Recién abiertas las urnas de las elecciones al Parlamento Europeo más extremista de la historia por el extremo derecho, otro parlamento, el de Catalunya, se constituye este lunes con la incógnita abierta de hasta qué punto las alianzas para escoger presidenta o presidenta y nueva Mesa, prefigurarán o no, por activa o por pasiva, las que, a su vez, determinarán, en una segunda (o tercera, o cuarta) pantalla, la investidura del próximo presidente de la Generalitat a la que aspiran Salvador Illa y Carles Puigdemont. Parafraseando el subtítulo del muy recomendable libro de David Madí Merèixer la victòria. El Procés per a adults (Columna), un baño de realidad sobre el procés desde todos sus ángulos muertos, hace tiempo que la política catalana habría tenido que dejar de ser cosa de niños. Pero el gen naif que a menudo la domina, combinado con la riña cainita del independentismo, devora a sus hijos y puede producir los resultados y los escenarios más inverosímiles.
Después de 13 años, mal número, Oriol Junqueras presidirá este lunes su última ejecutiva de ERC como presidente del partido, empujado a dejar el cargo, en buena medida, por la operación relevo desatada la noche misma de las elecciones catalanas del 12 de mayo por el otro poder del viejo partido republicano, es decir, la secretaria general, Marta Rovira. La aún exiliada en Ginebra también ha anunciado su marcha después de que lo hiciera el president de la Generalitat y candidato Pere Aragonès ante el batacazo electoral. Un retroceso que el resultado de las europeas de este domingo no ha hecho más que ratificar.
He escrito "empujado", porque pasados los días, lo sabe todo el mundo y es profecía que Junqueras no se siente directamente responsable ni de la extraña anticipación de las elecciones ni de la debacle de ERC en las urnas. Y es por eso que, en un primer momento, expresó con una carta a la ciudadanía, al estilo Pedro Sánchez, su voluntad de continuar al frente de la formación. Una primera idea que, después del anuncio de Rovira, ha reconvertido en un paso al lado con derecho a retorno hasta el congreso extraordinario anunciado para el 30 noviembre, en el cual Junqueras aspirará a ser reelegido como presidente.
Junqueras debutó como candidato de ERC, curiosamente, en las elecciones europeas del 2009. En el 2011 se convertiría en presidente y nuevo líder del partido, así como, posteriormente, alcalde de su pueblo, Sant Vicenç dels Horts. Durante el último quinquenio, la pareja Junqueras-Rovira ha llevado a ERC a los mejores resultados en términos de apoyo electoral y de poder de su historia desde 1939, incluidas las victorias en elecciones europeas (2014), en generales españolas (las dos convocatorias del 2019) y en las municipales en Barcelona (también en el 2019). El 2021, a pesar de no ganar los comicios al Parlament, los republicanos hicieron su mejor marca (33 escaños, segunda fuerza, empatados con el PSC en número de diputados) y alcanzaban también por primera vez desde el final de la guerra la presidencia de la Generalitat. Junqueras no pudo optar a ella, como es sabido, porque fue condenado y encarcelado por el 1-O y, todavía, permanece inhabilitado a pesar de la reciente aprobación de la ley de Amnistía. Aragonès fue presidente porque le tocó después de Junqueras y Rovira, pero nunca quiso ser un presidente vicario.
En el momento del declive, del final de ciclo más exitoso, Junqueras puede defender incluso que él ha dejado ERC con 20 diputados mientras que en el porrazo posterior a los tripartitos con el PSC e Iniciativa, en el 2010, se quedó con 10. Pero es, sobre todo, la pérdida de la presidencia de la Generalitat con Aragonès, después de haber alcanzado el control del 100% del Govern a raíz de la ruptura con Junts (en el 2021), lo que finalmente ha hecho estallar la crisis —y la cada vez menos disimulada ruptura entre junqueristas y roviristes- en la cúpula dirigente de ERC.
Las alianzas con los socialistas acaban siendo abrasivas para los intereses de ERC igual que los pactos con el PP supusieron el principio del fin de CiU
En estas condiciones —marcha forzada del líder con el mejor balance histórico del partido desde la República—, y control a la práctica del proceso sucesorio en manos de Rovira y sus más estrechos colaboradores, ERC tendrá que decidir si inviste a Salvador Illa o da una segunda oportunidad al soberanismo con la convocatoria de nuevas elecciones en octubre, siempre que el candidato socialista no salga adelante haciendo un Collboni. Las alianzas con los socialistas acaban siendo abrasivas para los intereses de ERC igual que los pactos con el PP supusieron el principio del fin de CiU. Los republicanos han pagado en el 2024 los incumplimientos de Pedro Sánchez como el 2010 la nefasta gestión del tripartito con el PSC e ICV, a pesar de las buenas voluntades.
David Madí, posiblemente el spin doctor más influyente de la política catalana de los últimos 25 años, revela en su libro que en el 2012 Oriol Junqueras propuso a Artur Mas ir a las elecciones con una lista unitaria entre la entonces CiU y ERC que el líder convergente rechazó. También explica cómo en el 2015, Junqueras aceptó la lista unitaria forzado por las entidades soberanistas, la ANC, Òmnium y el AMI, lo cual daría lugar a la victoria electoral mayor conocida de una candidatura explícitamente soberanista/independentista, Junts pel Sí, con 62 diputados. En aquel momento, Junqueras hizo uno (tímido) paso atrás para, más adelante, probar de nuevo, a lomos del caballo desbocado del procés, a desplazar Convergència -en la forma que fuera- de la cabina de mando. Madí ve en la falta de unidad crónica del soberanismo la gran baza aprovechada por el estado y los partidos institucionales (PP, PSOE) para debilitar el procés y descabezarlo. Hasta el punto de activar una especie de GAL 2 contra sus dirigentes.
Junqueras no ha conseguido encarnar un nuevo pujolismo para el siglo XXI porque ha estirado más la base que la manga
Pero Junqueras no se ha salido con la suya del todo en su -legítima- pretensión no solo de disputar a CDC la hegemonía del soberanismo, sino de encarnar un nuevo pujolismo para el siglo XXI. Posiblemente, porque ha estirado más la base que la manga. En algún momento, el elector se ha preguntado qué ERC estaba votando, o dónde estaba ERC como "partido de Catalunya", lo que fue CiU históricamente, lo cual explica la escasa fidelidad a una marca electoral que ha querido hacer de frontera con casi todas las marcas. Así, ERC ha parecido más una gestoría de parches ideológicos a gusto del consumidor y en función de la elección o el momento, desde el legado sociovergente a la emulación de la extrema izquierda cupaire pasando por el obrerismo españolista, que un proyecto claro y nítido de gobernación del país. No se puede ser Macià i Companys al mismo tiempo. A veces, dos y dos no son cuatro.
¿Podrá volver Junqueras en noviembre al liderazgo de ERC? ¿Quedará liberado de los efectos de las trascendentales decisiones que tomará el partido durante las próximas semanas, desde la presidencia del Parlament a la investidura de nuevo president de la Generalitat (o no)? A pesar de aquello del "junquerismo es amor", el todavía presidente de ERC sabe que esto no va ni de buenos ni de malos. Lo ha sabido siempre. En todo caso, la política, la política mayor de edad, o es para los muy buenos o es para los muy malos. No se admite el término medio. Ni un solo día. Es curioso como, en los últimos años, en Catalunya, todos aquellos que han querido hacer política de adultos han sido apartados de la escena, arrastrados a la penumbra, enviados al fondo de la papelera de la historia en el fragor de insospechadas tormentas perfectas.