1. La ofensiva de Esquerra de este fin de semana ha sido planificada. Los republicanos hicieron coincidir el mismo sábado la convocatoria de una ejecutiva nacional, una rueda de prensa para anunciar un gobierno en minoría y un artículo de Oriol Junqueras, con el cual dejaba meridianamente claro que su prioridad no es reanudar el combate por la independencia. Lo que apuntaba Junqueras en el artículo, con una prosa muy blanda, parecía dirigido al juez Marchena, ahora que este magistrado reclama a los presos que se pronuncien sobre el indulto. En todo caso, Junqueras, como faro que es de los republicanos, reclama que el Estado se implique más en la autonomía en vez de proponernos que nos libremos de ella porque es el principal culpable de la persistencia del déficit fiscal, de una financiación autonómica injusta y de la centralización de competencias y de servicios. Además, ¿por qué no se pusieron en marcha desde el 2015, cuando se suponía que se estaban organizando las nuevas estructuras de estado, los buenos propósitos que dice Junqueras que tienen que guiar el nuevo Gobierno? Quienes estaban en el Gobierno en aquel momento, y servidor estaba, saben perfectamente hasta qué punto la vicepresidencia económica de la Generalitat de entonces es responsable de los incumplimientos.
2. No me creo las explicaciones sobre por qué Esquerra ha roto unilateralmente la negociación con Junts. ¿Quién se puede creer que el giro es consecuencia del hecho de que Jordi Sánchez no se quisiera reunir con Pere Aragonès el viernes, justo a las vísperas del congreso de su partido? La excusa podría colar si Junqueras no hubiera escrito "Tenemos que planificar los cambios pensando a 10 y a 20 años vista. Salir del día a día para pensar en pasado mañana", que ataca la línea de flotación de la estrategia rupturista de Junts, y es lo mismo que defensa Andreu Mas-Colell, el antiguo responsable de los recortes sociales que Esquerra criticó tanto durante la presidencia de Artur Mas. La celebración de Junqueras del nuevo plan Marshall estaría muy bien si el verbo que utiliza para hacerlo no lo conjugara en condicional. Cuando especula que Catalunya recibirá 30.000 millones de euros de los 140.000 millones que percibirá el Estado, escribe, literalmente: "podría acabar recibiendo una inversión...". ¿Qué le hace confiar en esta inversión millonaria de un estado que hace décadas que incumple todas las promesas y los plazos de inversión? El procés independentista empezó, precisamente, porque ni bajo un gobierno del PSOE se cambió la dinámica centralizadora empezada desde el día siguiente del 23-F. Se puede cambiar de estrategia, sobre todo si no te ha acabado de salir bien, pero no puedes cambiar de argumento para justificar tu acción independentista. Si enmiendas las razones por las cuales empezaste un procés de emancipación es que ya no crees en él. No hay liberación de la mujer sin feminismo, como tampoco se alcanzará la independencia sin un independentismo que se encare al Estado.
3. Junts no quiere renunciar al embate permanente con el Estado para fortalecer la posición del independentismo y agravar la crisis del régimen del 78, que es mucho más profundo de lo que se quiere reconocer y que se aguanta tan solo por el apoyoo del PSOE y Podemos. La débil democratización de las estructuras de poder, como se ha podido constatar en la persecución política del independentismo, es una grieta que se puede ensanchar o bien empequeñecer según cómo se actúe. Se puede proporcionar cal al PSOE para que blanquee las paredes y lo disimule o bien ponerlo permanentemente contra las cuerdas para obligarlo a ceder en alguna cosa. De momento, Pedro Sánchez no ha cumplido ninguno de los acuerdos que pactó con Esquerra por investirlo. Los federalistas de Esquerra, que es un sector muy influyente, están contentos, porque para ellos lo que realmente importa es el poder del Estado. En España, hay un solo estado y la República catalana no existe, como dijo aquel policía que se burlaba del independentismo. Por eso Tardà —y la exdiputada de la CUP Natàlia Sánchez— dejan que el cartel que anuncia una mesa redonda donde participarán con motivo del 14 de abril superponga una bandera —evidentemente sin la estrella blanca o la roja— sobre una bandera española republicana. Ya puestos, yo haría como En Comú Podem, organizadores del acto, y abrazaría la rojigualda directamente, porque la República española es una quimera más improbable que la independencia de Catalunya. Si tenemos que ser realistas, seámoslo para todo.
