“La realidad es incómoda”, ha observado alguien durante el primer día de debate de la moción de censura. Sólo hacia el final del debate entre Rajoy y Sánchez ha aparecido Catalunya. Rajoy y Sánchez han evitado debatir sobre el conflicto con Catalunya. Ni siquiera se ha atrevido a entrar al trapo José Luis Ábalos al exponer los motivos por los que el PSOE ha presentado con prisas esta moción de censura. Mariano Rajoy ha abierto la caja de truenos cuando ha asegurado que, acabe como acabe la votación de la moción, “yo seguiré siendo español”. No era ningún adiós. Aunque al final lo sea. Era el primer dardo lanzado por Rajoy para atacar el flanco más débil de los socialistas, que es una competición muy antigua para averiguar quién es más “patriota”, y, en especial, para subrayar la incoherencia del PSOE de pactar con el PP la deposición del Gobierno legítimo de la Generalitat y ahora buscar el apoyo a la moción de censura de los 17 diputados y diputadas soberanistas catalanes. Ábalos lo ha reconocido desde el primer momento: “Ustedes [los del PP] llevan muy mal que alguien les dispute el mismo espacio”. Puesto que me parece que el secretario de organización del PSOE no se estaba refiriendo al espacio ideológico, es lógico pensar que la competición era sobre quién es el primero de la clase en defender España.

El debate ha sido por lo general elíptico. Si no fuera porque a la mayoría de la opinión pública y publicada catalana Mariano Rajoy les resulta tan insoportable como Donald Trump, se reconocería que el presidente del gobierno español ha tumbado a Pedro Sánchez en más de una ocasión. Rajoy agitó el miedo por la debilidad del futuro gobierno del PSOE al destacar la inconsistencia del programa que ha propuesto Sánchez, enfatizada por la promesa, dirigida al PNB, que asumiría los presupuestos aprobados recientemente y que el PSOE y Podemos rechazaron con grandes aspavientos. Pero es que, además, Rajoy ha tirado de la hemeroteca para regalar a la audiencia con el montón de improperios que Sánchez y otros dirigentes del PSOE han lanzado contra los independentistas catalanes y, en especial, contra Quim Torra. No vamos a descubrir ahora que la política es el arte de justificar una cosa y la contraria sin inmutarse. Los políticos profesionales —me refiero a los que  viven de ella y no a los que son competentes— no rectifican jamás. No saben reconocer sus errores. Estoy seguro de que hoy Sánchez querría no haber publicado uno de los tuits más infames que se han escrito sobre Quim Torra y con el que acusó al nuevo jefe del Gobierno catalán de ser el Le Pen de la política española. La cuestión es que Sánchez escribió ese tuit y ahora se ve en el trance que tiene que pasar de puntillas sobre este tipo de insultos para obtener los votos de PDeCAT y ERC. Pedro Sánchez no se disculpó en ningún momento, aunque los portavoces soberanistas se lo pidieron insistentemente.

El PSOE se ha esforzado en argumentar que presentó la moción de censura como consecuencia de la sentencia del caso Gürtel. La intención de los socialistas es beneficiarse de la idea de que el PP es el enemigo número 1 de la democracia en España. La réplica de Mariano Rajoy ha sido la habitual en estos casos, revolviéndose contra Sánchez y enumerando los múltiples casos de corrupción que han afectado al PSOE: “Cuando llegue la sentencia de los ERE ¿se van a poner ustedes una sentencia a sí mismos?” —le echó en cara a Sánchez el siempre pícaro jefe del gobierno—. El festival de reproches entre el PP y el PSOE por la cuestión de la corrupción, que Rajoy ha resumido muy bien cuando ha señalado, sin empacharse, que “corrupción, como sabe usted muy bien porque la tiene muy cerca, la hay en todas partes”, ha sido aprovechado enseguida por Albert Rivera. El líder de la extrema derecha nacionalista, que ha crecido, precisamente, explotando la idea de que el Régimen del 78 está podrido por culpa de la corrupción de los partidos del bipartidismo, ha publicado un tuit muy oportuno al respecto: “La corrupción y la irresponsabilidad del bipartidismo nos ponen a todos a los pies de los caballos. Es terrible que el futuro de España lo decidan los que dieron un golpe separatista, nacionalistas y populistas, en lugar de todos los españoles en las urnas”. Rivera tiene olfato político y sabe que el actual teatro acabará en unas elecciones. La próxima campaña electoral de Cs se apoyará en la denuncia, dirigida contra el PP y el PSOE, que estos dos partidos son los culpables de la bajada a los infiernos de España con la corrupción y el pacto con los “nacional-separatistas”, como diría la reliquia socialista que es Paco Vázquez.

Campuzano ni siquiera ha conseguido que Sánchez reconociera un hecho tan simbólico como declarar públicamente que había insultado gravemente e injustamente a Quim Torra

En mi artículo anterior escribí que la “moción de Sánchez habrá sido una bengala disparada en alta mar por un político náufrago”. Finalmente, la bengala le ha proporcionado el salvavidas. La predisposición contra el PP de la mayoría de grupos nacionalistas o soberanistas presentes en el Congreso de los Diputados ha abierto la puerta a la caída de Mariano Rajoy. Es muy lógico en el caso de Compromís, EHBildu, En Marea o Nueva Canarias. No lo es tanto en el caso de ERC y PDeCAT —que es sólo una parte de Junts per Catalunya—. Los partidos catalanes de la época del autonomismo nunca han sabido aprovechar las crisis políticas españolas. Dan el brazo a torcer al rato que alguien les engaña con buenas palabras. Es bastante conocida la imagen que usaba Josep Tarradellas sobre cómo se comportan los políticos españoles: “En Madrid tienen un cepillo enorme que, cuando apareces por allí, te lo pasan por la espalda con gran cordialidad. Tú vas cabreado como una mona a pedir lo que te deben, pero cuando estás allí te cepillan de arriba abajo y cuando te vuelves para casa te das cuenta de que llevas puesta una americana impecable pero con los bolsillos vacíos”. Eso es el que pasará mañana. El único partido que volverá para casa con los bolsillos llenos será el que todo el mundo sabe, el PNV, que en una semana ha toreado a los dos partidos mayoritarios. Los nacionalistas vascos conservan intacto su condición de partido bisagra en la política española, para disgusto del partido naranja. Ya habrá tiempo para saber si la revancha del PP será votar en contra de sus propios presupuestos en el trámite de aprobación en el Senado.

