Parece claro que este año el protagonismo internacional de Estados Unidos puede ser más relevante de lo habitual, ya de por sí notorio. Un poco paradójicamente, puede serlo a partir de reducir cierto intervencionismo, pero incrementando otro. Economía-comercio y defensa-seguridad serán probablemente los dos ámbitos clave. Lo que no resulta ninguna sorpresa, ya que se trata de un tándem que recorre la historia de las instituciones políticas y las relaciones internacionales desde el neolítico.
Uno de los sueños de algunos políticos e intelectuales de la época moderna —a partir de los siglos XVII y XVIII—, era que el "progreso" científico y económico-comercial acabaría con las guerras entre Estados que mantuvieran relaciones mercantiles de forma libre. Eso lo defendían, por ejemplo, James Madison cuando Estados Unidos todavía no se había constituido, como Thomas Paine, un inglés partidario claro de la independencia americana. Defensa, economía-comercio e independencia fueron a menudo de la mano en el debate de los revolucionarios de las colonias. Posteriormente, como se sabe, no es que aquel sueño se revelara poco fundamentado, sino que las guerras contemporáneas han sido a menudo motivadas por razones comerciales.
Observamos que las cosas han variado de escala, las disputas de las principales potencias son hoy mundiales, pero el tándem explicativo defensa–seguridad y economía-comercio se mantiene arriba del todo de los intereses políticos en el ámbito internacional.
La antigua Roma está detrás del sistema político de Estados Unidos desde los tiempos de su fundación. El presidente es la institución que supone el elemento monárquico de la "república representativa" americana, junto con un Senado aristocrático y una Cámara de Representantes de carácter más popular. Algunos analistas alertan de que el impulso inicial, de momento retórico, de Donald Trump puede llevar a una deriva monárquica como la que en los tiempos antiguos llevó de la república al imperio. No lo creo. El sistema institucional estadounidense, de carácter liberal-democrático y federal, es mucho más estable y arquitrabado que el de la antigua Roma. Empezando por su sistema judicial, una de sus piezas con más prestigio (a diferencia de otras democracias que tenemos más próximas). Sin embargo, detrás de las fanfarronadas de Trump sobre Groenlandia, Canadá, la OTAN, etc. no hay un posicionamiento "loco", sino que están basadas en una lógica de defensa y comercio vistos casi exclusivamente desde la órbita de los intereses del Estado americano.
Groenlandia resulta clave para el control de las nuevas rutas comerciales y tiene claras potencialidades en el ámbito de la nueva minería tecnológica
En términos globales, los intereses económicos tienen hoy en el mapa del planeta dos focos principales: las rutas comerciales marítimas y el acceso a materias primas relacionadas con la energía y los elementos útiles para las nuevas tecnologías ("tierras raras"). Así como China está intentando no tener ningún rival en los mares asiáticos más próximos, incluida la zona de Taiwán, para Estados Unidos tiene todo el sentido estratégico querer controlar las rutas del océano Ártico, especialmente si se confirman las previsiones de deshielo propiciadas por el cambio climático y la apertura de unas nuevas rutas comerciales que, a la larga, pueden ser permanentes. De ahí el doble interés estadounidense mostrado por Groenlandia (resulta clave para el control de estas nuevas rutas comerciales y tiene claras potencialidades en el ámbito de la nueva minería tecnológica). Un interés que, por cierto, podría propiciar la independencia política de esta parte del Estado danés, una repetida reivindicación de la mayoría de los groenlandeses en las últimas décadas (no hay que olvidar que Groenlandia es una isla y los procesos secesionistas de las islas suelen desarrollarse de forma distinta a los secesionismos continentales, casos de Irlanda, Islandia, etc.).
Pero se trata de un caso que también representaría ventajas estratégicas en términos de defensa y seguridad, sobre todo con relación a Rusia, ya que los sistemas militares de amenaza entre estas dos potencias pasan a través del Ártico. Naturalmente, hoy la reivindicación estadounidense sobre un territorio que forma parte de un Estado socio de la OTAN resulta fácilmente ridiculizable. Así como la pretensión de comprarlo, como si estuviéramos en los tiempos en los que un Napoleón falto de dinero vendió a los americanos la Luisiana francesa (1803; 15 millones de dólares), venta que aumentó al doble el territorio de Estados Unidos de aquel entonces. O como si estuviéramos en los tiempos en los que Rusia vendió Alaska (1867; 7,2 millones de dólares), después de haber perdido la guerra de Crimea (1853-1856).
Estamos lejos de la Roma clásica y del colonialismo decimonónico, pero las lógicas de fondo de defensa-seguridad y de economía-comercio permanecen en el ámbito de la política internacional.
Dentro de la lógica de los Estados occidentales y de sus ciudadanos, resulta clave contar con unas instituciones sólidas capaces de resistir tanto los embates autoritarios internos como las derivadas potencialmente belicistas de unos dirigentes que se creen imbuidos, contra toda evidencia, de una inteligente visión de futuro. Eso afecta no solo a dirigentes como Trump o Musk, sino también a responsables de instituciones decisivas como la OTAN. En este sentido, me parecen preocupantes las actitudes del actual secretario general, Mark Rutte, con relación al caso de Ucrania, que resultan incluso más retóricamente agresivas que las de su predecesor. En el caso de la Unión Europea, disponer de buenos líderes políticos, en el doble sentido del término (estratégico y moral), es tan necesario como un déficit empírico desde hace más de tres décadas.
2025 es un año con más incógnitas de las habituales. Esperemos que no se resuelvan de forma precipitada, insolvente o impulsadas por una emotividad más propia de matones de taberna que de dirigentes de democracias que son referentes del mundo.
Parafraseando a Chesterton, podríamos decir: "¿Por qué los políticos dicen estas tonterías? Es casi seguro que quienes las dicen no son tan tontos como parecen". Y recordemos a Camus: "Los tiranos monologan por encima de millones de soledades" (Escritos libertarios).