1. La construcción de un relato. A raíz del congreso de Junts en Argelers y de la pírrica victoria del sector “oficialista”, se ha ido difundiendo el discurso, completamente falso, de que el cónclave de Junts en la Cataluña Norte significó un giro, una victoria de los viejos convergentes. Ningún dirigente de CDC de los de antes, de los del 3 % para entendernos, se habría atrevido a pronunciar las palabras rupturistas que se oyeron por boca de Carles Puigdemont, Toni Comín, Jordi Turull y Laura Borràs. Las circunstancias políticas cambian y el personal político, también. De los cuatro dirigentes que hablaron en Argelers, solo dos habían sido antes militantes de CDC y el PDeCAT. Un 50 %, por lo tanto. El problema es que en Argelers exclusivamente acudió esta mitad del alma de Junts, porque es la que está acostumbrada a mandar y se moviliza cuando se siente amenazada. (Por cierto, es un mito que sepan gestionar mejor, se lo digo yo que los he sufrido dentro de la administración). Turull se agazapa detrás de los resultados de este congreso, que el turullismo “manipuló” con los votos de castigo a distintas personalidades, para no aplicar el pacto para que la dirección de Junts sea compartida por el 100 % del partido. Y este pacto, sellado con un apretón de manos, dice que corresponde a Laura Borràs proponer el secretario de Organización, aunque formalmente ahora sea potestad de Turull. Incluso la mafia sabe que la palabra es sagrada.
2. ¿Por qué no puede renacer Convergència? Quién quiera saber por qué no es posible resucitar Convergència que lea el libro de Manel Pérez, La burguesía catalana (Península). El subtítulo es más preciso que el título: Retrato de la élite que perdió la partida. Acierta Pérez cuando habla de élites, porque los burgueses, lo que se entiende por burgueses en el sentido marxista del término, e incluso en el de Antoni Jutglar (que es el referente de Pérez), ya no los hay. Este retrato de las élites durante el procés es una crónica periodística más que un libro de historia. Supongo que el autor, que es periodista, ya lo pretendía, porque en caso contrario habría indicado de dónde saca algunos datos para sostener su relato. Además, a veces Pérez confunde la cronología y los protagonistas, sobre todo entre los políticos. Lo que está claro es que, las élites se separaron de CDC cuando el viejo partido pujolista pasó del nacionalismo autonomista al independentismo. La élite independentista es escasa y poco determinante. Tener dinero te convierte en una persona rica, pero de ninguna forma en uno de aquellos capitanes de industria que pusieron las bases de la modernidad catalana con un programa industrial que iba acompañado de un programa cultural, el Novecentismo, que se convirtió en hegemónico al dejar atrás el Modernismo. Las élites catalanas siempre han necesitado instrumentos para influir en el poder, que todo el mundo sabe que reside en Madrid, incluso en un Estado autonómico. Mientras CiU cumplió esta misión, todo marchó como la seda, porque las élites se sentían representadas. Ahora no tienen ningún partido que las represente.
3. Ningún partido independentista puede sustituir a CiU. Para simplificar el discurso político, los tertulianos y los tuiteros acusan a Esquerra de querer ser la nueva Convergència. No lo será jamás. Antes lo será el PSC que el partido republicano. Las élites se fían más de los socialistas porque actúan, al igual que toda la socialdemocracia mundial, sin los radicalismos de antaño, que de un partido que siente la necesidad de levantar el puño para demostrar que es más de izquierdas que nadie. Las élites intentaron promover un partido, (CiU)dadanos (perdonen la broma), que solo les ha servido un tiempo y a un coste muy alto. Las élites catalanas, que por norma general utilizan el castellano entre ellos y en casa, durante años intercambiaron favores con los convergentes. Los políticos defendían la liberalización de la economía a cambio de que las élites no cuestionaran que el nervio de la nación catalana era la lengua y la escuela el instrumento de nacionalización. Ciudadanos atentó contra este principio y arrastró a los socialistas hacia unas posiciones que hoy, a pesar de los déficits y de que se haya ratificado la pérdida de algunas bazas que ya se habían perdido antes, ha rectificado a medias. Además, la política del pájaro en mano (del peix al cove) funciona cuando el partido que lo practica puede pactar indistintamente, para enumerar lo que ya ocurrió, con Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar o José Luis Rodríguez Zapatero.
