Decía el psicoanalista suizo Carl Gustav Jung que uno es lo que hace y no lo que dice que hará. Lo importante, pues, son los hechos. Los sueños, sueños son. Esta semana van cayendo mitos uno tras otro. En la sala del Tribunal Supremo que juzga a los líderes independentistas del 1-O y en el Congreso de los Diputados, donde la legislatura da sus últimos pasos después de que los grupos parlamentarios de ERC y PDeCAT hayan votado favorablemente las enmiendas de devolución de los presupuestos generales del Estado. Se acabó la discusión, a pesar de los ataques contra los independentistas de la alcaldesa Colau, ella siempre tan oportuna. Nadie debería sacrificar la libertad al chantaje del dinero. Con Pujol bastó y sobró.
Si en algún momento hubo un pacto entre el PSOE y los independentistas catalanes, está claro que ayer saltó por los aires. En realidad, la investidura de Pedro Sánchez fue posible por el hartazgo de los independentistas ante un PP cerril, prepotente, represivo y nacionalista hasta los tuétanos. No es que el PSOE fuera mucho mejor, pues está comprobado que entre sus dirigentes —históricos y actuales— el nacionalismo españolista es igual o superior al de las derechas extensas que hoy campan por tierras castellanas imitando a ese Cid matamoros de la batalla de Alcocer que tanto gusta a los de Vox.
Los independentistas catalanes erraron en sus cálculos a finales de 2017, cuando se produjeron los hechos que ahora se juzgan con escasas garantías democráticas. Ha quedado demostrado que su ingenuidad fue apabullante. Ese cuento de que se podía llegar a la independencia transitando de la “ley a la ley” fue, reconozcámoslo, suicida. Un ejercicio académico que se intentó poner en práctica durante la sesión parlamentaria más tensa que ha vivido la cámara catalana desde su restauración en 1977. Sólo sirvió para dar argumentos contra el soberanismo al demagogo portavoz de los QWERTY que estuvo arropado por la derecha españolista.
El orden de los factores hubiera tenido que ser otro. Primero debería haberse proclamado la independencia para después edificar otra legalidad. Todas las independencias de los últimos tiempos han triunfado así. “Los experimentos, con gaseosa, joven”, le espetó Eugenio d'Ors a un camarero que, desconocedor de cómo se abría una botella de champán, acabó derramando en la chaqueta del escritor la mayor parte del líquido espumoso. Siempre se puede hacer mal algo que a priori parece muy simple. Como todo el mundo sabe, en aquellas fechas faltaron estadistas y los pocos que hubo quedaron sepultados bajo la demagogia de los oportunistas. Nadie quiso asumir el papel de Michael Collins.
Este juicio, con tintes turcos, demostrará que el rey se pasea desnudo entre los matorrales de la xenofobia españolista
Pero la vida sigue. Y los presos independentistas catalanes se enfrentan a un juicio político en toda regla. Los argumentos de la acusación expuestos durante la segunda sesión de ayer fueron profundamente políticos. Que si Catalunya no tiene soberanía, que si un parlamento regional no puede legislar, etc. Fiscales y acusación particular fueron desobstruyendo los fundamentos de la España plural, semifederal y casi mejor que el sistema alemán de organizar el Estado que lleva vendiendo el régimen del 78 desde el principio. La España de las Autonomías es un decorado que se destruye con la verdad de la verdad dicha en sede judicial como el fuego destruyó el Liceo. Este juicio, con tintes turcos, demostrará que el rey se pasea desnudo entre los matorrales de la xenofobia españolista.
El PSOE, al final, no ha sabido ser alternativa al PP. Pedro Sánchez se creyó a los líderes de ERC y PDeCAT que en Madrid le prometieron fidelidad gratis, deseosos de zafarse de Puigdemont y los legitimistas que ponen en jaque al nacionalismo español con una estrategia de la tensión que mantiene vivo el combate. Además, el ciclo electoral lo está condicionando todo. Los soberanistas también deberían saber que no se pueden pasar de listos y que les conviene rectificar ciertos postulados cuando ya se revelan inútiles. Les pongo un ejemplo. JxCat debería abandonar la idea de que Puigdemont va a poder ser reelegido presidente (la aritmética lo hace imposible) y apretar el acelerador a tope para conseguir que el MHP entre el Parlamento Europeo y se convierta en la voz catalana en la UE.
En fin… A lo mejor Pedro Sánchez nos sorprende y no convoca elecciones anticipadas hasta el año que viene. Solo tiene que prorrogar los presupuestos que aprobó Rajoy, su aliado cuando aplicaron conjuntamente el artículo 155 para alterar la democracia en Catalunya y deponer al Govern legítimo.