A las elecciones del domingo en Galicia y a sus resultados se les ha prestado mucha atención. Han sido tratadas, ateniendo a la lucha a muerte que mantienen el PP y el PSOE, como un episodio trascendental. Se han escrito, antes y después, miles y miles de artículos, y se han destinado centenares y centenares de horas de radio y televisión. Intentemos, a continuación, aclarar algunos de los principales aspectos. Veremos también como Galicia y Catalunya, a pesar de estar alejadas, tienen algunos puntos de conexión.
1) El primer aspecto puede parecer una obviedad: Galicia, como Catalunya, es un sistema político. Lo que significa que es un mundo en sí, donde operan unas fuerzas y se producen unas dinámicas distintas y propias. También significa que no se puede tratar de entender, como se hace una y otra vez desde la política y los medios madrileños, aplicando una plantilla prediseñada, sino que el análisis debe llevarse a cabo teniendo en cuenta que en Galicia, como en Catalunya, las cosas funcionan distinto que en el Gran Madrid o en la España estricta. Por ello hay que ir con cuidado al recurrir a causas externas para explicar lo que pasa en Galicia. Inversamente, hay que vigilar mucho a la hora de extraer conclusiones con respecto a España a partir de las elecciones del domingo. Naturalmente, otra cosa es que los partidos —en este caso el PP, como también hubiera hecho el PSOE— intenten aprovechar una victoria en Galicia para tratar de desgastar a su adversario a escala española. Es lo que están haciendo Feijóo y la prensa de derechas de Madrid estos días.
2) En segundo lugar, como pasa también en buena medida en las Illes Balears —al menos hasta la irrupción de Vox en la gobernación autonómica— el PP de Galicia no tiene nada que ver con el PP catalán —y aún menos con el madrileño de Ayuso, por supuesto—. En Galicia, el PP ocupa el espacio que en Catalunya cubren Junts, PP y Vox (antes CiU y PP). Esta capacidad del PP de Galicia de aunar, de abarcar una gran superficie política y electoral, constituye un fenómeno digno de estudio. En tiempo de fragmentación, el partido de Alfonso Rueda no solamente 'tapa' el espacio que en Catalunya correspondería a la antigua CiU, sino que, además, es capaz de abarcar también el espacio a su derecha, el que correspondería a Vox (el domingo, la extrema derecha de Abascal a duras penas superó el 2% de los votos). Esta amplitud explica por qué el PP ha gobernado casi siempre en Galicia. La hegemonía del PP en el poder autonómico (Fernández Albor, Fraga, Pérez Touriño, Núñez Feijóo y ahora Rueda) solo ha sido interrumpida puntualmente en dos legislaturas por dos socialistas, González Laxe y más recientemente por Pérez Touriño. El PP gallego es indudablemente un buen ejemplo de lo que los anglosajones denominan un catch-all party.
3) Pero el PP de Galicia no es solo un partido muy extenso en términos de superficie política y electoral. También es un partido muy 'profundo', muy arraigado. El PP está enganchado, estrechamente ligado al territorio. En cada barrio, en cada pueblo, en cada ciudad. A la gente del PP, en Galicia, te la encuentras en todas partes. En la aldea más remota, en el pueblecito más aislado. Tanto es así, que los resultados de Alfonso Rueda del domingo no se explicarían sin el trabajo hecho por los alcaldes y por absolutamente todas las terminales del partido, incluso las más modestas. Este trabajo sordo, pero preciso, ha hecho, por ejemplo, que a pesar de aumentar sensiblemente la participación, el porcentaje de voto conseguido por los populares prácticamente no se haya movido. El PP penetra y empapa todas las capas de la sociedad gallega. Desde las más epidérmicas hasta las más profundas.
En Galicia, como en Catalunya, las cosas funcionan distinto que en el Gran Madrid o en la España estricta
4) Uno de los hechos políticamente más significativos de lo que pasó el domingo tuvo lugar en el campo de las izquierdas. Mientras el PP tuvo unos resultados muy parecidos a los de 2020, el Partido Socialista de Galicia se desplomó y perdió 5 diputados, quedándose en 9 (menos de 208.000 votos). El peor resultado de la historia. Las papeletas perdidas por el PSOE gallego fueron a parar al Bloque Nacionalista Gallego de Ana Pontón, que, con más de 467.000 votos, se convirtió en el segundo partido de Galicia y en la alternativa a la hegemonía del PP. El reto de Pontón es consolidarse en esta posición y seguir escalando, así como lograr buenos resultados en el resto de convocatorias electorales: municipales, españolas, europeas. (En las municipales del año pasado, el BNG ya acortó notablemente la distancia que lo separaba de los socialistas). Capítulo aparte son Sumar y Podemos, y su cargante guerra fratricida. El BNG les pasó por encima sin esfuerzo.
5) El candidato cuenta. La muestra más palpable de ello son los resultados obtenidos por Pontón, sobre todo si se los compara con los del socialista Besteiro. La del BNG llevaba años trabajando tozudamente, picando piedra con el objetivo de conseguir un éxito como el del domingo. No ha sido el caso de Besteiro, un candidato nuevo, que no ha tenido tiempo de ser lo bastante conocido y todavía menos de ganarse la confianza —la confianza no te la regalan— de sus compatriotas. No ha podido hacerse un hueco. En esto, Besteiro no se parece a su correligionario Salvador Illa, dispuesto a perseverar hasta lograr, hasta que caiga como la fruta madura, la presidencia de la Generalitat. Como se ha dado cuenta Pedro Sánchez, el PSOE sufre un problema en la España autonómica, donde solo ocupa el gobierno de tres de las diecisiete autonomías (una de ellas Castilla-La Mancha, con García-Page). El PSOE tiene cabeza (la Moncloa) y pies (muchos pueblos y ciudades), pero el cuerpo se le ha vuelto muy canijo, lo que supone un enorme handicap.
6) Finalmente, hay que remarcar que ni la amnistía ni la polémica desatada por las manifestaciones off the record de Feijóo sobre un posible indulto a Puigdemont parecen haber influido en los resultados. El PP quiso utilizar la amnistía contra Besteiro, por una parte, y a Bildu y ETA (¡siempre ETA!) contra Pontón, por otra, una muestra más de la demagogia y el juego sucio a los que se ha aficionado el PP. Al socialista (?) García-Page le faltó tiempo para declarar que, como si hubiera ganado la izquierda (PSOE y Bloc), se habría dicho que la amnistía y Puigdemont habían ganado, él celebra que no haya sido así. Lo que dice García-Page no se sostiene, porque es evidente que ni la victoria del PP en Galicia puede interpretarse como un aval a la amnistía, ni una hipotética victoria de las izquierdas como una reprobación de la medida.