4. La extinción del pasado. Artur Mas no pudo llegar a ningún acuerdo con Mariano Rajoy porque aumentó el precio del pacto. Ya no se trataba tan solo de representar a las élites del país y sus ambiciones económicas a cambio de competencias administrativas y del respeto al catalán. La sentencia del Estatuto y la campaña que los populares organizaron en contra del nuevo texto estatutario acabaron con el invento. Mas necesitaba más poder seguir gobernando. Pero CiU no entendió el momento político y priorizó su papel de partido al servicio de las élites frente al de representante de las clases medias, que es lo que anteriormente le daba mayorías claras. El famoso catalán enfurecido (el català emprenyat) que después del 1-O se ha convertido en el catalán decepcionado, es determinante y cada vez se abstiene más electoralmente. Lo he escrito un montón a veces y los datos del CEO lo demuestran. Los resultados de las elecciones de 2012, que fue otro más de los errores de percepción de la coyuntura que cometieron los colaboradores de Mas, ratificaron esta tendencia. Cuando el electorado convergente de clase media no se siente satisfecho, cambia de voto y no tiene ningún problema para votar a ERC o a la CUP. La cuestión es que mientras no cambien las cosas no se siente representado por ningún partido. La decantación soberanista del electorado convergente fue anterior a la de los cuadros (nacionales y locales) del partido y la decepción con los políticos de todos los partidos por su gestión del 1-O les ha llevado al abstencionismo (700.000 electores), pues no se sienten representados por nadie. Si el resultado de Argelers es intentar reconstruir CDC, vale más que se marchen. Cataluña no es Escocia y por el momento ningún partido independentista volverá a llenar el espacio convergente, si antes no renuncia explícitamente a la independencia, porque las élites catalanas son unionistas. En Escocia una parte sustancial de la élite apuesta por la independencia. Esquerra intenta emular CDC, pero para que fuera creíble tendría que enterrar a Gabriel Rufián y a Joan Tardà y, también, a Oriol Junqueras. Lo malo es que sin ellos los republicanos no son nada.
5. Tomar una decisión. Si como afirma Jordi Turull, tomando prestado lo que siempre ha defendido Laura Borràs, que la mesa de diálogo con el gobierno español no tiene más recorrido al haber sido planteada como una “anestesia para el independentismo”, Junts debe aclararse. Se puede ser independentista y pragmático a la vez, pero es imposible representar los intereses de las élites unionistas y al mismo tiempo querer obtener el apoyo de las clases medias independentistas. Y es imposible porque es como intentar mezclar agua con aceite. Ni Junts puede seguir siendo eternamente el asistente del anestesista titular, que es Esquerra, ni sumarse a la retórica falsamente rebelde de la CUP. Tiene que encontrar su espacio entre toda la variedad posible de opciones progresistas. Miquel Roca i Junyent no engañó nunca. Cumplió escrupulosamente su papel. Por eso no flirteó jamás con el independentismo. Creo que solo he conocido un roquista que lo fuera. Hoy ningún miembro de Junts sería “padre” de ninguna constitución española. Si alguien pretende serlo, entonces es que está engañando al electorado. Esquerra quiere ayudar a reflotar la izquierda española y por eso es premiada por todo tipo de articulistas. La CUP es, ante todo, anticapitalista. Junts es, y únicamente lo es en este sentido, antisistema. Contrario al régimen del 78. Mantenerse fiel al mal llamado octubrismo tiene este precio. Las élites no invitan a sus fiestas a quienes se empecinan en llevarles la contraria. Hay que saber asumir esta circunstancia y sacar partido de ella para construir una opción creíble mediante acciones inteligentes que sustituyan la retórica de imitación.