Este lunes se inaugura una nueva edición del Mobile World Congress que, por cierto, cada nueva edición en Barcelona es una nueva bofetada a los ilusos enterradores de una Catalunya que presentan tan decadente como celosa de la Madrid de Isabel Díaz Ayuso. El caso es que durante los próximos días veremos todo de artilugios, avances y descubrimientos futuristas que nos dejarán tan impresionados como, a los más boomers, inquietados sobre como de rápido avanza todo. Los avances tecnológicos sin embargo, igual que la vida misma, son injustos, mal repartidos y a veces desconcertantes: la humanidad ha sido capaz de enviar una sonda no tripulada a Marte, que aterrice, que recoja arena, que se eleve de nuevo, que vuelva con la muestra y que por el camino vaya enviando vídeos a tiempo real. Ahora bien, estamos a marzo de 2025 y para poner una lavadora todavía tenemos que separar la ropa oscura de la clara no fuera que se destiñera.

Pues bien, con los avances en telefonía móvil, asistentes de voz y otros dispositivos también se ha avanzado mucho pero de manera desigual. Alexa es capaz de decirte qué tiempo hace en Yakarta en este momento pero no te sabe decir en catalán si mañana lloverá en Olot. Por el contrario, y esta es la buena noticia, los nuevos software de Inteligencia Artificial como Perplexityel ChatGPT o el chino DeepSeek, sí que lo dominan a la perfección. El futuro del catalán, pues, también pasa por la tecnología y más concretamente por la IA. La inteligencia artificial no es más que una síntesis muy rápida de un volumen de información muy grande. Y la aceleración de su conocimiento viene dada, precisamente, por la ingesta de más información y su capacidad de gestionarla. Es lo que popularmente se ha conocido como "hay que entrenar la IA y ella aprenderá". Y es verdad. Y no solo eso sino que el poso que queda es eterno y universal.

¿Cuántas veces, todavía ahora, buscamos cosas en Google en castellano por inercia"?

Por este motivo resulta imprescindible que los catalanohablantes hablemos en catalán a las máquinas y a los asistentes de inteligencia artificial. Cuanto más se le habla un idioma en estos dispositivos, más rápido progresa su aprendizaje lingüístico y por lo tanto mejora la experiencia del usuario. Si eso es así en cualquier lengua, todavía con más motivo con el catalán, ya que la capacidad de introducir datos es inferior. Por número de hablantes, los catalanes podemos aportar menos volumen de datos, palabras e información que los hablantes de otros idiomas como el inglés, el castellano o el chino, del que incluso han aprendido dialectos y acentos. Por eso, resulta primordial que, allí donde ya sea posible, se le hable en catalán al software. ¿Cuántas veces, todavía ahora, buscamos cosas en Google y, ya sea por voz o tecleando, se lo pidamos en castellano por inercia? Google está perfectamente capacitado para buscar en catalán y cuantas más personas inserten las búsquedas en catalán más refinado será el motor de búsqueda en esta lengua.

Pero además de una cuestión estrictamente técnica e informática, el uso del catalán en el ámbito tecnológico tiene también otro valor: le da motivos a la empresa para seguir invirtiendo en el desarrollo lingüístico de la lengua. Dicho de otra manera: si está la opción de utilizar el catalán pero esta no se utiliza, los inversores decidirán recortar por aquí. En este sentido, sin embargo, las cifras invitan al optimismo. Si el catalán es la 75.ª lengua más hablada del mundo, en Internet, dependiendo del año (porque son cifras oscilantes) se sitúa entre la 10.ª y la 20.ª posición. Este dato da una muestra de la buena salud que tiene el catalán en el ámbito digital; ahora solo hay que mantener el ímpetu cuando vuelvan a coincidir la búsqueda humana y el resultado digital: "horario farmacias centro Sabadell".

Los que ridiculizan el poder hablar en catalán a una máquina son los que ya lo tienen garantizado en su lengua"

La petición, necesitado e incluso derecho a tener un ámbito tecnológico plenamente normalizado en catalán no se ha escapado tampoco del menosprecio, crítica y ridiculización de los que consideran frívolo, prescindible y penoso que un electrodoméstico, un asistente o un chat de búsqueda te hable en catalán. Los que lo menosprecian, critican y ridiculizan —nunca falla— acostumbran a ser los que, curiosamente, ya tienen garantizado este uso en su lengua que, por cierto, acostumbra a ser en castellano. La mofa mayor se la llevó Àlex Hinojo en el 2019 cuando, en uno 30 minuts, reivindicó su derecho a hablar en catalán a una tostadora. El ejemplo puede resultar grotesco pero está relleno de una lógica pura. ¿Si un señor de Móstoles puede hablar en su lengua a una tostadora, por qué una señora de Granollers no lo puede hacer? Y quien dice una tostadora dice, por ejemplo, el GPS del coche. A los monolingües disfrazados de bilingüistas hace falta recordarles, precisamente, que lo qué se pide no es que las máquinas solo hablen catalán sino que también hablen catalán. Ahora que nos llenamos la boca de empoderar al humano respecto de las máquinas o los robots, no se me ocurre una manera más absurda de renunciar a esta soberanía que someterte a hablar la lengua que quiere el objeto y no su usuario. De la misma manera que somos nosotros los que decidimos cuándo utilizamos un aparato, tenemos que tener el derecho, y la lógica, a poder utilizarlo en la lengua que queramos. Y más pronto que tarde, el desarrollo de la inteligencia artificial aplicada a los motores lingüísticos hará que dirigirnos en la lengua que queramos no sea una manera de hablar sino literal: en la lengua que nos dé la gana.