El soberanismo tiene que perder peso, reclaman algunos articulistas. Es urgente recuperar el catalanismo bajo en calorías, por resumirlo a la manera de Enric Juliana. Aquel catalanismo que supuestamente no molestaba a nadie porque era sumiso, penoso, sin dientes, comestible, españolista a fuer de querer reformar el Estado español sin conseguirlo jamás. “Rectificar” es el verbo preferido de este catalanismo light. Un catalanismo que siempre está a punto de entonar un mea culpa sonoro, beatífico, desvergonzado. La autoinculpación es el recurso de los débiles. Y el catalanismo siempre ha sido un movimiento débil en tanto que de puertas afuera Catalunya no ha conseguido lo que se proponía y esa era una pieza esencial del proyecto. El 15 de febrero de 1939, el historiador Ferran Valls i Taberner, antiguo diputado de la Lliga Regionalista y rebautizado como Fernando por él mismo, publicó su primer artículo en La Vanguardia después de la ocupación del Ejército Nacional. Lo tituló, precisamente, “La falsa ruta”. No podía ser de otra manera. La tesis de este conocido artículo era que la guerra había sido provocada por los catalanistas y el gobierno Companys, asumiendo la mentira, explotada por la historiografía de extrema derecha de ahora, de que los sublevados no eran los franquistas, sino los defensores de la democracia. De hecho, la mayoría de las condenas a muerte firmadas por Franco se justificaban con el delito de “rebelión militar” de los encausados. El mundo al revés, pero así es cómo se puede justificar lo injustificable. Así es cómo un periodista que había trabajado a las órdenes del tripartito puede recurrir a Valls Taberner para atacar al independentismo actual.

El independentismo es la mayoría, porque en democracia son los votos lo que cuenta, a pesar de que otros catalanes se opongan a la separación

La escudería de opinadores unionistas hoy en día hace lo mismo que hizo Fernando Valls Taberner en 1939. Intenta convertir en culpables a los independentistas, obviando que el gobierno español —el de antes y el de ahora— se niegan a negociar una salida política al conflicto con la mayoría del pueblo catalán. El independentismo es la mayoría, porque en democracia son los votos lo que cuenta, a pesar de que otros catalanes se opongan a la separación. Este conflicto no lo han provocado los independentistas, como la Guerra Civil no la empezaron los republicanos. El conflicto surge porque, de entrada, el TC se pasó por el arco de triunfo lo que había sido votado democráticamente por el pueblo. En España fueron pocos los que se escandalizaron. Al contrario. La xenofobia anticatalana es uno de los ejercicios predilectos de la mayoría de españoles. Es increíble pero es así. Y la xenofobia está estimulada tanto por gente de derecha como de izquierda, no nos engañemos. Lo sorprendente es que ante este tipo de ataques lo que se reclame, en el mejor de los casos, sea paciencia y, en el peor, que se afirme sin ruborizarse que los culpables de tanta maldad son los catalanes independentistas. La xenofobia anticatalana es anterior al anticatalanismo, provocado por los esfuerzos de los catalanes del siglo XIX y XX para participar en la construcción del Estado-nación español. La semana pasada pudimos constatar hasta qué punto todavía colea ese catalanismo bajo en calorías que se postra ante el poder sin obtener nada a cambio.

El españolismo existe independientemente de si el catalanismo es más blando o más maduro y decidido

En la España actual los criterios de la derecha extrema se van imponiendo poco a poco en todas partes. Incluso en Catalunya. Y, según esta gente, el conflicto actual no tiene solución porque Carles Puigdemont y los intransigentes de la Crida Nacional no se bajan del burro. Por eso el unionismo exalta a ERC y a Oriol Junqueras, porque  detecta signos de debilidad. A menudo la prisión sirve para provocar este efecto. La represión y la guerra siguen la misma lógica. Esta es la razón por la que Oriol Junqueras sigue encerrado. Secuestrar la voluntad de un preso, doblegarla, es el objetivo de todo encarcelamiento. Por eso es importantísimo solidarizarse con los presos –y por eso mismo los presos no pueden pretender dirigir la política catalana. El exilio, a pesar de sus inconvenientes, deja más libertad. Pero volvamos al catalanismo bajo en calorías, que es el motivo del artículo.

Otra de las tesis de los defensores de que los soberanistas son los que han provocado el conflicto es que las movilizaciones independentistas están en el origen de las movilizaciones españolistas. El españolismo en Catalunya existe desde tiempo atrás. Si no fuera así no tendríamos un nombre para designarlo: lerrouxismo; y los lerrouxistas no habrían dispuesto de la mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Barcelona entre 1909 y 1911, ni durante el periodo 1918-20 no se habrían convertido en la primera minoría municipal, con Manuel Morales Pareja como alcalde y el populista Emiliano Iglesias ocupando la primera tenencia de alcaldía. El Partido Republicano Radical fue fundado por Alejandro Lerroux en 1908 al escindirse de la Unión Republicana de Nicolás Salmerón. El motivo de la escisión era que los lerrouxistas se oponían al catalanismo light del partido de Salmerón. Otra falsa ruta que no tenía en cuenta que el catalanismo del expresidente de la Primera República era más tibio, para entendernos, que el de Carles Campuzano y Jordi Xuclà. El españolismo no queda satisfecho con las muestras públicas de contrición. No está interesado en las rebajas, quiere la liquidación del stock entero.

El españolismo existe independientemente de si el catalanismo es más blando o más maduro y decidido. El motivo de la exacerbación españolista de Celestino Corbacho, por ejemplo, no es culpa del pujolismo, aunque el exministro siga obsesionado, como muchos socialistas de la vieja guardia, con Pujol. El españolismo de muchos militantes del PSC es marca de la casa, como ya describió hace muchos años Jaume Lorés, el cuñado de Pasqual Maragall.  Culpabilizar a los defensores de una determinada idea política y extender sobre ellos una sospecha general de subversivos, violentos, intransigentes o totalitarios es puro maccarthismo. Las acusaciones del senador Joseph McCarthy contra los comunistas, reales o supuestos, norteamericanos equivale al intento unionista de nuestro tiempo de convertir el independentismo catalán en el culpable del naufragio de la democracia española. Esta sí es la falsa ruta.