1. Lo importante siempre ocurre en Madrid. Cuando una comunidad nacional depende del poder de otra, sería estúpido negar que lo que ocurre en la capital de la comunidad dominante es intrascendente. La crisis del PP madrileño, con la derivada de que repercute en la dirección que ellos denominan nacional, ha inundado literalmente los informativos catalanes. En las tertulias de la semana pasada no se hablaba de otra cosa. ¿Qué importancia tiene para los catalanes que el departamento de educación estuviese ocupado por los sindicatos para protestar por la cacicada del consejero Gonzàlez-Cambray? ¡Ninguna! Solo les importa el PP.
A lo mejor es que el lío del PP sirve para no hablar de una cuestión que incomoda a los tertulianos próximos a Esquerra y que acostumbran a resolver con ataques al supuesto “corporativismo” de los sindicatos para evitar criticar al consejero. El consejero, que no ha consultado con nadie el cambio del calendario escolar, ni siquiera con el Consejo Escolar, sale indemne de los reproches y los “malos” son los sindicatos. Hablar de gobernanza teóricamente es muy bonito, pero hay que aplicarla para que sirva de algo. ¿Es que no era significativo que el viernes de la semana pasada se reunía la comisión bilateral Estado-Generalitat? Parece que no, si bien es verdad que ninguna medida trascendente se toma un viernes por la tarde. La crisis del PP madrileño ha venido muy bien para tapar un nuevo fracaso de la estrategia negociadora de Esquerra. Somos provincianos incluso comunicativamente.
2. ¿Qué nos debería importar de la crisis del PP? No hay duda de que la crisis del PP es capital, sobre todo si se resuelve a favor de Isabel Díaz Ayuso. Que el principal partido de la oposición esté en manos de una política que no es que sea de derechas, sino que es algo más. Es una extremista que podría estar al frente de Vox. De hecho, la línea que separa a muchos militantes —y votantes— del PP de los de Vox es muy delgada. Los ultras antes estaban cobijados en el seno del PP, hasta que un grupo, inicialmente insignificante, en 2013 decidió separarse porque consideraba que Mariano Rajoy era demasiado blando con los presos de ETA y Cataluña. Santiago Abascal se dio de baja del PP un mes antes de inscribir Vox en el registro de partidos. Pero el ala dura del PP siempre ha sido un puente entre las dos derechas.
En mayo de 2013, meses antes del nacimiento de Vox, Aznar presentó el libro Cuando la maldad golpea, una publicación coordinada por la Fundación Villacisneros y la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), y lo aprovechó para cargar contra el PP de Mariano Rajoy. El libro da voz a doce familiares de víctimas del terrorismo, entre ellos Ana Velasco, hija del comandante del ejército Jesús Velasco Zuazola, asesinado por ETA. Ana Velasco sería una de las fundadoras de Vox, como Ortega Lara. No creo que se tratara de una mera coincidencia que Aznar apadrinara el libro. Otro fundador de Vox, José Luis González Quirós, dirigió la Revista Cuadernos, una publicación que edita la FAES, la fundación presidida por Aznar, desde el 2003. González Quirós se dio de baja de Vox el mismo que Vidal-Quadras aduciendo que había que reagrupar fuerzas ante la amenaza de los social-comunistas. Corría el año 2015. Por lo tanto, la FAES controla desde hace tiempo un partido y medio. Quizás es que ahora ha llegado el momento de controlarlos de verdad a los dos.
3. La crisis del régimen del 78. En mi última columna les expliqué que el independentismo catalán ha sido —y ya se verá si seguirá siéndolo— el movimiento más rupturista de los últimos años. Provocó que el régimen se tambalease. La crisis del PP es, sin embargo, una derivada de la crisis del bipartidismo español. Durante los primeros años de la Transición, las minorías comunista y franquista no eran muy determinantes. Las minorías vasca y catalana lo eran mucho más. Entonces todavía se vivía en la ilusión catalanista de que se podía catalanizar España, siguiendo la estela del catalanismo político histórico. Si no te planteas la secesión, es evidente que tu política debe perseguir influir en Madrid, que es donde reside el poder real. Ciudadanos nació, entre otros muchas razones, para combatir este esquema. Era necesario crear un partido que hiciera de bisagra entre los dos grandes para marginar a los nacionalistas.
Lo malo es que ETA alimentó a la extrema derecha y los que pagaron el pato fueron los catalanistas. El sistema todavía se alteró más cuando apareció Podemos, un partido surgido del 15M. La crisis del PSOE de 2016 que enfrentó a Susana Díaz y Pedro Sánchez estaba relacionada, como ahora ocurre en el PP, con la disparidad de criterios sobre si había que aliarse o no con los “recién llegados”. El ala dura del PP —Díaz Ayuso, para entendernos— justifica las alianzas con Vox con el argumento fácil de que el PSOE está aliado con los comunistas. Aunque para unos y otros el independentismo es el enemigo. Curiosamente, Podemos se ha convertido en la sacarina para el independentismo diabético.
4. Gobernar y denunciar el agravio. Entretenidos con averiguar quién destripa a quién en el PP de Madrid, que en Cataluña es más irrelevante que Vox, que tiene once diputados en el Parlamento, convertimos la política catalana en más dependiente que nunca de lo que pasa en Madrid. La dependencia es extrema. El proceso independentista nació de esta constatación. Después de la derrota del 27-O, al independentismo le está costando mucho encontrar el tono para combinar la necesidad de atender las necesidades de la ciudadanía y denunciar la imposibilidad de resolver algunas cosas por falta de competencias. El pasado jueves, por ejemplo, el consejero Jaume Giró presentó una iniciativa legislativa que trasladará a los Grupos parlamentarios catalanes presentes en Madrid porque la Generalitat no tiene competencias para regular el riesgo creciente de exclusión financiera. La Cataluña vaciada también existe y la crisis de los cajeros automáticos y la clausura de las sucursales bancarias suprime los derechos sociales, como mínimo, teniendo en cuenta solo Cataluña, de 250.000 personas.
La iniciativa del consejero Giró de presentar esa proposición de ley debería haber sido una oportunidad para debatir sobre los derechos y las competencias limitados por el autonomismo. Los diarios y los tertulianos han ignorado la propuesta del consejero con más activos ganadores como si la cosa no fuera con ellos. La noticia ha quedado soterrada por la crisis del PP madrileño. Provincianismo en estado puro. Es más, cuando no sabes qué hacer para revertir la falta de competencias en los ámbitos más fundamentales de la vida social, suples el déficit dedicándote a combatir el amor romántico, que es una de las últimas campañas del departamento de Igualdad y Feminismos de la Generalitat. Entre eso y las maneras del consejero de Educación, estar pendiente de la crisis del PP es, simplemente, una magnífica cortina de humo para esconder las ineficiencias. Dejar de ser provincianos se convirtió en un hábito adquirido gracias al independentismo. Vuelve la dependencia.