Si tuviéramos que sintetizar, en una sola palabra, este ya moribundo 2024, tendríamos un buen candidato en el término ‘pacificación’: comparándolo con la tensión política y judicial vivida en Catalunya desde 2017, en el heterogéneo cesto del 2024 encontraremos fácilmente una buena docena de cerezas de la ‘reconciliación’ —con España, claro—. Pongamos cuatro ejemplos: la aprobación de la amnistía; el apoyo independentista al gobierno del PSOE —condición necesaria para la amnistía—; el archivo de algunas causas penales seguidas contra independentistas; o la recuperación por parte de España, con plena normalidad institucional, de la Generalitat, de nuevo con apoyo independentista —aquí más reducido— a cambio de una quimérica financiación singular-solidaria —¿alguien sabe, por cierto, como van las trepidantes y sobre todo impredecibles negociaciones PSOE-PSC?—.

Pero inmediatamente se nos impone la imperiosa necesidad de enriquecer el sustantivo pacificación’ con algún complemento adverbial que perfile con mayor precisión y rigor este talante tan especial del 2024. Yo propongo uno: ‘en falso’. Habríamos vivido, pues, durante el año 2024, una pacificación en falso. Empecemos por donde hay que empezar: el Parlament y la Generalitat. Más de uno y de dos independentistas —cerca de un millón, para ser exactos— ha decidido, por desidia, cansancio o estrategia maquiavélica, dejar de votar y disolver, por omisión, una mayoría soberanista que, de tanto tiempo que llevaba rigiéndonos, ya dábamos casi por sentada. El efecto inmediato de este abandono del barco ha sido —así nos lo indica la aritmética más básica— la elevación de Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat, desde donde dedica buena parte de su nutrida agenda a promocionar cosas tan nuestras como el aceite de Jaén. La coyuntura actual me recuerda a Guerra y paz, de Tolstói: ese preciso momento en el que las tropas rusas y los ciudadanos moscovitas abandonan voluntariamente Moscú, la capital, y la ceden en bandeja, sin librar batalla, a los franceses. El fuego, por supuesto, no tarda en aniquilar la ciudad. Quien dice Moscú, dice Parlament o Generalitat. Habrá que ver, en el caso catalán, si se trata de una rendición definitiva o de una estrategia victoriosa. O, como mínimo, fructífera en algún sentido.

En el heterogéneo cesto del 2024 encontraremos fácilmente una buena docena de cerezas de la ‘reconciliación’, con España, claro

La amnistía, una (otra) pacificación en falso. El artículo con el que empecé mi colaboración en ElNacional.cat, sobre julio de este mismo 2024 —¡parece que haga mucho más tiempo!—, lo dediqué a la amnistía. En él hice algunos pronósticos más bien pesimistas y diría que el tiempo me ha dado la razón con creces, algo que, todo sea dicho de paso, no es que tenga mucho mérito, a la vista de los indicios ya entonces disponibles: el archiconocido talante judicial español, las manifestaciones que, contra la ley del perdón, protagonizaron decenas de jueces togados ante las sedes judiciales… ¿Es necesario que continúe? Para decirlo rápido y bien, parece que a los jueces les surgen más dudas interpretativas, con las que poder acudir al Constitucional o a la justicia europea y demorar así la aplicación de la amnistía, cuando el eventual archivo de la causa penal beneficia a un independentista, y, por el contrario, tienden a tener menos dudas cuando el beneficiado es, por ejemplo, un policía apaleador. Si el beneficiado tiene que ser el president de la Generalitat destituido por el 155, entonces los vaivenes jurídicos emprendidos para exorcizar cualquier hipótesis próxima al archivo de la causa se elevan a la máxima potencia, solo al alcance de la versión más imaginativa y creativa de ChatGPT.

Archivo de causas penales: la trama rusa (o caso Volhov). Este archivo se ha anunciado como una gran noticia. Y lo es, indudablemente, para los investigados y sus letrados. Me temo, no obstante, que nos encontramos, de nuevo, ante una pacificación ‘en falso’: que ahora se archive esta causa —a raíz de una resolución del tribunal superior, que utiliza contra el instructor un tono de una dureza insólita— no excluye que durante su dilatada existencia haya podido cumplir, con éxito, la función principal para la que fue engendrada: mantener viva indefinidamente una investigación a la vez prospectiva e indeterminada, que podía dirigirse, en cualquier momento, contra quien hiciera falta y por el motivo que hiciera falta, de forma directa o clonando una nueva —la enésima— pieza separada, que su autor podía sacarse de la chistera. Lo que ahora debería interesarnos, una vez archivada esta ficción judicial de serie B —lo digo con todo el respeto por Roger Corman—, son, más bien, dos incógnitas aún no resueltas: ¿será factible en un futuro algo semejante a una nueva trama rusa —recibirá, de nuevo, el apoyo de la Fiscalía—, aunque también acabe, al cabo de unos años, archivada? ¿Será admitida a trámite, o inadmitida, la querella por prevaricación presentada contra el autor de este aparente ‘fraude de ley’ procesal, como lo ha calificado la propia Audiencia Provincial?

Última cereza pacificadora: ¿sabéis quién es el magistrado Lucas? ¿No? Es quien, desde el Supremo, y en los tiempos más duros del procés, autorizó las intervenciones de las comunicaciones a los políticos y activistas catalanistas. Creo que todas las que le pidieron y en toda su extensión. Sin ningún matiz ni miramiento, vaya. Pues acaba de ser flamantemente renovado en esta función. Lo habrá hecho muy bien, supongo. Pacificación a raudales.

2024, año de pacificación, ciertamente. Pero todo apunta a que en falso.