Esta mañana, Mònica Terribas empezaba su programa en Catalunya Ràdio preguntándose si tenía que ser extraordinario que un delegat del Govern realizara bien su trabajo. Y es que el artículo de Carlos Dávila en Esdiario, del que ayer se hacía eco en primicia El Nacional y después toda una serie de medios, ha levantado mucha polvareda.
El artículo pone de manifiesto el creciente nerviosismo en Madrid en relación con las actividades y el despliegue internacional del verdadero "Ministerio" de Exteriores catalán, dirigido con gran eficiencia y visión estratégica por el conseller Raül Romeva, en este Govern hiperactivo del vicepresident Junqueras y el president Puigdemont.
Siguiendo los argumentos de Terribas, no debería ser noticia que Catalunya defienda sus intereses nacionales de forma eficaz en el exterior, ni que para hacerlo no dude en hablar con todos los interlocutores posibles, en todos los escenarios posibles y en todos los países posibles. Esta es una parte del trabajo que desarrollamos, día a día, el personal de Exteriors por todo el mundo. Porque nuestro trabajo es generar simpatías para nuestro país, allí donde vamos. Y lo hacemos muy bien. No lo digo yo; lo dice el CNI.
Pero eso no significa que tengamos nada en contra de España, sino al contrario. Catalunya es el único sitio de España donde hay una oposición real y vertebrada al Gobierno del Partido Popular. Catalunya es el único lugar donde la sociedad civil y la clase política han vertebrado, con los años, un proceso ilusionante y una alternativa de futuro; un proyecto positivo, cívico, democrático, de construcción de un nuevo país mejor que el actual, donde nuestros hijos podrán vivir mejor que nosotros. Y esta es la verdadera novedad en una España que ha perdido la ilusión porque, a pesar de probarlo todo, han acabado ganando otra vez los de siempre, con todo lo que ello comporta, presuntamente.
Lo que sí que es preocupante es que el CNI, con el dinero de todos los españoles, y por lo tanto también de los catalanes, se dedique a espiar las actividades de un gobierno amigo y hermano, como es el Govern de Catalunya, representante legal del Estado en nuestro país. Un Govern con una legitimidad democrática indiscutible, y con una legitimidad histórica anterior a la Constitución española y que emana de las tradiciones y de las Instituciones de la Catalunya soberana de la Edad Media.
Si eso sucediera en Baviera, o en Flandes, o en Quebec, o en Sajonia, en otros países o Länder que tienen servicios exteriores propios y eficientes, el escándalo sería máximo. Porque Catalunya no es Corea del Norte. Catalunya es un país democrático y próspero en un sitio estratégico del Mediterráneo Occidental, y una de las naciones decanas de Europa, fundada hace más de mil años por un rey francoalemán. Catalunya, y sus ciudadanos, y sus contribuyentes, se merecen, nos merecemos, el respeto de las Instituciones del Estado español.
Y es esta falta de respeto continuada, de los que ya no nos consideran parte de su Estado y por eso nos espían, y ordenan que se nos espíe, lo que llevará a este país, de manera casi segura, a las puertas de una próxima independencia. Porque hay que decir basta, a todo esto.
Adam Casals, Delegat del Govern de Catalunya en Austria