1. En Europa los gobiernos de coalición son habituales. No siempre ha sido fácil acordarlos. El caso de Bélgica, que llegó a estar más de un año con un gobierno en funciones por la falta de acuerdo, es lo que más se asemeja a lo que está pasando ahora en Catalunya, porque allí, como aquí, también deben tomarse en consideración dos ejes: el ideológico y el nacional. Que un gobierno esté mucho tiempo en funciones no es lo ideal, pero es absurdo escandalizarse más de la cuenta. ¿Qué es mejor, un gobierno como el de la pasada legislatura, que en realidad eran dos gobiernos en uno, o generar un ambiente de confianza para conseguir al fin un buen acuerdo? La respuesta es clara. Catalunya necesita un buen gobierno y ningún partido está en condiciones de gobernar en solitario. Por lo tanto, la coalición es imprescindible. No sé si los negociadores de Esquerra y Junts han leído el pequeño manual que ha publicado el profesor Jordi Matas Dalmases para formar gobiernos de coalición, pero les aconsejo que lo hagan. Podrían leerlo como un libro de autoayuda, de superación emocional.
2. A pesar de que se podría afirmar que Catalunya ha sido gobernada desde el 1980 por gobiernos de coalición, no estamos acostumbrados a ello. Además, no era lo mismo la coalición formada por CDC y UDC, que tenía la estabilidad que tiene todavía el acuerdo entre la CDU alemana y el CSU bávaro, porque se basaba en un pacto previo, que los gobiernos de los dos tripartidos, formados por PSC, ERC y IVC-EUiA, y que sufrieron turbulencias desde el primer momento. La afinidad ideológica entre los partidos no consiguió suavizar los recelos entre ellos. Supongo que todo el mundo recuerda que Josep-Lluís Carod-Rovira tuvo que dimitir de conseller en cap el 28 de enero de 2004, cuando solo llevaba 37 días en el cargo, o la ruptura del gobierno Maragall en 2006 y el adelanto de las elecciones a raíz de la oposición de Esquerra al Estatut. Son épicas las peleas y zancadillas entre convergentes y democristianos, pero puesto que eran profesionales del poder, supieron disimular la humareda para aguantar veintitrés años, que no son pocos, al frente de la Generalitat. Muchos los criticaban, pero los que más lo hacían son ahora los más nostálgicos de la “profesionalidad” pujolista.
Las coaliciones funcionan cuando al frente dispone de un liderazgo fuerte. Este fue el problema de la pasada legislatura, porque el president Torra jamás fue un líder reconocido internamente, ni siquiera cuando hizo algo bien
3. La negociación entre Esquerra y Junts está encallada y los mentideros públicos y privados no prevén que puedan llegar a un acuerdo para finales de este mes. No tiene sentido ponerse a discutir quién tiene la culpa de este retraso. Tengo escrito que Esquerra se equivocó delimitando el acuerdo con Junts al perímetro que imponía el acuerdo anterior entre los republicanos y la CUP. Del mismo modo que puedo entender las razones de Esquerra para actuar de esa manera, también entiendo que los de Junts no se sientan vinculados a un pacto que es, más que un acuerdo de coalición, una carta ideológica e irrealizable a los Reyes Magos. Esquerra ha querido taponar desde el principio la tentación de la CUP de enviar a otro presidente a la papelera de la historia con un acuerdo que aparenta dejarse ganar. Si esa es la razón que justifica su forma de proceder, entonces Esquerra debe asumir que Junts se desentienda del pacto con la CUP y les recuerde que ellos representan el independentismo centrado, que cree en la escuela y la sanidad públicas y concertadas, en un estado del bienestar sostenible y en la colaboración entre las empresas y el sector público. Esta es la manera de ser progresista en un contexto de crisis como el actual que ningún gobierno puede poner en cuestión con idealismos populistas.
4. Un acuerdo de coalición comporta pactar un programa de gobierno y la composición del ejecutivo que lo implementará mediante sus ministerios o consejerías. En marzo de 2018, los negociadores de Esquerra y Junts pactaron la investidura de Torra con una serie de propuestas que ustedes harían bien en leer (pinchen aquí), porque al hacerlo se darán cuenta del fariseísmo de las discusiones actuales. La propuesta era una evolución del acuerdo que debía firmarse el 30 de enero para investir a Carles Puigdemont y que no llegó a buen puerto por el bloqueo de Roger Torrent, presidente del Parlament. El acuerdo entre Junts y ERC preveía, entre otras cosas, que la legislatura culminara con una “multi-consulta” que sirviera para validar el proceso constituyente, que era lo que exigía la CUP. El acuerdo también contemplaba que la actividad política tendría tres patas: las instituciones (Parlament y Govern de la Generalitat); el Espacio Libre del exilio (Asamblea de Representantes, Consell de la República y presidencia del Consell); y la movilización de la ciudadanía catalana “empoderada con la autoorganización colectiva y el proceso constituyente”. ¿Se dan cuenta de hasta qué punto el papel lo resiste todo? Ahora estas mismas cuestiones vuelven a ser el núcleo de la negociación con las posiciones intercambiadas, por lo menos en algún caso.
5. Las coaliciones necesitan más que un documento de síntesis del no va más. Los desiderátums políticos a menudo son inútiles para llegar a formar un gobierno de coalición. La CDU y el SPD, los dos grandes partidos alemanes, de derecha y de izquierda, respectivamente, llevan años gobernando juntos a un coste muy alto para los socialdemócratas. Pero la corresponsabilidad de los dos partidos, que es el elemento clave en un gobierno de coalición, se ha mantenido intacta hasta el día de hoy, cuando Angela Merkel está a punto de marcharse y la coalición tambalea. El ejemplo alemán demuestra —pero los veintitrés años de pujolismo, también— que las coaliciones funcionan cuando al frente dispone de un liderazgo fuerte. Este fue el problema de la pasada legislatura, porque el president Torra jamás fue un líder reconocido internamente, ni siquiera cuando hizo algo bien. Pere Aragonès no ha logrado, cuando menos hasta ahora, la grandeza que necesita el momento y por eso nos encontramos donde estamos.