Falta menos de un mes para la celebración del referéndum del 1-O y el ambiente político se va calentando. El unionismo más extremista ha puesto el ventilador en marcha y se esfuerza en desprestigiar al Govern de la Generalitat atacando a los Mossos d'Esquadra. La rabia que embargó a los unionistas ante la exaltación internacional por el buen trabajo de los Mossos y del Govern tiene el efecto de unir al españolismo en contra del soberanismo. Comunistas, socialistas, neoliberales y conservadores españolistas se unen sin ningún tipo de complejo para derrotar al soberanismo. En el fondo, el españolismo actúa como los soberanistas, porque la división ideológica en este sector es evidente y profunda, pero con menos vergüenza. Saben cuál es la contradicción principal y qué es lo secundario. Para entendernos, Miquel Iceta se traga el discurso xenófobo de Xavier García Albiol porque lo importante es combatir el referéndum. La unidad de España está por encima de todo.
Los unionistas han acabado con la tercera vía. Ya no existe. La hegemonía del soberanismo en Catalunya es tan fuerte e importante, que los supuestos moderados se han ido a pique. Es por eso que la nueva portavoz del PSOE en el Congreso, Margarita Robles, se apunta a la tesis del PP de retirar por la fuerza las urnas el día 1-O. La excepcionalidad del momento, con todo el Estado decidido a barrer al soberanismo, provoca que el Parlament de Catalunya tenga que jugar al escondite para presentar las leyes del referéndum y de transitoriedad. Para mí, lo más importante es que se presente cuanto antes la ley del referéndum, porque es lo que dará credibilidad al procés. Los unionistas se quejan del oscurantismo del Govern, pero es que la oposición no quiere mejorar la ley, simplemente busca la oportunidad para que Rajoy pueda interponer un recurso en el Tribunal Constitucional y dar apariencia de legalidad al intento de silenciar la mayoría soberanista de este país.
Catalunya en Comú, salvo alguna excepción, es hoy un aliado necesario para el soberanismo. Son necesarios para que el referéndum logre la credibilidad que debe tener.
Cuando Podem Catalunya asegura que podría dar su apoyo a la ley del referéndum si Junts pel Sí y la CUP se avienen a negociarla con la incorporación de algunas de las enmiendas que ellos preparan, la respuesta de la mayoría soberanista tendría que ser afirmativa y negociar con discreción esas enmiendas. Este magma que es Catalunya en Comú y Podem Catalunya, que todavía no son lo mismo, es contradictorio y a menudo va de un lado para otro, pero es un sector que no actúa de la misma forma que el bloque unionista estricto. A pesar de la alianza de Ada Colau con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, que es más necesaria para los socialistas que para ella, Catalunya en Comú, salvo alguna excepción, como por ejemplo Joan Coscubiela y Lluís Rabell, es hoy un aliado necesario para el soberanismo. Son necesarios para que el referéndum logre la credibilidad que debe tener. Ellos son la garantía del no, porque la gran mayoría de las direcciones de Catalunya en Comú y Podem Catalunya es unionista.
La famosa cena que compartió Junqueras con Iglesias y Domènech en casa de Jaume Roures hay que enmarcarla en esta estrategia. Otra cosa es lo que pretenden los populistas que pase en Catalunya al día siguiente del 1-O. Por cierto, en esa cena no se invitó al secretario general de Podem Catalunya, cosa rara, ¿verdad? En todas partes cuecen habas. Pero lo que está claro es que sin referéndum no existe la posibilidad de reeditar el tripartito. Los primeros en saberlo son los propios dirigentes de ERC, pues provocaría la ruptura sentimental a la que alude a menudo Joan Tardà.
El derecho a decidir de los catalanes no se basa en un nacionalismo excluyente, sino en un clamor transversal de la sociedad catalana, que se ha articulado a lo largo del siglo XXI a través de entidades cívicas
A menos de un mes de la celebración del referéndum, la campaña por el sí y por el no ya ha comenzado. Los soberanistas intentan probar que nadie debe estar preocupado por si sus derechos democráticos serán respetados o no, al mismo tiempo que trabajan para que la nueva manifestación del 11-S sea el punto de partida de la recta final. Los partidarios más exaltados del no, en cambio, se dedican a tirar mierda sobre la policía catalana y el Govern. El informe El legítimo derecho a decidir de Catalunya: caminos hacia la autodeterminación, elaborado por un grupo de profesores de universidades de los Estados Unidos, Suiza, Francia y Portugal, concluye que el derecho a decidir de los catalanes no se basa en un nacionalismo excluyente, sino en un clamor transversal de la sociedad catalana, que se ha articulado a lo largo del siglo XXI a través de entidades cívicas. Sostienen los expertos que el soberanismo se basa “en la concepción cívica y liberal de la nación catalana” y no en una concepción étnica. También destacan que esa reivindicación cívica de la nación está recogida en la propia ley del referéndum de autodeterminación vinculante sobre la independencia de Catalunya que Junts pel Sí presentó el pasado mes de julio. No es malo que gente de prestigio recuerde cosas como esas, pero ya las sabían incluso los sindicalistas comunistas que, como José-Luis López Bulla, se declaran contrarios a la celebración del referéndum. El resentimiento causa extraños estragos.
Los grandes especialistas en el estudio del nacionalismo saben qué ha sido el catalanismo y qué es hoy el soberanismo, que su normal evolución después de haber abandonado la idea de que se podía regenerar España. El proceso soberanista se está acabando, quizás incluso se haya prolongado demasiado, pero es innegable que la batalla final no será fácil ni limpia. La izquierda de toda la vida, aquella que creció y se justificó a partir del antipujolismo, hoy en día es tan unionista y torpe como el PP. Las portadas de El Periódico, El Mundo, La Razón o El País son intercambiables. Y es que si un partido como el PSOE optó por oponerse al terrorismo con el terrorismo de Estado con el silencio cómplice de muchos periodistas, ¿qué se puede esperar que pase ahora, cuando todos ellos ven peligrar la sagrada unidad de la patria? El unionismo extremista está empapado del nacionalismo autoritario y étnico propio de la ideología que defienden, unas veces comunista y otras fascista, y un buen ejemplo de ello es ese extremista con raíces vascas y austríacas que se llama Hermann Tertsch, quien en la actualidad todavía lamenta que los españoles no sepan dónde está situada la isla de Guam ni que esta isla del Pacífico, que forma parte del archipiélago de las Marianas, un día fue una posesión española hasta la pérdida de las últimas colonias el 1898. Aquel gran drama que alimentó la aparición de un nacionalismo español que está siempre como el caracol metido en la concha. Los nacionalistas españoles dan miedo pero más miedo tienen ellos de ser derrotados por el pueblo de Catalunya el Primero de Octubre.