España ya tiene presidente, que es el mismo que salió del Hospital de Sant Pau protegido por un guardaespaldas que blandía un subfusil. No queda tan lejos, apenas era el 21 de octubre del año que acaba de terminar. Era cuando el PSOE esparcía tantas mentiras sobre Catalunya como el PP, Cs y Vox. El PSOE ha provocado el crecimiento de la ultraderecha franquista en España, tanto como el PSC alimentó el crecimiento de Cs en Catalunya. Hace tres meses, según los medios privados y públicos españoles (veremos si cesan pronto a Enric Hernàndez, ¿no?), era más peligroso pasear por Barcelona que atreverse a hacerlo en Damasco. Los independentistas estaban encarcelados y Carles Puigdemont era un paria, prófugo de la justicia española, según la falsa versión unionista. Tanta comedia no podía acabar bien. Puesto que Pedro Sánchez se arriesgó a convocar las elecciones después de haber aprobado el 155 y de haber alimentado la catalanofobia y de perseguir a los independentistas, se encontró con que los ajustados resultados electorales del 10-N le obligaban a rehacer el camino.
Siete semanas después de las elecciones, Sánchez ya no teme sufrir el insomnio que decía que no lo dejaría vivir si pactaba con según quién. En política, los bocazas acostumbran a ser oportunistas. Los pactos exprés con UP, PNV y ERC le han permitido superar por los pelos el escollo. Esquerra Republicana, tan poco partidaria de la DUI, pactó unilateralmente (subrayémoslo) con Pedro Sánchez, el carcelero, una abstención que, escuchando a Montse Bassa mientras la justificaba, no es fácil de entender. Si te importa un comino la gobernabilidad de España y argumentas que el futuro presidente español es un verdugo cruel, que ha destrozado a tu familia y a la de muchos catalanes y catalanas, ¿por qué permites que sea presidente? ¿Qué ha cambiado? Deberíamos dejar a un lado la demagogia para evitar el ridículo, que es el consejo tarradellista que esgrimen siempre los prohombres del establishment para denunciar la falta de sentido político de los independentistas.
Si la portavoz ocasional de ERC —elegida con la intención de que llorásemos y así nos olvidáramos de lo que realmente estaba pasando— sentía un desprecio tan olímpico por el futuro de la estabilidad gubernamental, ¿qué pactaron Rufián, Vilalta y Jové a cambio de la abstención? El documento del pacto que está colgado en la web de ERC (¡¡¡que solo está disponible en castellano!!!), que quizás se convierta en algo tan mítico como la servilleta que usaron para fichar a Messi, no menciona a los presos, ni la autodeterminación, ni siquiera las infraestructuras, que es un clásico de la compra de voluntades catalanas por parte de todos los gobiernos españoles. El acuerdo es puramente procedimental, y no prevé que el Estado deje de perseguir el independentismo o que permita la toma de posesión de Oriol Junqueras como eurodiputado. El acuerdo dispone —y cito reagrupados los puntos 3 y 4—, “la Mesa iniciará sus trabajos en el plazo de quince días desde la formación de Gobierno de España y establecerá plazos concretos para sus reuniones y para presentar sus conclusiones. La Mesa establecerá mecanismos para garantizar el inicio y mantenimiento de su actividad y el cumplimiento de los acuerdos”. Una Mesa de negociación bilateral entre gobiernos (así lo contempla el punto 1) debería estar presidida, por lo menos por parte catalana, por Quim Torra, el presidente al que preferirían muerto, pero que resulta que pertenece al grupo independentista mayoritario en la cámara catalana.
Antes de caer en la tentación de provocar una crisis de gobierno en Catalunya es necesario que los republicanos demuestren que el conflicto con Catalunya es la principal emergencia social que abordará el gobierno de España
Esta es la anomalía que los columnistas y tertulianos posconvergentes, ahora reconvertidos en propagandistas de Esquerra Republicana, quieren resolver mediante unas elecciones. Si no estuvieran tan colonizados mentalmente —o sea, si no hubieran retomado la teoría provinciana pujolista sobre el poder real de las cosas—, recomendarían que antes de caer en la tentación de provocar una crisis de gobierno en Catalunya es necesario que los republicanos demuestren que el conflicto con Catalunya es la principal emergencia social que abordará el gobierno de España. Para empezar, el gobierno PSOE-UP debe abandonar el autoritarismo y reconocer a los interlocutores legítimos de cada sector. Por eso es obligado que deje de perseguir a Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí, y, también, que libere al eurodiputado Junqueras. Si esta coalición progresista no lo hace, será la prueba que la abstención de ERC no habrá servido para nada, más allá de debilitar la unidad independentista y de dar alas a la represión.
El independentismo no puede aceptar nunca una negociación-trampa. La amnistía para los presos y el fin de la persecución de los exiliados no es negociable. Tiene que ser el punto de partida. No basta con que el Estado abandone las causas judiciales. Debe comprometer a restablecer la democracia. El derecho a la autodeterminación tampoco es negociable. No digo que no se puedan negociar los plazos para ejercerlo, pero sería absurdo que el independentismo renunciara a la autodeterminación cuando la represión empezó con las consultas del 2010 y por el triunfo del 9-N y del 1-O. Si el acuerdo entre PSOE y ERC estipula que todo lo que se pacte en la famosa Mesa de negociación se someterá “a la validación a través de consulta a la ciudadanía de Catalunya”, ¿qué problema hay para incluir la autodeterminación? Si este proceso de negociación se centra solo en el fin de la represión, ¿qué sentido habrá tenido el proceso democrático de reivindicación soberanista de la última década? La frustración se apoderaría del independentismo y quien conseguiría “ensanchar la base” sería el unionismo con la contribución manifiesta de ERC.
El independentismo está consiguiendo en Europa la justicia que le ha sido negada en España. Por lo tanto, lo mejor es no precipitar los acontecimientos. En política la administración del tiempo es muy importante. La oposición parlamentaria es más débil ahora que un tiempo atrás porque Cs es hoy un partido en crisis y porque el PSC solo dispone de una minoría parlamentaria muy inoperante. Si el PSOE se decide por constituir la Mesa acordada con ERC, tal vez haya que cambiar la composición el Govern presidido por Torra para sustituir a consejeros quemados o poco eficientes y para reforzar la capacidad política del ejecutivo. La legislatura debe seguir hasta el final. Quien tiene que demostrar buena voluntad es la coalición PSOE-UP, que deber ofrecer pruebas que tiene el coraje de sentarse a negociar con todo el independentismo mientras resuelve las injusticias derivadas del déficit fiscal y de la apropiación indebida del Estado.