Tarradellas también explicaba otra metáfora, que es menos repetida que la otra: “Tú le pones una gorra a un castellano y al cabo de treinta segundos ya está dando órdenes: lo llevan en la sangre”. Si Tarradellas hubiera pronunciado hoy esta frase le habrían crucificado. Tiene un deje, vamos, ¿racista?, ¿supremacista? No lo sé. Lo que creo que quería decir Tarradellas cuando la empleó es que los políticos españoles, cuando les ofreces confianza sin exigirles nada a cambio, de repente se sienten con el derecho a mandarte. Pedro Sánchez respondió la intervención de Carles Campuzano, tan inconcreta como tenue (ha sido incapaz de citar el nombre del president depuesto, Carles Puigdemont), con la misma tonadilla que venimos escuchado en los últimos años y que se ha quedado demostrado que es falsa, incluso para el caso del PSC. Sánchez le ha asegurado a Campuzano que observando el Estatuto y la Constitución se podrá discutir de todo. Debemos “pasar pantalla”, ha reclamado Sánchez, cosa que es inadmisible para cualquier soberanista, sobre todo mientras haya presos y exiliados (él no ha admitido que los haya), la Generalitat esté intervenida y no se reconozca el derecho a decidir. Que el PDeCAT se tragaría el anzuelo era previsible, aunque estoy seguro de que muchos votantes de Junts per Catalunya no se sienten representados por los posconvergentes. El PDeCAT debería exigirle al PSOE un compromiso menos “enmohecido” y vago. Campuzano ni siquiera ha conseguido que Sánchez reconociera un hecho tan simbólico como declarar públicamente que había insultado gravemente e injustamente a Quim Torra.

A partir de ahora, el PP podrá disputar el terreno nacionalista-españolista a Cs sin la competencia del PSOE

Lo que apunto sobre el comportamiento del PDeCAT es aplicable a ERC. Los seguidores de Oriol Junqueras están en pleno proceso de revisión doctrinal desde que, sin reconocerlo, se dieron cuenta de que antes de los acontecimientos del 27 de octubre se habían equivocado. Y se equivocaron mucho. Pero como siempre pasa con los extremistas que se moderan, la ley del péndulo los lleva a argumentar exageradamente el paso de una posición a la opuesta. Escuchar a Joan Tardà es como volver a escuchar a Joan Hortalà, el secretario general de ERC anterior al viraje independentista del viejo partido republicano en 1989. A pesar de la verbosidad radical, ERC vuelve a refugiarse en el siempre plácido “processisme”. “El nuestro sí es no”, ha proclamada Tardà, como quien cuenta un chiste. La política parlamentaria se está ahogando con tanta frase lapidaria y fatua: “no es no” y ahora “sí es no”. Tardà, sin embargo, y es justo reconocerlo, tiene una dialéctica parlamentaria muy superior a la de Campuzano. Con un discurso contundente, claro y menos mantecoso que el del representante del PDeCAT, Tardà ha reivindicado a los exiliados y a los presos por su nombre (excepto el de Puigdemont, la bicha de los republicanos) y ha denunciado la represión, arrancándoles la careta amable a los impostores que han abonado la vulneración de los derechos civiles de los catalanes. Ha señalado los siete pecados capitales de los unionistas, lo que incluye al PSC. Es una verdadera lástima que los republicanos siempre fallen en los momentos más complejos. A pesar del apasionado y didáctico discurso de Tardà, el portavoz de los republicanos tampoco ha conseguido ni un solo compromiso de Sánchez. 

El PNB y Cs salen aparentemente reforzados de esta moción de censura. Unos por una cosa o los otros por otra. Pero me atrevo predecir que el PP también se refuerza, puesto que las nuevas elecciones tardarán un poco en celebrarse y eso le permitirá recuperar el aliento. A partir de ahora, el PP podrá disputar el terreno nacionalista-españolista a Cs sin la competencia del PSOE y, además, tendrá tiempo para poner a trabajar sus estructuras territoriales. Si el PSOE modera el nivel de insulto y agresividad contra el soberanismo, reprobando, por ejemplo, las palabras pronunciadas por Alfonso Guerra o la vieja guardia socialista, el PP volverá a la carga con los argumentos anticatalanistas que le permitieron llegar a la Moncloa. Game over, de momento. Rajoy se va para casa y el PP a la oposición, si es que no alteran el resultado de la moción con una pirueta final. Personalmente, debería estar muy contento. Al fin y al cabo he sufrido la represión directa por parte del gobierno del PP y de sus servidores en Catalunya, Xavier García Albiol y Enric Millo, el virrey que se va a quedar sin trabajo. Y no obstante no estoy contento. Lo que se ha visto en este debate de censura a Rajoy me recuerda aquella época en que los seguidores del Barça se contentaban con ganar la Copa del Rey y márcale cinco goles al Real Madrid. Mientras tanto, los madridistas ganaban la Liga y levantaban la Copa de Europa. Y ya son trece, lo recuerdan ¿verdad?