Últimamente los plumíferos de Rajoy y los políticos del PP tratan de dar, de formas más o menos sutiles, una salida de emergencia a los líderes del proceso. El mensaje a Junqueras que resuena hace días en la prensa es el siguiente: "Si te pasas el referéndum por el forro, tienes posibilidades de ser próximo virrey de Catalunya; si se celebra, ya te puedes ir calzando".
Como dice nuestro violinista de la derrota más brillante, la esencia del marco autonómico catalán es que uno debe escoger siempre entre cínicos creativos tipo Fèlix Millet y pobres de espíritu como algunos gacetilleros que promocionan los diarios. La rabia que produce la simple existencia de personas independientes, sobre todo si se organizan, se está viendo a través de los artículos que se publican estos días sobre las elecciones del Ateneo.
La falta de un Estado ayuda a que, en Catalunya, la universal miseria humana luzca especialmente y que los demagogos de cualquier color la puedan utilizarla con gran facilidad para sus mezquinos propósitos. Ahora mismo, la inhabilitación de Mas da a Rajoy margen para seguir jugando con los miedos viscerales de una clase política -y periodística- educada para no hacer nada sin permiso.
Dos años es una condena perfecta para que Mas extienda su victimismo autonomista, mientras el Estado controla sus progresos a través del caso Palau. Una absolución o una sentencia larga habría dejado Mas fuera del juego. En cambio ahora el PDeCAT puede especular con su resurrección, sobre todo si el Referéndum tiene menos participación que el 9-N, que es el que el Estado necesita.
Mas es el independentista perfecto para Rajoy, porque piensa en términos autonómicos y porque sirve para intimidar a Junqueras y presionarlo para que tome una decisión. Ya dije que Rajoy quiere asegurarse la fidelidad del líder de ERC obligándolo a enterrar el cadáver de Mas mientras que Junqueras se limita a ganar tiempo, aunque dudo de que sea tan ingenuo como para creer que puede comandar la retirada y sobrevivir.
Cada vez se ve más claro que la campaña del 'no' en el Referéndum lo fiará todo a las estrategias de Rajoy. El lenguaje subyacente que utiliza el Estado trata de dar incentivos a los politicos procesistas para que relativicen la importancia de la autodeterminación o para que se resignen a morir sin luchar, buscando una derrota dulce que los justifique de cara a la historia, como esta razón estética que Mas quiere que le den las instancias europeas.
La táctica del gobierno español recuerda la que siguieron las tabacaleras norteamericanas cuando los primeros estudios empezaron a decir que fumar provoca cáncer. El Financial Times lo explicaba este fin de semana. Los asesores de las marcas de pitillo explotaron la facilidad natural a que el hombre tiene de encontrar excusas que le permitan mantenerse en su zona de confort, por más tóxica que sea.
Las tabacaleras vieron que la mejor estrategia para mantener los márgenes de beneficios era minar la voluntad de sus clientes ofreciéndoles todo tipo de motivos para continuar enganchados al cigarrillo. Daba igual que los motivos fueran erróneos, narcisistas o anecdóticos. La cuestión era dar tiempo a los fumadores para que se fueran resignando a la idea de que morir a causa de la adicción al tabaco tampoco no era para tanto.
Las campañas de sensibilización ayudaban a este objetivo, aunque pretendieran el contrario. El tabaquismo no perdió adeptos hasta que los gobiernos no tomaron medidas concretas que prohibían fumar en espacios públicos y subían el precio del tabaco de manera escandalosa. Hasta que los fumadores no fueron puestos entre la espada y la pared, no hicieron sus cálculos con madurez y realismo.
Con el referéndum pasó igual. Mientras los políticos catalanes crean que tienen una alternativa pensarán como si hubieran perdido. Poco a poco, se irán diciendo que de rodillas no se vive tan mal, como algunos columnistas cada día más domesticados y más nostálgicos. Las elecciones en el Ateneo han hecho alboroto porque el mensaje subliminal que lanza una candidatura como Orden y Aventura, que lucha con alegría y sin miedo, resulta tremendamente perturbador, a Catalunya.
He aquí porque un sociovergente estéril, que cobró 125.000 euros para organizar un año Espriu penoso y que en el 2009 elogiaba la "gestión modélica de Fèlix Millet", considera que somos un grave peligro para el catalanismo. No es la ideología, ni que piense que no tenemos razón. Es la Tabacalera Española que no lo deja pensar y le hace escribir burradas.