cruzar el parque frente a la Casa Blanca y hacerse una foto en una iglesia.
Este sábado, los agentes estaban en pequeños grupos con una actitud relajada y no llevaban ni cascos ni chalecos antibalas. El viernes, el Pentágono ya había pedido a los reservistas de la Guardia Nacional que no portasen armas ni municiones y, además, ordenó el repliegue de los 1.600 militares que habían sido movilizados. Asimismo, los agentes han cortado el tráfico desde las 6.00 hora local y hasta la medianoche en buena parte del centro de Washington, cuyos comercios permanecen tapiados con paneles de madera.
Llegar al millón
El objetivo de los manifestantes es sacar a la calle a un millón de personas, el número que se alcanzó en enero de 2017 con la "Marcha de las Mujeres". Sin embargo, a falta de cifras oficiales, la mayoría de medios estadounidenses afirma que hay miles o decenas de miles de asistentes.
Esta semana el jefe de policía municipal de Washington, Peter Newsham, estimó que acudirían a la ciudad algo menos de un millón de personas; mientras que el secretario del Ejército, Ryan McCarthy, el viernes dijo a la prensa que sus cálculos son entre 100.000 y 200.000 manifestantes.
Frente al calor y la humedad, varias iglesias y teatros han abiertos sus puertas a los activistas que necesitan usar el baño, descansar, comer algo o cargar sus teléfonos. Entre los establecimientos que participan en esta iniciativa figuran el club "9:30", donde se organizan conciertos, y la Iglesia Presbiteriana de la Avenida de Nueva York.
La indignación aumenta
La indignación también se ha dejado sentir en otras ciudades como Nueva York, que este sábado vivió una nueva jornada de manifestaciones pacíficas contra el racismo con al menos dos decenas de convocatorias por toda la ciudad tras una de las noches más tranquilas desde el inicio de las protestas.
En San Francisco, miles de manifestantes colapsaron el icónico Golden Gate en San Francisco, donde algunos de los activistas tuvieron que marchar entre los coches. Esa protesta sobre el puente dejó algunas imágenes curiosas, como la de una mujer negra de edad avanzada que sujetaba un cartel con el lema "Estamos cansados de esta mierda" y dedicaba un corte de mangas a cada automovilista que pasaba.
Las manifestaciones, que ya alcanzan su duodécimo día, han llegado a 650 ciudades en los 50 estados del país.