La anatomía del instante presente es esta. Un escritor obsesionado con la unidad de España y que cada vez es más ultranacionalista, es ovacionado en las redes sociales por un político tan trastornado como él por la unidad de la patria. Que Miquel Iceta retuiteee una desvergonzada —y propagandista— entrevista de Núria Navarro con Javier Cercas no sería noticia puesto que el primer secretario del PSC difunde siempre todo tipo de panfletos contra el independentismo. No sé qué político es peor, si aquél que no lee nunca la prensa, como reconocía sin ningún rubor Artur Mas, o el que solo lee los periódicos que le son favorables, como me confesó el propio Iceta años atrás, cuando todavía disimulaba y estaba dispuesto a compartir mesa con “gente sospechosa” como un servidor.
A mí Iceta nunca me pareció tan listo como dicen. La prueba está en que aún no se ha dado cuenta de la trascendencia de difundir desde su cuenta de Twitter una entrevista con un titular tan provocador e injusto, además de inmoral, como este: “Esta crisis es terrible, pero me afectó más el otoño del 2017”. “Fue brutal”, describe Cercas. Confinado en Verges, con la cuenta corriente hinchada por la gente agradecida con su “valentía” contra el Satanás independentista, Cercas es el vivo ejemplar del conservadurismo del régimen del 78, que el Iceta de los GAL sintetiza muy bien, y se recrea en su personaje, que ni siquiera es real, sino que es un modus vivendi para seguir teniendo herrada la bolsa. El primero que supo vivir de este victimismo españolista fue Miquel Porta Perales, pero puesto que Porta escribe peor que Cercas no ha pasado de participar en tertulias. Los dos pertenecen a los desvergonzados que retrató muy bien Ignacio Sánchez-Cuenca a La desfachatez intelectual (2016).
Es de una sociedad en estado inmoral que surgen las filosofías inmorales
Que Cercas tuviera más miedo en octubre de 2017 que ahora, cuando más de 10.000 catalanes han muerto víctimas de la Covid-19, demuestra la calaña de este señor. Cercas antepone su temor a la secesión catalana en un contexto que los únicos que recibieron algún palo fueron los independentistas, a mostrar un poco de empatía y de solidaridad con las víctimas de una pandemia que espero no haya afectado a ninguna persona querida por él, lo que sí me ha ocurrido a mí con la muerte la de María, la antigua niñera de mi infancia. La María era de origen extremeño como Cercas, y toda la vida fue una luchadora socialista, hasta el punto que se vanagloriaba de haber escondido en su casa a Joan Raventós y a otros dirigentes del MSC. Y sin embargo, la última vez que estuve con ella me dijo la María que le trasladara al presidente Puigdemont que si necesitaba un lugar donde esconderse, su casa, en Sant Hilari Sacalm, era el lugar ideal. En octubre de 2017 la María fue a votar a pesar de los porrazos de la policía y votó por la independencia. Ahora la Covid-19 se la ha llevado en la soledad de un residencia y con el menosprecio de Cercas e Iceta. Como observaba el filósofo del sentido común F. Xavier Llorens i Barba, es de una sociedad en estado inmoral que surgen las filosofías inmorales.
Que Cercas sea un insensible con las víctimas de la pandemia puede ser castigado por el público decente dejando de comprar sus libros. Al fin y al cabo la vida es corta y siempre faltará tiempo para leer novelistas infinitamente mejores que él. Que Iceta haya cometido el error de comparar indirectamente el proceso independentista con una pandemia tan global y mortífera como esta, solo es comparable con el monumental error de Ada Colau cuando decidió organizar un concierto múltiple y gastarse 200.000 euros. Un tuitero desconocido, que naturalmente Iceta no retuiteará jamás, escribió refiriéndose a la iniciativa de los comunes: “El día siguiente del 17-A el Ayuntamiento organizó un minuto de silencio en la Rambla, ahora, con más de 10.000 muertos, Colau [y Collboni, añado yo] organiza un concierto”. Es imposible resumirlo mejor. Mientras unos se gastan dinero público con propaganda o no se sienten concernidos por el desastre humanitario que ha provocado la pandemia porque “les duele España”, el Consell per la República, el órgano que preside en el exilio el “malvado” Puigdemont, se gasta los exiguos recursos de que dispone para comprar batas, mascarillas y guantes para repartirlos por toda Catalunya, mientras los consejos locales trabajan incansablemente para ayudar a los vecinos.