Y, de repente, hay un accidente de autobús. Y, una vez has dicho dónde ha sido y el balance de víctimas, la noticia se ha acabado. Es que no hay nada más que explicar. Todo lo que se añada es chismorreo, morbo y sensacionalismo. Pero este tipo de noticias impactan en la sociedad. Y los medios lo aprovechamos para dedicarles mucha información. Y como más tiempo y espacio dedicamos al tema, más riesgo de caer en el chismorreo, el morbo y el sensacionalismo.
Y en este campo tan resbaladizo se despacha muy bien el por qué. Especular sobre las causas. Un rato después del suceso necesitamos saber ya por qué ha pasado y, como no lo sabemos, suponemos. La carretera estaba fatal, no llevaban los cinturones, ha sido un error humano... y si conviene, la acusación directa.
Tiene mucha salida poner en boca de alguien una cosa sin ninguna garantía de que sea cierta y que, en todo caso, no pasa de posible comentario hecho vaya a saber donde, como y cuando. Y vaya usted a saber si quien dice que lo ha escuchado, le ha parecido que lo escuchaba o simplemente es aquello del “me han dicho que uno ha dicho que ha oído decir que le parece haber escuchado que uno ha comentado...”. Periodismo especulativo. Y le llamo periodismo porque soy un tipo optimista.
Qué exclusiva acusadora más reconfirmada, ¿verdad?
Pero, ¿y si todo ha pasado porque a veces las cosas pasan? Aunque sea por cálculo de probabilidad. ¿Puede pasar, verdad, de que a veces las cosas pasen?
Y llega al día siguiente. Y, un lunes de Semana Santa y a falta de otras noticias más “potentes”, el accidente ocupa la mayoría de espacio de las tertulias. Y es tan goloso cruzar la línea y pasar de informar a especular. Y es aquí cuando aparecen dos corrientes de pensamiento: el tertuliano/tertuliana doctorado en seguridad vial que no tiene ni el carnet de conducir y el tertuliano/tertuliana que es el niño en el bautizo, la novia en la boda y la palma el día de ir a batirla. Apasionante.
Y después falta el capítulo familias. No hay nada más plástico para una TV que una familia destrozada por la desgracia. Lloren, lloren... Y, si puede ser, griten de desesperación, que nos servirá para abrir el informativo. ¿Ah, que se desmaya? Coño, avise, que estábamos desprevenidos. ¿Lo puede repetir, por favor? Sí, mirando a cámara. Gracias.
Pero en el caso que nos ocupa más de uno (o de una) debe haber tenido un disgusto. Mire que habría sido bonito un autocar de una escuela de por aquí cerca, ¿verdad? De esta manera podríamos haber ido a la puerta del centro a entrevistar compañeros y compañeras de los muertos. Y enseñar a la clase con los asientos vacíos. ¡Ooooh, que bonito luce! Y mostrar el pequeño altar improvisado en la puerta con flores y velas (eso es despacha de narices). Pero no, en el autocar viajaban extranjeros. Qué le vamos a hacer! Otra vez será. Mientras, mañana todavía especularemos un poquito, pero ya de bajada, y el miércoles ya lo dejaremos estar porque llega Semana Santa, momento para “desconectar” y “cargar pilas”, que estamos agotados (y agotadas) de tanto especular.
Es que no sabe usted cómo cansa tener que saber de todo...