Un gol de Marcos Rojo sobre la bocina clasifica a Argentina para los octavos de final del Mundial de Rusia. Los argentinos, con otro partido decepcionante, ganan por la mínima contra Nigeria (1-2). Leo Messi se estrena como goleador y ya sabe que tendrá que hacer un milagro para eliminar a Francia, su próximo rival.

Sampaoli ve la luz

La situación límite a la que se enfrentaba Argentina obligaba a Jorge Samapaoli a redefinir la alineación que le había acercado al ridículo. Los argentinos se han presentado en San Petersburgo con caras nuevas en todas las líneas, incluso en la portería, donde Franco Armani ha sustituido a Willy Caballero después del desastre de Croacia. El 4-4-2 intentaba que el equipo no se partiera por el medio ante una Nigeria que dependía de ella misma para superar la fase de grupos. Una victoria tenía premio.

La puesta en escena, para empezar, ya ha sido diferente. Los argentinos han combinado todo lo que no habían hecho en los dos primeros partidos. Entre imprecisiones, los futbolistas destilaban otras sensaciones. Y lo mejor de todo era que Messi tenía un socio: Éver Banega. El mediocampista, novedad en el once, se ha convertido en el mejor aliado del delantero del Barça.

Un balonazo en largo de Banega al espacio ha encontrado el muslo de Messi, que sólo ha necesitado dos toques más por hacer el 0-1. Su pierna derecha ha enviado un disparo cruzado para dar vida a todo un país. Argentina había hecho lo más difícil en sólo 14 minutos gracias al genio de Messi. Y ya era inevitable desviar la mirada hacia Rostov, donde Islandia y Croacia jugaban el otro partido de grupo.

Un tiro en el pie

El gol ha calmado las pulsaciones y el partido. Los dos equipos jugaban por el mismo objetivo y no querían conceder nada. La mediocridad se ha apoderado de los ataques. Argentina ha demostrado que su inicio era un espejismo y Nigeria ha aceptado la propuesta de hacer correr el cronómetro. Un disparo de falta de Messi al palo ha sido la ocasión más clara. El miedo a fallar ha empezado a eclipsar el talento. El descanso era una buena noticia para el fútbol.

El mejor argumento de Argentina para la segunda parte era el resultado. I Javier Mascherano, otra vez perdido en medio del campo, se ha encargado de hundirlo. Un penalti tan claro como infantil del exjugador del Barça a la salida de un córner ha motivado el empate de Victor Moses. La victoria momentánea de Croacia dejaba la clasificación a sólo un gol. Pero querer no siempre es poder.

Argentina ha seguido sufriendo sus propias limitaciones. Las imprecisiones gobernaban todas sus jugadas. Messi se quedaba sólo y tenía que multiplicarse. Él contra Nigeria mientras Sampaoli se lo miraba impasible desde el banquillo. El cambio de Enzo Pérez por Cristian Pavón buscaba ganar más profundidad mientras el Mundial se escapaba. El físico no acompañaba. Los argentinos corrían sin voluntad y no tenían armas para romper el empate. Esta era la triste realidad.

¿Épica injusta?

Paulo Dybala veía desde la banda como Nigeria atacaba al contragolpe y flirteaba con el 2-1. El VAR ha evitado un penalti por manos de Marcos Rojo cuando el partido ya entraba en el tramo final. La tecnología daba una última vida a un equipo que no la merecía. Sampaoli no ha arriesgado hasta el minuto 80. Nicolás Tagliafico pel 'Kun' Agüero. Un defensa por un delantero.

Con el campo inclinado hacia el área de Nigeria, clasificada, Gonzalo Higuaín ha hecho más grande su leyenda fallando un pase de la muerte. Los argentinos estaban agonizando hasta que Rojo, un defensa, los ha reanimado. Su remate, al primer toque, vale unos octavos de final.