La tragedia que Catalunya deberá intentar superar en los próximos años vendrá del hecho que la única tradición política del país un poco fuerte, arraigada y confiable es la colaboracionista. Si el mundo se encontrara en una fase estable, sería más fácil retomar los experimentos infantiles o adolescentes del procés y llevarlos hacia cierta madurez, aunque fuera a trancas y barrancas. Como el mundo está enloquecido, sin embargo, la solución política más sensata es el PSC, que es el partido de la restauración, del desarrollismo, de la LOAPA, y de la oposición borbónica de Mataró durante el asedio de 1714. 

Jordi Pujol, pues, tiene motivos para quejarse de que sus sucesores liquidaran a Convergència por tan poca cosa, porque nos encontramos en el momento en el que la historia de su invento habría podido tomar todo su sentido y hacer brillar sus mejores virtudes de fondo. Convergència era un instrumento gradualista pensado para sustituir, poco a poco, la larga tradición colaboracionista del país por una de cultura soberanista. Para salvar al partido, sin embargo, y su función social, constructiva y pedagógica, los convergentes habrían tenido que estar dispuestos a perder el poder y a dejar crecer formaciones claramente independentistas en su espacio electoral.   

El lío se ha hecho muy gordo, y ahora que la historia se acelera tendremos trabajo para discernir la paja del trigo. Ya podemos estar contentos de que Oriol Junqueras y Carles Puigdemont hayan sobrevivido a sus ilusos enterradores, tanto del unionismo como de la falsa disidencia. La terquedad de los dos líderes del procés dará algo más de tiempo a las bases del país para digerir la historia, y para hervir en el baño María las excusas de mal pagador. Como dice Sílvia Orriols, ERC y Junts han perdido la inocencia y difícilmente podrán llevar el país más adelante. Pero esto no quita que puedan ayudar a impedir que vayamos todavía más atrás, embriagados con nuevas confusiones. 

Necesitamos políticos que vuelvan a conectar Catalunya con su historia y que alejen a los catalanes de las frases hechas del procés y de los estados de ánimo desesperados y deprimidos

Yo creo que ERC y Junts están destinados a desintegrarse poco a poco o bien a ocupar un solo espacio, que haga la competencia al PSC. Junqueras y Puigdemont no podrán hacer mucho, por separado, sin volver a hacerse daño o a desgastarse el uno al otro. Desde un punto de vista político representan la misma historia, los mismos traumas y las mismas decepciones, y tanto ellos como sus colaboradores son hijos de la misma cultura convergente, pragmática y paternalista. Si van por libre, la dialéctica del país crecerá alrededor del radicalismo de Aliança Catalana y del cinismo socialista, y el país se desestabilizará en cuanto el PSOE pierda el poder en España. 

Si Junqueras y Puigdemont quieren limpiar su nombre, tendrán que demostrar que han aprendido algo del procés que los votantes todavía no saben, y que no son los payasos que la situación los ha hecho parecer. Catalunya está atrapada en una situación geopolítica diabólica y ahora mismo solo tiene capacidad para crecer hacia adentro, como en los mejores tiempos de Jordi Pujol. Los grandes países del continente han preferido atomizar la sociedad y echar las culpas a la Unión Europea de su sumisión a los americanos que llevar a cabo la descolonización interna que Catalunya reclamaba. Si la crisis democrática no nos coge con los pies muy bien clavados en el suelo, lo pasaremos mal.  

Necesitamos políticos que vuelvan a conectar Catalunya con su historia y que alejen a los catalanes de las frases hechas del procés y los estados de ánimo desesperados y deprimidos. Junqueras y Puigdemont ya harían bastante si consiguieran demostrar que la destrucción de CiU ha servido para algo, y que pueden actualizar su espíritu con algún tipo de colaboración. Nos acercamos a un periodo tumultuoso en el que los españoles tenderán a usar el abstencionismo y la desconfianza en la política para promocionar un retorno al caudillismo que tanto les gusta. Nada nos convendría más, a Catalunya, como que Junqueras y Puigdemont aprovecharan esta segunda oportunidad. 

Si son lo suficientemente inteligentes, empezarán trabajando para convertir una eventual investidura de Feijóo en una cuestión de interés nacional, no partidista.