Tengo claro cuál ha sido mi básico estrella de esta temporada, aunque espero no volver a utilizarlo en mucho tiempo. Un abrigo negro largo, que parece bastante nuevo, para ir a Pompas Fúnebres. En el último medio año he ido a más funerales que en los últimos seis. Seguramente, es una señal de que me hago mayor, que a veces no es sinónimo de madurar. Incinerados o enterrados, la muerte es cara, espiritual y económicamente. Y hay cosas que ni todo el oro del mundo puede comprar: la vida.

¿De qué se ha muerto? Nos preguntamos. De muerte, me gustaría contestar. ¡Qué nos importa la causa, si se ha muerto! La otra pregunta es: ¿cuántos años tenía el malogrado? Y es que, desde que naces, eres suficientemente viejo para morir, como escribió Kierkegaard. En los funerales, hay comentarios para todos los gustos. "¡Lo mayor que está Andreu! ¡Con lo mono que era de joven!". Y es que envejecen mejor los feos porque se vuelven interesantes y han aprendido a sacarse más partido que los que triunfaban en el instituto por guapos. Como la cosa gira en torno a envejecer dignamente o morir, yo me quedo con las arrugas y el dolor de caderas antes que una enfermedad mortal. Si haces ceremonia religiosa, todavía puedes descubrir a los que fuimos a una escuela católica y comulgamos ante la mirada inédita de los familiares que nunca nos han visto ir a misa.

Ir viviendo es ir conociéndose mejor, ir vendimiando biografía, grandes momentos vitales, sentir que conduces más y mejor tu vida. Ir muriendo es sentir que no estás viviendo los sueños y que has aparcado tanto lo que te gustaba que ya ni te hace ilusión nada. "Es mejor quemarse que apagarse lentamente", decía Kurt Cobain, y aunque me dolió su suicidio, le reconozco el valor de esta frase escrita en su carta de despedida.

Cuando murió este verano mi abuela, intenté esquivar el dolor concentrándome en el trabajo. Pero esconderse no te hace indemne y, como todo en la vida, he tenido que leer lo que no pude leer en el funeral de mi abuela. Es diferente hablar en la ceremonia del padre de tu mejor amiga que en la de tu abuela. En esos momentos, los familiares más próximos están agobiados, en choque y con ganas de que pase la ceremonia para poder llorar tranquilos en casa sin que nadie los vea. Así que lo único que puedes hacer por ellos es ser su voz, que, como su corazón, está rota. Hoy por ti, mañana por mí, como hicieron ellos cuando el miedo y el dolor me dejaron muda.

El vino es tiempo embotellado que te hace recordar, vestida con tu abrigo negro, el carpe diem de Horacio, porque no siempre habrá un mañana

Cuando me pidieron que leyera por ellos, pensé en tomar alguna cosa para evitar el llanto. Pero miré a mi pareja y me dijo que no, que dejara de enmascarar el dolor y la pena, y que a pelo todo pasa mejor. Es verdad que eres más consciente de que eres tú quien ha tenido la fuerza y no la pastillita. Pero acabas el texto, miras a tu amiga y, aunque tu mente queda desnuda por falta de fármacos, estás satisfecha de que alguien de la tribu haya podido explicar de viva voce quién era Jordi y no una voz extraña de un desconocido. Adquieres un ramo, eliges buenas poesías, compras infusiones, llevas algún coti fresco y flores de Bach rescue, cosas superficiales que suavizan un golpe profundo. El arte cura y en el proceso de duelo, vivir los problemas de la protagonista alivia de los tuyos. Un funeral es como una obra de teatro, y cuando bajan el telón, vuelves a la realidad. Es una patada en el estómago, sin anestesia.

En mi casa, con mis hijos, estamos aprendiendo a convivir con la muerte. Marc, el hijo pequeño de mi pareja, nos dejó a los 10 años. Daniel lo necesita presente en su vida, reivindicándolo con fotos y con pequeños objetos que reivindican la existencia preciosa de su hijo. Cada uno pasa el luto como puede y nosotros apoyamos lo que él y su terapia necesitan. Y he aprendido que es importante poder explicar el tema de la muerte a unos niños de 8 y 6 años sin oscuridad y tal como lo explica también Espartac Peran en su libro para niños: El secret de la calaixera.

Una de las muertes que más me ha hecho pensar es la de Tono. Resumiendo, es el padrastro de mi hijastro. Me llevo genial con el hijo mayor de mi pareja y con su exmujer. Sí, somos una modern family. A Tono Tombas le trasplantaron tres veces el riñón y con el último, dado por su madre, vivió muchos años. Lamentablemente, le falló un corazón de una generosidad, por otra parte, gigantesca. Hay gritos de dolor en el tanatorio que no te los sacarás nunca de la cabeza. Tono murió hace dos meses, pero la semana pasada le hicieron un homenaje en el Hospital Clínic. Imagínate el paraninfo lleno por un paciente que después de tantos años se había convertido en un amigo de los médicos y de los otros pacientes. La benignidad de Tono tuvo un objetivo vital: ayudar a los enfermos y sus familiares siendo el presidente de la Asociación Catalana de Pacientes Renales.

Osiris, Dioniso o el mismo Jesucristo tienen en común, aparte del vino, que son deidades que vencen a la muerte. Tengo que decir que si las viñas fueran una de mis orquídeas, ya las habría dado por muertas. Esta resilente planta muere cada invierno y renace cada primavera. El vino no caduca, evoluciona. El vino es tiempo embotellado que te hace recordar, vestida con tu abrigo negro, el carpe diem de Horacio, porque no siempre habrá un mañana. Pon vida a los años y no años a la vida, porque los cumpleaños que celebramos son los que restamos. Porque es mejor cumplir sueños que años y no avinagrarse. No, no tiraré del tópico de envejecer como un buen vino.