4. Desde el día siguiente de las elecciones que defiendo que ahora es la hora de Esquerra. Le ganó la partida a Junts y, por lo tanto, tiene derecho a dirigir a la Generalitat. Pero como los republicanos no ganaron las elecciones, porque el partido más votado fue el PSC, si Aragonès quería ser investido presidente solo podía recurrir a Junts. Aliarse con al PSC era imposible si no se daba la presidencia a Salvador Illa. Y eso es lo que ha llevado a Esquerra a cometer un montón de errores. Junts también ha cometido errores. Lo tengo escrito en algunas de las columnas que he ido publicando. Para empezar, los de Puigdemont se han equivocado cuando no han sabido explicar que la lentitud en la negociación no era un capricho, que pactar una coalición de gobierno no es repartir a trozos un pastel, sino que se trata de construir una complicidad. La discrepancia estratégica —que Esquerra a veces minimiza y a veces no— es la causa profunda que separa a los tres partidos independentistas. En una entrevista del Més 3/24 a Toni Comín, el eurodiputado de Junts lo explicaba con mucha clarividencia: "Si ERC no acepta como plan B la hoja de ruta de Junts (el desbordamiento democrático y la unilateralidad), es muy difícil el acuerdo". Esquerra quiere que Junts se doblegue al plan A, que lo fía todo a los dos años de margen que la CUP y ERC dan al PSOE. Guste o no, como los republicanos tienen un escaño más que Junts y cuentan con el apoyo de los 9 de la CUP, es comprensible que el plan A sea el suyo. El escollo es que Esquerra no quiere firmar de ninguna manera un acuerdo que contemple el plan B de Junts. Quiere evitar los reproches de su aliado estatal y que los jueces utilicen el documento para demostrar la falta de arrepentimiento de los presos.
5. Esquerra ha negociado con Junts con un marco mental equivocado. El partido de Carles Puigdemont ya no razona como lo habrían hecho los antiguos convergentes. No digo que una parte de Junts no esté dispuesta a regalar la cartera para seguir mandando, pero pactar con Esquerra solo el reparto de cargos pondría en crisis la estrategia de Junts y haría traquetear el partido. Ya es lo bastante dramático que Carles Puigdemont se haya inhibido de las negociaciones porque no quiere notar el aliento en la nuca de los que están dispuestos a dejarlo ahorcado, que solo faltaría que los negociadores de Junts presentaran a la militancia un acuerdo que solo avalara las tesis estratégicas de los republicanos. Este partido no lo resistiría y las bases no se dejarían manipular tan fácilmente como creen algunos dirigentes. El error de la dirección de Junts también ha sido regalar a Esquerra la defensa, cuando todavía no se ha vencido la Covid, que la tarea inmediata de un gobierno es hacer todo lo posible para garantizar la seguridad de la ciudadanía. El artículo de Junqueras tiene la virtud de hablar del mundo post-Covid, aunque lo disocie de la independencia, mientras que Junts no sabe oponer, con la habilidad de Nicola Sturgeon, una explicación plausible sobre por qué aplazar la independencia para los próximos 10 o 20 años es renunciar al bienestar. Pero así son las cosas. Por lo tanto, visto que los republicanos quieren gobernar en solitario, pues la mejor opción es que Junts facilite la investidura de Pere Aragonès a cambio de algunas concesiones. Si ERC no cede, porque, como hasta ahora, no quiere ceder en nada, entonces se constatará que quien ha estado especulando durante todo este tiempo sobre la repetición electoral han sido ellos. En la política democrática, como apuntaba el querido Josep Solé i Barberà, exdiputado del PSUC, incluso las discrepancias se pactan.