Pronto habrá gobierno en España. Ha ganado la represión. Junqueras, Forcadell, Romeva y Bassas investirán como presidente a Pedro Sánchez, quien es el mismo individuo, ahora travestido de cordero, que en 2017 se alió con el PP para impedir el proceso de autodeterminación y encarcelar a los dirigentes independentistas. Cuesta comprenderlo, pero es así. Los presos ni siquiera se beneficiarán del tercer grado, que la consejera de Justicia (de ERC) se niega a concederles, y que vendrían a ser las famosas 155 monedas de plata del inefable Rufián, uno de los peores dirigentes que jamás haya tenido ERC. Que un partido independentista esté dirigido por alguien que asegura no serlo, es una de esas ambigüedades de la modernidad líquida que definió Bauman: cualquier cosa cambia de forma precisamente por la inconsistencia del elemento.
En un tiempo de incertidumbre, la incoherencia solo obtiene un premio momentáneo, mientras no se note el circunloquio, el error, el malentendido, el equívoco que acompaña a la acción. Los cargos de ERC en Twitter obligan a la demás gente a elegir entre las migajas de pan y la libertad, mientras el programa de gobierno que presentaron antes de acabar el 2019 PSOE y UP propone resolver el conflicto de Catalunya con promesas competenciales que no resuelven la cuestión de fondo. Para empezar, el pacto ni siquiera menciona un posible pacto fiscal, que es lo que propuso Artur Mas a Mariano Rajoy para olvidarse del 9-N. ¿Recuerdan ustedes qué decían entonces los dirigentes de ERC, incluida Carme Forcadell? La exigencia fue contundente: “¡Presidente, ponga las urnas!”. El pacto de ERC con el PSOE, que en realidad nadie conoce, es tan líquido que convertirá el pacto del Majestic entre CiU y el PP de 1996 en algo bueno. Por lo menos Pujol supo negociar mucho mejor la autonomía que los de ERC, que se conforman con unas pocas partidas presupuestarias, a pesar de que fue entonces cuando empezó la decadencia pujolista. El apoyo del PP a CiU en el Parlamento fue suicida (lo escribí y lo firmé con algunos columnistas que ahora aúpan a ERC), tanto como lo fue para ERC votar como presidente a José Montilla, el amigo de Joan Tardà, en 2007.
ERC no podrá emular a CiU, porque la ambigüedad política de hoy de los republicanos se para en las puertas de una supuesta ideología de izquierda, lo que les impedirá siempre pactar con la derecha española como hacían los convergentes sin ningún reparo. El purismo “izquierdista” mata e inhabilita ERC para devenir un partido suficientemente centrado como sueñan los columnistas del establishment. Si el independentismo estuviera desactivado y reculara hasta el 15% que no molesta, como pasaba antes, ya se habrían dado cuenta. Cuando todo se “normalice”, aparecerá un grupo de centroderecha que desplazará a ERC y entonces los que ahora alaban el neoautonomismo de los republicanos les criticarán por la subida de impuestos y por las cuatro banalidades pseudoizquierdistas que creen haber pactado. Felipe González gobernó 14 años y no presentó ninguna ley de igualdad de género, por poner un ejemplo, pero todo el mundo todavía hoy loa la “modernidad” de sus gobiernos. Ante la derecha cavernícola, que en España es rematadamente franquista, el tuerto es el rey. La derecha casi nunca engaña, es transparente como el agua, la izquierda, en cambio, siempre es retórica, incluso cuando aplica políticas de derechas. La modernidad líquida es hija de la socialdemocracia, que pensó que para marcar diferencias le bastaba con un poco de colorante rojo.
Hoy se reúne el Consejo Nacional de ERC y aprobará investir a Pedro Sánchez, el carcelero. La reunión será un paseo militar. Triunfarán las tesis de la dirección, copada por cargos públicos, por gente que recibe un sueldo a cambio del silencio. Serán los mismos que el 30 de enero se negaron a investir a Puigdemont por miedo. Por miedo a perder el sueldo, ¿eh? En los partidos de hoy en día los disidentes se marchan para evitar el mobbing, el maltrato político al que les someten los grandullones en coche oficial. La mayoría de las veces estos disidentes son la parte más preparada y consciente de estos grupos políticos y, además, son los que no necesitan vivir de la administración porque tienen oficio y beneficio. En la conocida reunión de 1964 del Comité Ejecutivo del PCE en la que Fernando Claudín y Jorge Semprún empezaron a cavar su tumba, Claudín preguntó a Santiago Carrillo cuántas veces aquel comité había votado en contra de sus propuestas. Era una pregunta retórica, porque Claudín ya sabía la respuesta. Ninguna. El pensamiento fluye al margen de unos partidos que, si no son corruptos, a menudo acaban siéndolo porque se convierten en una gestoría de intereses sin ningún tipo de contrapeso.
Hoy se reúne el Consejo Nacional de ERC y aprobará investir a Pedro Sánchez, el carcelero. La reunión será un paseo militar. Triunfarán las tesis de la dirección, copada por cargos públicos, por gente que recibe un sueldo a cambio del silencio
El día siguiente de los Reyes Magos, ERC traerá carbón a los catalanes. Les regalará la investidura del carcelero y, además, reclamará que vayamos a cantar los últimos villancicos ante las puertas de Lledoners, Mas d’Enric o el Puig de les Basses mientras el estado intenta deshacerse, por segunda vez, del presidente de la Generalitat. Ahora, de Quim Torra. Un despropósito. Una insensatez. La Catalunya líquida que, ay, gestionará las becas universitarias del mismo modo que gestionan mi sueldo como profesor universitario —o sea, por delegación—, habrá triunfado para satisfacer, curiosamente, a los poderosos. Tanto ajetreo para nada. Para acabar con un pacto que hace que ERC recoja las migajas del suelo. ERC ha exigido menos al PSOE y UP para investir al carcelero que lo que exigió a JxCat para restituir a Carles Puigdemont. Uno será presidente con los votos de los independentistas claudicantes, el otro está en el exilio liderando la lucha por la libertad y la autodeterminación. A esa contradicción la llaman "doctrina Junqueras".