Entre los columnistas y tertulianos del régimen está de moda criticar al virólogo Oriol Mitjà. Lo atacan porque este investigador ha osado hablar de qué medidas tomaría para evitar el contagio de la Covid-19. Mitjà puede equivocarse como todo el mundo —en realidad, al principio, no creía que la pandemia fuese tan grave—, pero nadie que no sea realmente un cretino puede ningunear la valía científica de un hombre que se dedica a intentar curar dolencias infecciosas y convertir sus descubrimientos en políticas públicas. Hay quien, chapuceramente, incluso le acusa de practicar el populismo y le ha comparado con la monja Forcades y su cruzada contra las farmacéuticas a raíz de la gripe A. La comparación es malévola y está hecha con mala fe, pero ya se sabe que en la “guerra” —y el régimen del dúo Sánchez-Iglesias cree que estamos en guerra— todo vale.
Verdaderamente me da pereza tener que escribir este artículo. Al fin y al cabo, cada tarde, a las ocho en punto, los vecinos de la manzana de pisos donde vivo salen a aplaudir a los sanitarios, entre los cuales cuentan, claro está, al doctor Mitjà. La gente es más agradecida que esos columnistas que lo saben todo, si bien de hecho no saben nada, que disparan a diestro y siniestro con el bolsillo untado por el poder. Estaría bien que lo contásemos todo. Si el doctor Mitjà es un “vendido” al perverso independentismo y se presta a ayudar el president Torra para reclamar unas medidas de política sanitaria que el gobierno español no quiere tomar, digamos también quién paga a los opinadores y por qué el gobierno español regala millones a los medios afines al régimen de Pedro Sánchez. De todas las formas de inmoralidad, la peor es la que se esconde detrás de una supuesta e inexistente objetividad.
Otra de las razones por las que atacan al doctor Mitjà es porque es joven. ¿Cómo puede ser que un investigador tan sobresaliente sea tan joven, a pesar de la precariedad laboral de los centros de investigación? Este es uno de los grandes milagros de la investigación científica en Catalunya. Aunque el milagro se basa en la vocación. El doctor Mitjà tiene vocación y dedicación y para progresar está dispuesto, como otros muchos investigadores jóvenes, a sacrificar muchas cosas. Cuanto más talentosos son, más comprometidos se sienten con la comunidad científica, pero, también, con la sociedad. Lo constato cada día en mi facultad. Los honores son para los ociosos, el trabajo duro es cosa de los profesores jóvenes, que se ven hundidos en la precariedad con contratos basura. Esta crisis no mejorará las cosas. Al contrario.
Mitjà puede equivocarse como todo el mundo, pero nadie que no sea realmente un cretino puede ningunear la valía científica de un hombre que se dedica a intentar curar dolencias infecciosas y convertir sus descubrimientos en políticas públicas
Un amigo me pasa un artículo de otro investigador joven, Víctor García. Lleva un título muy explícito: "¿Cuándo debería levantarse la cuarentena?". En este caso no es un médico virólogo, sino un físico computacional. Entre gráficos y fórmulas de todo tipo, García llega a una conclusión que curiosamente coincide con la de Mitjà: “Como puede verse, el valor esperado de casos activos del 26 de abril hace que no sea nada recomendable comenzar a reconectar la sociedad esos días y levantar el confinamiento parcial ya que para esas fechas los casos activos que tendremos todavía estarán por encima de los que había en el momento previo a la declaración del estado de alarma. Así, para el 26 de abril, se esperan unos 21 mil casos activos equivalentes a los del 20-21 de marzo. Terminar con la cuarentena parcial de la sociedad en esas fechas sería muy imprudente y arriesgado ya que todo lo que se ha logrado podría perderse fácilmente”. ¿Este físico es otra vedet populista?
Los políticos deben tomar decisiones, pero su obligación es tomarlas fundadamente. En los EE.UU., por ejemplo, Donald Trump se enfrenta a los gobernadores de las dos costas (Connecticut, New Jersey, Delaware, Massachusetts, Pensilvania, Rhode Island, California, Oregón y Washington) porque quiere actuar a su aire. Uno de estos gobernadores, el de Nueva York, Andrew Cuomo, ha exigido al presidente que el desconfinamiento se haga “de manera inteligente”. Es decir, que la decisión debe ser tomada “por expertos y con datos”. Cuomo, y el resto de gobernadores que se enfrentan a Trump, son, pues, del mismo parecer que Oriol Mitjà. A pesar de la distancia y que es seguro que no saben ni remotamente quién es Quim Torra, estos políticos hacen como el president de la Generalitat y reclaman escuchar a los expertos antes de adoptar medidas que pueden tener consecuencias nefastas para la humanidad. Supongo que todos el que atacan a Mitjà por “intrusismo” político deben de estar a favor de la última extravagancia de Donald Trump, quien ha ordenado que se congele la contribución de su país a la Organización Mundial de la Salud (OMS) porque no le han gustado las opiniones de los expertos.
¡Uy, no, perdón, que Trump es el malo y Pedro Sánchez es de los “nuestros”! —dirán los atribulados columnistas que atacan a Mitjà. ¡Cuánta miseria!