"Es el partido de nuestras vidas". Esta frase gana sentido cada cuatro años. Los futbolistas acostumbran a dramatizar porque el fútbol es un deporte donde la emoción tritura a la razón. Pero esta vez nadie exagera. Una final del Mundial es el acontecimiento con el que mucha gente ya ni se atreve a soñar. No hay nada por encima. Todo queda por debajo. Francia y Croacia lo saben. Como también saben que la oportunidad de bordarse una estrella en el pecho sólo aparece una vez en la vida.
Final | Francia | 17.00h | Croacia |
Favoritos a la segunda
Francia llega al último partido del Mundial con la sensación de no haber regalado ninguna gota de sudor. No ha brillado como equipo, pero ha tenido las ideas claras para superar los primeros momentos de duda y acabar imponiendo el talento desmesurado de sus delanteros. Los inicios, en un grupo con Australia, Dinamarca y Perú demostraban que la selección era fiable, pero le faltaba improvisación.
En los cruces contra Argentina, Uruguay y Bélgica, los franceses han visto cómo aparecían Antoine Griezmann y Kylian Mbappé. Los dos, protegidos por una defensa de centímetros y un medio del campo liderado por el incombustible N'Golo Kanté, se han encargado de guiar a Francia hacia la tercera final de una Copa del Mundo. Ahora, contra Croacia, afrontan el reto más complicado del último mes en Rusia.
El seleccionador Didier Deschamps ya ha demostrado que no es amigo de cambiar aquello que funciona. Desde que encontró la fórmula para potenciar a Griezmann, con Olivier Giroud haciendo de delantero centro, sólo ha modificado su once por obligación. Su alineación no guarda sorpresas. Samuel Umtiti, decisivo en las semifinales, volverá a ser el central titular mientras Ousmane Dembélé espere su oportunidad en el banquillo.
El cartel de favoritos ya no pesa a una generación que sabe qué es jugar y perder una final. La Eurocopa del 2016 contra Portugal es una espina que se ha convertido en combustible. Aquel partido todavía resuena en la memoria de un país que se imaginaba levantando la copa en casa. La sensación de fracaso dejó paso a otra de vacío. Francia jugaba con la exigencia de ganar y las piernas no aguantaron tanta presión. Ahora, dos años más tarde, la situación es muy diferente y guarda semblanzas con la de 1998, cuando llegó su primera y única Copa del Mundo.
Disfrutar con el sufrimiento
Croacia ya ha hecho historia independientemente de lo que pase este domingo en Moscú. Un país con poco más de cuatro millones de habitantes se ha convertido en la sensación del Mundial gracias a un espíritu de supervivencia a prueba de prórrogas y penaltis. Los croatas no saben superar eliminatorias en 90 minutos y se han convertido en especialistas cuando la pelota quema. Dinamarca, Rusia e Inglaterra han acabado ondeando la bandera blanca por la tozudez de un equipo que se ve capaz de escalar el Everest con chancletas.
Ni el más atrevido hubiera apostado por una final con Croacia de protagonista y no de espectador. Pero la goleada contra Argentina en la fase de grupos fue una declaración de intenciones. Aquel equipo ordenado y trabajado podía mirar a los ojos a cualquier selección. La competición es el motor de muchos futbolistas que crecieron marcados por la Guerra de los Balcanes.
Todo el mundo lucha, incluso cuando parece que no hay esperanza. Las semifinales se tiñeron de negro a los cinco minutos, pero esta selección tiene siete vidas para empatar y remontar en la prórroga. La mezcla de jugadores talentosos y comprometidos brilla en Ivan Rakitic y Luka Modric. Los dos son rivales en la Liga, pero se encargan de sostener a su selección. No tienen ningún problema para crear y destruir. Son unos multiusos de valor incalculable para el seleccionador Zlatko Dalic.
Croacia nunca había llegado antes a una final del Mundial. El torneo de Rusia es una experiencia nueva para un país que renueva el recuerdo de las semifinales del '98. Y eso ayuda a soportar el desgaste físico de los últimos seis partidos, donde el equipo ha estado a punto de pagar el peaje de las lesiones. A pesar del esfuerzo, superior al de Francia, Dalic sólo tiene la duda de Ivan Perisic, entre algodones por una lesión muscular.
Empieza la cuenta atrás por encontrar el sucesor de Alemania al trono del fútbol mundial. La gloria espera.