Mariano Rajoy cayó porque ignoró insistentemente la realidad. Pedro Sánchez corre el riesgo de que la realidad también lo atropelle. Rajoy fue acumulando errores porque, desde Madrid, Catalunya es una colonia, y los virreyes acuden a la Corte a explicar lo que el poder quiere escuchar. La democracia se está muriendo en España porque los políticos la están asfixiando a base de conculcar los derechos fundamentales de las personas. El derecho a la libre expresión, por ejemplo. La política española es más partidaria de la coerción que de la persuasión. Y los políticos españolistas auguran el "desastre" si los independentistas persisten en reclamar la independencia. La excusa de los unionistas para no hacer nada ni negociar nada es el temor a la unilateralidad de las fuerzas independentistas. Tan fácil que sería seguir el consejo de George Orwell y reconocer que la libertad es la libertad de proclamar que dos más dos hacen cuatro. Si eso estuviera garantizado, el resto también lo estaría. En fin, que lo más lógico sería visualizar Catalunya con realismo, y no como si fuera un entorno políticamente inexistente.
Desde Madrid, Catalunya es una colonia, y los virreyes acuden a la Corte a explicar lo que el poder quiere escuchar
Este verano, la artillería unionista no ha descansado. La artillería de los tiempos antiguos disparaba flechas y piedras, a la actual no le hacen falta ni los cohetes ni los misiles de la guerra fría, al menos en los países de la UE. Tiene bastante, por ejemplo, saliendo de noche disfrazada de Ku Klux Klan para intentar atemorizar el independentismo. El objetivo es tan banal como simbólico. Se trata de retirar lazos amarillos del espacio público, no fuéramos a darnos cuenta de que en España se vive un conflicto político de grandes proporciones. El Tribunal Supremo habilitó en agosto, por si acaso hacía falta actuar contra los "insurgentes", y no les ha servido de nada. Para empezar, porque el servicio web del tribunal no ha funcionado, como han denunciado los abogados de los presos políticos. Y sin embargo, al final resulta que todo lo que pasa a Catalunya es una especie de alucinación independentista. Matrix, como diría Arrimadas. La inconsistencia unionista da pavor, aunque no conviene despreciar la brutalidad.
He pasado el mes de agosto trabajando en los archivos de dos universidades norteamericanas y la polémica de los lazos, pero sobre todo las razias nocturnas de la extrema derecha contra los símbolos amarillos por la libertad de los presos políticos, ha tenido el efecto contrario a lo que deseaban los promotores de los aquelarres unionistas. La "peste naranja" ha provocado que servidor regalara más lazos amarillos que nunca. Y eso que en los EE.UU. llevar colgado un lazo amarillo tiene otro significado, aunque tan patriótico como el nuestro —ahí el lazo amarillo sirve para mostrar el apoyo a los veteranos de guerra. La campaña de Cs contra el amarillo de la libertad ha tenido el mismo efecto que tuvo la desproporcionada intervención policial del 1-O. El líder de la extrema derecha española consiguió, además, convertirse en tendencia a Twitter después de su performance en Alella, pero por la razón contraria a su idea inicial. La etiqueta #riveraquitameeste triunfó en la red. Últimamente, las acciones de Cs tienen un efecto bumerán. El extremista Jordi Cañas repite a menudo la amenaza "os vamos a montar un Ulster que te cagas". A mí me lo dijo ya hace tiempo sin ningún pudor. Lo que me sorprende es que este tipo no se haya parado nunca a pensar que si la "peste naranja" (en Ulster, los orangistas también son los unionistas) alcanzara a hacer estallar la violencia intercomunitaria en Catalunya, perdería a todo el mundo. Él también. Claro que quien tiene una mentalidad "asesina" no acostumbra a tener en cuenta este tipo de cosas.
A pesar de la desunión, vicio perpetuo de los partidos independentistas, la "revolució dels somriures" —tal como fue nombrada un día— se mantiene tan viva como el primer día
La resiliencia es la capacidad que tiene una persona para resistir y superar las agresiones continuadas. Tiene que ver con la autoestima, según el prestigioso psiquiatra Luís Rojas Marcos. En la última década ha quedado demostrado que el independentismo catalán es un movimiento capaz de recuperar la estabilidad después de grandes perturbaciones. Ni la prisión ni el exilio lo paran. Ni los garrotazos. Ni la "peste naranja". A pesar de la desunión, vicio perpetuo de los partidos independentistas, la "revolució dels somriures" —tal como fue nombrada un día— se mantiene tan viva como el primer día. El sexto presidente norteamericano, John Quincy Adams (1767-1848), no llegó a renovar su segundo mandato presidencial —como ya le había pasado a su padre, el gran John Adams— porque el voto de los esclavistas del sur se lo impidieró. Era uno fervoroso antiesclavista, aunque no era abolicionista, y luchó a muerte contra la ley mordaza de 1834 que pretendía censurarlo. No pudieron pararlo porque la corriente de la historia soplaba a favor suyo. Y a nuestro Ku klux Klan, pues, como antigualla que es, también se la llevará el viento.