Finalmente ha aparecido la guía telefónica. El segundo día del debate de investidura, Quim Torra se ha plantado ante los diputados y diputadas con un discurso que ciertamente recordaba todos los aburridos discursos de los anteriores presidentes, basados en la enumeración de las medidas que se plantean desarrollar a lo largo de la legislatura. Ha sido un discurso no muy largo pero que ha sido seguido con atención por el hemiciclo y el público que llenaba todas las salas disponibles del Parlament, hoy lleno a tope. Cuando la gente se huele que las circunstancias están a punto de cambiar, entonces se deja ver por todas partes. Los humanos somos así. Los catalanes no somos una excepción.
Con la primera parte de su discurso, Torra habrá satisfecho a todos los articulistas que el fin de semana pasado se han dedicado a despreciarlo para ser demasiado intelectual. Da pavor esta defensa de los políticos-políticos y el menosprecio hacia los intelectuales-políticos, que en Catalunya han sido muchos y muy buenos. Desde Jaume Bofill i Mates hasta Antoni Rovira i Virgili, pasando por Lluís Nicolau d'Olwer, Just Cabot o Amadeu Hurtado. Políticos de la izquierda liberal republicana de los años treinta que desaparecieron con la Guerra Civil y la dictadura franquista. Sin este paréntesis, Torra habría pertenecido a este fructífero sector político. El triunfo de las ideas totalitarias en el mundo, a pesar de la derrota del nazismo, hizo desaparecer el liberalismo progresista de Catalunya para sustituirlo por unas ideologías "totalistas" sectarias. Torra reanuda la tradición liberal al frente de un Gobierno de amplio espectro, incluyendo la socialdemocracia, para defender el legado del 1-O. Algunos políticos-políticos nos han dejado como herencia un país trinchado por la corrupción y la mala gestión, Torra tiene que aspirar a generar la recuperación de la confianza ciudadana en la política. Estimular la esperanza.
Torra ha reivindicado la aplicación de la democracia, Arrimadas, en cambio, ha vuelto a repetir el discurso del "nosotros" y "vosotros", que es, por así decirlo, un discurso "serbio"
El discurso de Quim Torra ha defendido un programa de gobierno para reanudar la tarea de la anterior presidencia. Es por eso que Inés Arrimadas ha salido al atril con un discurso que no ha sabido debatir con el candidato, más allá de insultarlo. Arrimadas es cada día más una líder hortera, extremista, españolista de piedra picada, próxima a la extrema derecha europea que sólo sabe hacer política mediante el grito y la amenaza. Torra ha reivindicado la aplicación de la democracia, Arrimadas, en cambio, ha vuelto a repetir el discurso del "nosotros" y "vosotros", que es, por así decirlo, un discurso "serbio". Critica Torra por unos escritos pretendidamente supremacistas con una retórica étnica. Arrimadas se presenta como la defensora de unos catalanes que hoy día sólo son una minoría. El Govern Torra, como ha dejado claro el candidato, tiene la obligación de hacer efectiva la máxima que Catalunya es a un solo pueblo. No nos engañemos, sin embargo. Hace falta mucho de esfuerzo por conseguir que la catalanidad llegue a todos los rincones del país.
Torra se ha disculpado con toda solemnidad por unos tuits ambiguos de hace años sobre los españoles en Catalunya. Quién no lo haya querido entender tiene mala fe. Todo el mundo sabe que personalmente no soy nada admirador ni de los hermanos Badia ni de los militantes de Nosaltres Sols. He escrito, y estos días los unionistas han utilizado artículos míos para atacar al nuevo presidente de la Generalitat, que esta no es mi tradición. Me he discutido con contundencia con los que no saben ver que en la Catalunya de los años veinte y treinta hubo, como a todas partes, partidos y personas que quedaron atrapadas por las ideas fascistas o autoritarias y étnicas. El candidato Torra ha querido dejado claro que estas no son sus ideas. Ha pedido perdón, con todas las letras, por si alguien se había sentido ofendido o interpelado por sus ideas. Los políticos-intelectuales son a menudo más modestos que los políticos-políticos y piden perdón.
La oposición no puede pretender que el bloque independentista renuncie a sus objetivos. La represión del Estado, que Albert Rivera querría redoblar con el alargamiento de la aplicación del 155, prueba que el Estado no ha conseguido doblegar el independentismo. Torra ha querido dejar claro, sólo de empezar, que para él y para su Govern, el president Carles Puigdemont seguirá siendo el president de todos. Nuestro president. Pero también ha querido exponer que hace falta reactivar las medidas —la guía telefónica— que Catalunya necesita pensar y desplegar en el futuro. Para no perder las oportunidades de prosperidad económica y social. Y aun así, quién se piense que esta legislatura no estará condicionada por el conflicto, se equivoca. La oposición está desconcertada e insiste una vez y otra a desprestigiar al candidato para dinamitar el proyecto soberanista. Primero lo probaron con las porras, después con la aplicación del 155 y ahora devolviendo a la vieja sonsonete que el independentismo es igual a racismo y xenofobia. La desesperación ha llevado a los conservadores, los socialistas, los comunes y la extrema derecha a coincidir en atacar el independentismo por la vía de desprestigiar al candidato. El catalanismo popular está muy bien representado por Juntos por Catalunya y ERC. Tanto o más que para aquellos que lo identifican, como ha hecho Xavier Domènech, con el marxismo y el anarquismo.
Un hombre tan listo y leído como Miquel Iceta ha manipulado chapuceramente una palabra en un artículo de Torra para hurgar en la división mientras reclama "recoser" la política y el país
Los socialistas hoy son más conservadores que ninguna otra fuerza política. Se han convertido en los más inmovilistas de la Cámara, defensores acérrimos de un constitucionalismo estéril, irreformable. Para esconderlo se han apuntado también al desprestigio personal de Torra. Un hombre tan listo y leído como Miquel Iceta ha manipulado chapuceramente una palabra en un artículo de Torra para hurgar en la división mientras reclama "recoser" la política y el país. Romper no es la mejor manera de hacerlo. A Iceta le ha salido el político-político demagogo para desprestigiar al político-intelectual que es Torra. Los que prefieren que Catalunya quede como una Comunidad Autonómica, como el PSC, "tendrían que rechazar la prisión, el exilio, la persecución ideológica de ciudadanos, la criminalización de derechos cívicos y políticos," ha dicho Torra. Miquel Iceta no se ha referido ni una sola vez. A los socialistas les preocupa la compatibilidad entre los lazos amarillos y el espacio público, pero parece ser que no les inquieta la violentación de la democracia con la prisión y el exilio de los independentistas catalanes. A los comunes tampoco.
El jefe de filas de la CUP, Carles Riera, ha empezado su intervención por explicar la abstención de su grupo con una cita de Leonard Cohen que resume perfectamente el estado de ánimo del movimiento republicano soberanista: "A veces, uno sabe en qué lado está viendo quién está en el otro lado". Claro que cada uno se sitúa en el bando que quiere. Quim Torra será, como ya escribí el pasado sábado, el president de la excepcionalidad. De una nueva fase que tiene que verter a la "República de todos", la única manera, como ha dicho al final de su discurso quién hoy ya es president de la Generalitat, el MHP Quim Torra, "de evitar convertir el silencio en prisión, el exilio en un no lugar, el día a día en un no ser."