La información que llega de Moscú y de Kyiv es, en general, contradictoria. Es normal. Es la guerra. Este mismo domingo, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, declaraba a Meduza que está dispuesto a hablar del Donbas, de Crimea y del estatuto de neutralidad de Ucrania, se sobreentiende que con su homólogo y homónimo Vladímir Putin. (Meduza es un diraio digital nacido en Rusia que hace unos meses se trasladó a Letonia para evitar el cierre y cosas peores tras ser declarado "agente extranjero". Así son las cosas en la Rusia de Putin). Pero regresemos a los mensajes contradictorios. El jefe de la delegación de negociadores de Rusia, Vladímir Medinski —con este Vladímir ya son tres—, dice que no lo ve. Que hasta ahora, de todo lo que menciona Zelenski, los ucranianos no han querido hablar. Que ya veremos si las conversaciones de esta semana avanzan. Que él es escéptico. El negociador ucraniano David Arajamia, en cambio, dice que las conversaciones irán muy bien. Que empezarán este lunes en Turquía. Que primero hay que acordar un alto el fuego antes de hablar de lo que importa. Encima, el gobierno de Zelenski hace correr que Putin quiere partir Ucrania en dos "como Corea del Sur y del Norte", evocación que da escalofríos a cualquiera al imaginar el destino de los que queden en el lado norcoreano de la la Ucrania dividida. El Kremlin lo niega, etcétera.

Hoy, en las portadas que aquí se comentan se lleva los titulares esta narrativa de la partición, que se basa en un juicio de intenciones hecho por uno de los contendientes y que algunos diarios dan por bueno. En una situación ordinaria, títulos así no se publicarían sin verificar más a fondo su contenido. Pero aquí no hay manera de comprobar nada y es fácil dejarse llevar por el golpe de corazón. Aquí es donde Zelenski es imbatible. Lo hace muy bien, desde el discurso hasta las apariencias. Pero también nos cae bien porque defiende principios que amamos. Putin, en cambio, es un autócrata que ha iniciado una guerra de agresión para devastar un país que no le hacía ningún daño. Zelenski podría tener menos maña que le creeríamos igual. Entre David y Goliat, David siempre se llevará el favor de la prensa y del pueblo. Entre el débil y el fuerte, siempre al lado del débil. Dicen los expertos militares que Putin ya no puede ganar esta guerra. Ojalá. Pero es seguro de que ya ha perdido la otra, la guerra de los corazones y las mentes de la que hablaban los manuales de contrainsurgencia del siglo pasado. Ni en esta guerra ni en otra puede ejercerse el periodismo como es debido —no porque los periodistas no quieran, ojo— y, en consecuencia, no es difícil que las cosas acaben así, a golpe de corazón.

¿A qué viene esta chapa? Pues a que hoy, a pesar de todo, tienes diarios que no entran en el juego de publicar la realidad fabricada por los bandos en conflicto, ni siquiera de los que nos caen bien o incluso de los que tienen más razón. Son diarios que dan noticias —hechos que no sabías—, como La Vanguardia. Publican reportajes que explican y te sitúan, como El Periódico. Atribuyen bien las declaraciones sin dejarse llevarse por emociones coreanas, como El PaísAra. ¿En cambio, qué diarios pican el anzuelo del sectarismo y venden la versión de una parte como si fuera la verdad del todo? El Trío de la Bencina, cómo no. Porque si tu rutina es ser sectario y partidista para explicar qué pasa en tu casa... ¿acaso no lo serás cuando tengas que explicar qué pasa en casa de otros? Claro que sí. En las portadas de ABC y de El Mundo de este lunes tienes la prueba fehaciente. Una más.

La Vanguardia

El Periódico

El País

Ahora

El Mundo

ABC

La Razón

El Punto Hoy