Con la creación de una newsletter que nos acerque a la IA, ElNacional.cat nos da una oportunidad a los empresarios para saber qué podemos esperar de este nuevo paradigma. La IA representa todo un reto que no podemos dejar de lado. De hecho, descubrí la IA en el último año de carrera de ingeniero en el IQS. En 1987, para ser más exactos. Con la IA he tenido desde el inicio una relación de escepticismo moderado. Analicé a fondo un programa pretendidamente de IA en mi tesina. Estaba escrito en un lenguaje destinado a desaparecer y trabajaba con matemática simbólica. Para cargarlo, utilizaba unos cuantos disquetes de 5 ¼", de 9 cm, que tenían una capacidad de 1.200 kB de memoria cada uno. Los algoritmos a duras penas permitían operaciones algebraicas básicas de sumas, restas, ecuaciones de segundo grado y algunas derivadas. Evidentemente, no sabían integrar. De ese año, recuerdo especialmente que el estudio del programa suscitó no tanto mi interés por la IA como por el mundo emergente de los sistemas. También recuerdo que la IA era un sueño de ciencia ficción, porque aunque en los 80 la robótica ya era una realidad, los robots-hombre de Asimov eran pura literatura.
Posiblemente seducidos por este mundo informático y por los sueldos que en él se ofrecían, la mayoría de mis compañeros ingenieros químicos acabó trabajando en empresas directa o indirectamente relacionadas con los ordenadores, los programas y sus capacidades de ordenar el mundo. Concretamente, nunca olvidaré mis dos años en IBM antes de entrar en la empresa familiar del cristal. Con el tiempo, mi generación vio instalar ordenadores en todas partes, cada vez con más memoria, cada vez con programas más potentes y cada vez con más capacidad de intercomunicación. Internet nos pilló a una edad en la que pudimos todavía entender cómo la capacidad de las bases de datos relacionales tendía al infinito. Una cantidad inacabable de información estaba ordenadamente a nuestro alcance. Lo asimilamos, lo disfrutamos y lo utilizamos.
La IA modificará nuestra manera de ver el mundo y, en consecuencia, el propio mundo
Pero ahora el nuevo mundo de la IA, sin duda, nos supera. No tanto porque no podamos entender cómo se ha llegado hasta ahí. Lo podemos entender. Sabemos que los que trabajan en el mundo informático disponen de una capacidad de memoria del orden de 100 GB, millones de veces superiores a las que teníamos en mi época. Pero sobre todo sabemos que poseen algoritmos de una complejidad y de una robustez que les permiten llegar a combinaciones y ordenaciones de la información impensables hace unos años. Mi programa de tesina ha quedado al nivel de unas pinturas rupestres. Nos supera porque no somos capaces de saber hasta dónde nos puede llevar ChatGPT y todas las aplicaciones de la IA. Ni cómo lo haremos para evitar que su casi perfecta redacción de todo lo que le pedimos nos haga olvidar que no es humano. Nos supera ver como nos puede comunicar a todos con casi todo el mundo con infinidad de aplicaciones. Como puede responder a e-mails, preparar reuniones, sugerir caminos, películas. Cómo nos puede conocer y, sobre todo, cómo puede aprender a conocernos.
Entiendo que nuestro editor nos quiera informar sobre cómo esto puede afectar a nuestras empresas. Porque sabe que eso impactará también en el mundo de la comunicación. De hecho, ya lo hace. Lo que no sabemos es hasta qué punto estamos sometidos a ella. ¿Qué noticias leemos o nos hace leer la IA? ¿Qué películas o series vemos o nos hace ver la IA? ¿Qué opiniones nos formamos o nos forma la IA? ¿Somos nosotros o somos lo que la IA subyacente en cada uno de los rincones del mundo de la información nos hace ser? ¿Somos nosotros o nuestros perfiles que la IA va "formateando"? ¿Somos nosotros o lo que nos hace ser la IA? Estamos rastreados, visualizados, reconocidos dondequiera que vayamos. La red sabe qué escuchamos, con quién hablamos y por qué lo hacemos. ¿Pero esto afectará a todas las demás empresas? Seguro. Quien consiga la información de la competencia, y la sepa procesar, irá siempre un paso por adelante en cualquier sector. Quien sepa entender tendencias, plantear nuevas ideas y analizar situaciones con la ayuda de la IA, se adelantará al resto. Pero para ello hay que estar al corriente y ver cómo la IA se va haciendo presente en nuestras vidas.
Si no os habéis añadido a la newsletter de ON-IA, ya tardáis. Y estaros tranquilos: la IA nunca llegará a tener conciencia propia. Sobre todo, porque los hombres todavía no sabemos a ciencia cierta qué es la conciencia, por mucho que nos lo podamos imaginar. Lo que es seguro es que la IA modificará nuestra manera de ver el mundo y, en consecuencia, el propio mundo. Apasionante y vertiginoso a la vez.