Desde que Pedro Sánchez llegó a la secretaría general del PSOE, la socialdemocracia española ha vivido ya tantos Días D con el objetivo de hacer retroceder al actual inquilino de Ferraz, que cuesta recordarlos. El 21-D y el 27-J fueron los dos últimos, pero hubo otros. Tantos como históricas derrotas electorales, sanedrines secretos o convocatorias públicas del máximo órgano entre congresos.
Entonces como ahora, en los días previos a las elecciones vascas y gallegas, todo estaba listo: operaciones combinadas para el combate y ejércitos preparados para el ataque. Igual que la noche que precedió al 6 de junio de 1944, pero en estos casos sin lograr el desembarco. Si el retroceso de las tropas nazis hubiera dependido de Susana Díaz y de algunos de los que la secundan en sus pretensiones, ni el éxito de la “operación Ovelord” hubiera sido tal ni Normandía habría sido recordada por la batalla que dio nombre a la operación militar de los Aliados que acabó con la liberación de los territorios ocupados por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Claro que ni la de Triana tiene mucho en común con Eisenhower ni quienes la siguen comparten demasiado con el general Montgomery.
Aún así vuelven. Y dicen estar preparados para el asalto si se confirma que los socialistas queden relegados a tercera y cuarta posición del tablero tras las elecciones gallegas y vascas del próximo domingo.
Habrá que estar atentos por si los tanques llegan a Ferraz la misma noche del domingo o si, como otras veces, todo queda en agua de borrajas
25-S, otro Día D, pues, para la reciente historia del PSOE. Habrá que estar atentos por si los tanques llegan a Ferraz la misma noche del domingo o si, como otras veces, todo queda en agua de borrajas. Porque entre quienes, como el ex presidente Zapatero, anuncian una nueva ofensiva capitaneada por la presidenta de Andalucía para tumbar a Sánchez y quienes, como los mas allegados al secretario general coquetean con un gobierno de cambio/transversal/regeneracionista, los hay que barruntan de nuevo la nada. Esto es que el PSdG y el PSE pasen a la irrelevancia en Galicia y Euskadi; que no haya investidura de Rajoy ni de nadie del PP; que se convoquen nuevas elecciones; que Sánchez se atornille al sillón de Ferraz y que Susana Díaz no mueva un dedo ni para enfrentarse a unas primarias por el cartel electoral ni para exigir la renuncia de quien ha llevado a la socialdemocracia española al peor de los naufragios.
La opción de que los barones fuercen una abstención negociada que saque a España del atasco institucional sería neutralizada, seguro, con una nueva convocatoria de Sánchez entre la militancia, donde el “no” sin matices ha prendido como la pólvora. Y la posibilidad de un gobierno en minoría con apoyo de los independentistas parece una quimera, por más que la vieja Convergencia esté dispuesta a sacrificar la hoja de ruta secesionista -como ha dicho Francesc Homs-. Ni ERC está por la labor ni en Podemos parece que vayan a imponerse los más posibilistas. Así que al PSOE no le queda más que decidir si irá con Sánchez o no a las más que probables terceras elecciones. Y, más allá de la indecisión acreditada de Díaz, el calendario tampoco acompaña a la presidenta de Andalucía. ¿Otro interpuesto? Si lo que busca la de Triana es un nuevo tutelaje, igual quien se preste corre idéntica suerte a la de Sánchez.