Valió la pena mirar la no entrevista de Ariadna Oltra al president Salvador Illa en TV3 (digo que la cosa en cuestión no fue un interviú, pues, en los países civilizados, el entrevistado cuando menos pasa uno o dos aprietos en el transcurso de la conversación) como una especie de documento fundacional de este nuevo tiempo post-155 y postprocés, que me atrevo a denominar la República del Tedio. Ante cualquier dificultad política, Illa es un hombre que sabe apelar a la voluntad de entenderse con todo el mundo, a la ética del no hacer ruido y trabajar de lo lindo, y también es capaz de aprovechar la mínima ocasión para desenterrar la momia del president Tarradellas. Así quedó de manifiesto en el sempiterno tema de la ampliación del aeropuerto de Barcelona (Illa es de los pocos catalanes, sino el único, que se refiere a él con el sobrenombre del antiguo Molt Honorable), en el que el president salvó el embate afirmando que desbloqueará el callejón sin salida que atenaza el equipamiento en un plazo de tres meses, con la creación de una comisión técnica.

Cuando la política se atasca, llega la hora de crear una comisión. ¡Y de enchufar técnicos en ella, faltaría más! El president, filósofo de formación como servidora, sabe tan bien como yo que eso de la técnica y del conocimiento práctico (la τέχνη aristotélica de toda la vida) es un concepto que no resulta ajeno a las intenciones políticas. En este sentido, las comisiones de expertos (habitualmente formadas por técnicos o profesionales "de reconocido prestigio") son solo la excusa para regalar una pátina de legitimidad a la intención de los mandatarios. Pero el Molt Honorable 133 también entiende que eso de las comisiones va bien para dotar de cierta legitimidad a las acciones políticas más espinosas. De hecho, y para evitar las iras de los Comunes, Illa se apresuró a recordar que, por su parte (es decir, por parte de su cuerda de técnicos), la ampliación del aeropuerto se efectuará bajo un escrupuloso respeto a los criterios medioambientales: ningún tocho de Airbus, en definitiva, acabará zampándose un patito.

Cuando la política se atasca, llega la hora de crear una comisión

El obediente portavoz del Govern, Sílvia Paneque, se ha apresurado a decirnos que la creación de esta enésima reunión de sabios no presupone ninguna planificación concreta, sino que busca únicamente desbloquear las negociaciones (sin embargo, en una nota de prensa posteriormente retirada, el Govern insinuaba que —para salvar la fauna contigua al aeropuerto— quizás haría falta apostar por "el alargamiento de la pista al mar para satisfacer la demanda de vuelos intercontinentales, con una longitud que vendría determinada por criterios técnicos y ambientales)". Los socios del PSC en el Govern, empezando por Esquerra, ya se han apresurado a recordar que la remodelación del aeropuerto puede ser todo lo chupiguay que quieras, pero que de alargar las pistas ni hablar, aduciendo también a que el pacto sobre la infraestructura incluye cuestiones sobre su gobernanza. De los Comunes no sabemos nada, pues son gente que, mientras no gobiernen los indepes, viven felices bien calladitos.

No me gustaría estar en la piel de los comisionistas-técnicos que afrontarán las futuras reuniones bilaterales de este septiembre, que quizás tendrán que buscar espacio para el aterrizaje de los aviones repletos de guiris que nos contaminan la tierra quién sabe si en una pista instalada en el Tibidabo. Pero eso importa un comino, ya que —con su iniciativa de desbloqueo— Illa solo busca presionar a ERC y Comuns para alcanzar un acuerdo que estos puedan defender mínimamente ante sus parroquias. Asimismo, el PSC hace ver que ha abandonado el proyecto Hard Rock para el Camp de Tarragona, pero (como admitió el Molt Honorable en la misma entrevista), la maquinaria de la Generalitat ya busca inventos de inversión en el territorio. El president ha tenido un buen maestro en el arte de asesinar, y sabe que el poder te regala margen para ir abrazando a tus socios hasta desangrarlos. Si busca una pauta, Illa solo tiene que hacer copy-paste de lo que Sánchez hizo con Yolanda Díaz.

En la República del Tedio, la política será cosa de comisiones. Nos tendremos que acostumbrar, pues, a pasar de las emociones fuertes del procés a un grupo de funcionarios reuniéndose para decidir algo que ya se ha urdido en los despachos. La cosa pinta bastante gris, pero Illa sabe que el aburrimiento también es una herramienta muy eficaz a la hora de aniquilar a los socios que molestan más que ayudan. Pobrecitos míos, qué triste figura les quedará durante cuatro años...