Cada semana desde el 23-J el PP intenta abrir escenarios nuevos que rompen en la incompatibilidad explícita del resto con VOX y terminan donde estaban, sin apoyos suficientes y en la soledad parlamentaria. El último movimiento de Santiago Abascal, ofrecer los votos gratis sin entrar en el gobierno, lo ha frenado en seco el PNV. Son “meridianos” en sus explicaciones y en palabras de Aitor Esteban “no quieren saber nada con quien les normalice y les meta en las instituciones”. Los “enemigos de España”, como les llama VOX, no abrirán negociaciones con Feijóo.
Vox ha presionado al PP en todas las comunidades y ha conseguido consejerías, presidencias de Cortes y agenda política. Ahora han llegado a la conclusión de que la investidura es imposible y no quieren asumir el fracaso. Un ‘todo gratis’ en falso porque Murcia sigue bloqueada por Abascal en un ejecutivo donde el popular Fernando López Miras solo necesita su abstención.
Al tiempo, el líder del PP insiste en el mensaje con el que fracasó el 23-J, la retórica del constitucionalismo y la narrativa de la deslegitimación. Arrogarse el marco constitucional y la socavación de las instituciones si el gobierno lo forman otros. Alberto Núñez Feijóo se permite llamar anomalía democrática a una posible mayoría articulada por Pedro Sánchez, mientras en el PP cabe la ultraderecha pero no nacionalistas, independentistas y las 15 formaciones representadas en Sumar.
La presidencia de la Mesa no es la última parada, pero sí esclarecedora. Porque Sánchez necesita armar prácticamente las mismas alianzas que para la investidura
El comunicado de VOX hay que entenderlo también en el contexto de la negociación de la Mesa. Esta vez la constitución de las Cortes no es un trámite con negociaciones de última hora a favor del más votado. El PP ya tiene la mayoría del Senado. En el Congreso, el 17 de agosto, se mide la capacidad de Pedro Sánchez para formar gobierno y sumar apoyos. Si pierde, como ocurrió con el diputado del voto CERA a favor del PP, la cosa se complica. La presidencia de la Mesa no es la última parada, pero sí esclarecedora. Porque Sánchez necesita armar prácticamente las mismas alianzas que para la investidura.
Los números son complejos. Para conseguir la presidencia del Congreso y la mayoría de la Mesa necesita a Junts. De partida, el PP tiene 171 votos con VOX y UPN. Con esta suma, el PSOE necesita al menos 172 en segunda votación con mayoría simple —si Coalición Canaria se decanta por la derecha serían 173—, una suma que solo da con Junts. El PP tiene que repartir entre menos grupos y el PSOE con casi todos. La votación de la Mesa es secreta y los nombres van escritos en una papeleta. De manera que el tipo de votación da para traiciones, pero no para errores. Si el PSOE lo logra y los acuerdos previos se respetan en la urna, también será una señal para el corto plazo.
Junts tiene al menos dos barajas, los pactos con el PSOE y la repetición electoral. El jueves 17 de agosto veremos con cuál empieza la partida. Con la primera se juega grupo propio, financiación, liberados e influencia en la Mesa para futuros trámites legislativos, desde un nuevo estatuto a una ley.
El 17-A se materializará el margen de maniobra de Sánchez. Y después vendrán las negociaciones. En este momento las peticiones son de máximos. Con Junts, ERC, PNV y el BNG pidiendo la amnistía, el referéndum, el reconocimiento de Galicia como nación, condonación de deuda, un nuevo estatuto vasco… una larga lista que estresará al PSOE frente a una derecha consciente de que ahora está sola, pero también de que se quedó a las puertas de la mayoría a falta de cuatro escaños, un puñado de votos en Sevilla, Valencia, Barcelona y Madrid. A Junts y al PP les puede convenir una repetición electoral. Pero para eso todavía queda. Esta es la semana de las llamadas y la política de la discreción. Nunca una composición de la Mesa fue tan relevante. Nunca antes se abrió la posibilidad de que pueda contener tantas Españas y tantos debates.