Esta semana hemos sabido que Noemí Llorens —la concejala de Pineda de Mar que acusó a Eduard Pujol, senador del mismo partido, de haberla acosado sexualmente— ha pedido perdón por haber mentido sobre el asunto en cuestión, aduciendo que se sintió impulsada a hacerlo por determinadas personas del entorno juntaire. Llorens habría podido hacer el gesto mucho antes, pero solo compartió la verdad del caso (en un escrito judicial) para evitar consecuencias penales y una multa de 80.000 euros debido a un delito de injurias con el que Pujol se había defendido. Según el texto, fue la antigua diputada de Junts, Aurora Madaula, quien la presionó para vociferar que "esta actuación de Pujol era constitutiva de un delito de acoso y me animó a denunciarlo ante el partido y la justicia". Ahora sabemos que la conducta referida, lejos de ser un delito penal, fue una relación afectiva "que habría podido acabar mejor".

Aurora Madaula, todavía vicepresidenta de Junts, se ha defendido argumentando que, al estallar el caso, se entrevistó con Llorens siguiendo "las funciones que le correspondían en ejercicio de la responsabilidad que tenía asignada" (entre las cuales destacaba el asesoramiento legal/psicológico de la denunciante), siguiendo el método de una "escucha afectiva" de los hechos aparentes. Según Madaula, hecho este coaching necesario (lo escribo sin ningún tipo de ironía), Llorens le confirmó que "se había validado realizar una denuncia formal sobre el caso". Presionada por Madaula o por el Santo Padre, eso ya lo aclarará la investigación interna del partido (esto sí que lo escribo con toda la ironía del mundo), el caso es que Llorens mintió con el objetivo de agrandar la sombra de un delito, que, como sabe todo el mundo, no solo puede castrar la vida de un responsable público, sino poner enormes trabas a su futuro laboral.

Todo este alboroto no debe confundirse con un caso de denuncia falsa de una mujer hacia un hombre por acoso (por el simple hecho de que el caso no se derivó a la justicia y, como nos recuerdan las penalistas expertas en la materia, estas conforman un porcentaje mínimo de las reales), sino con un ejemplo de juicio paralelo y, para ponerlo en términos actuales, de una nueva muestra de "trama b" con la intención de desacreditar a una persona con el objetivo —parcialmente logrado— de echarlo de un partido. En este sentido, Junts no solo tendría que averiguar cómo es posible que se haya traficado de este modo con el acoso laboral (¡y la presunción de inocencia!) para enredar una lucha de poder interna, sino que también debería reflexionar sobre el enorme daño que este tipo de marrones acaban haciendo a la inmensa mayoría de denuncias que se fundamentan en razones suficientemente sólidas.

Pujol es inocente; fue su acusadora quien había cometido un delito

Sé que la siguiente frase no resulta muy popular en este mundo donde todo el mundo saca virtudes incluso del ano, pero yo no creo que todos los hombres sean violadores en potencia (lo son solo en un sentido meramente sofista, de la misma forma que hombres y mujeres pueden ser potencialmente astronautas, narcotraficantes o prostitutas), ni tampoco creo que todas las mujeres mientan o exageren cuando acusan a alguien de haberlas acosado. Existen muchísimos hombres acosadores (en un porcentaje infinitamente mayor que el de mujeres) y también hay poquísimas mujeres que mienten con la finalidad de putear. Casos como el de Llorens son un átomo de fango lastimoso; pero cuando existen hay que admitirlos sin reparos. Cuando una mujer utiliza una causa justa para hacer daño, así hay que escribirlo, y eso no deslegitima ni un ápice del dolor que los acosadores han causado a sus compañeras de trabajo.

Un hombre puede hacer comentarios desafortunados o tener conductas corregibles en un entorno laboral, y es de una gran urbanidad que las mujeres exijan que se las trate siguiendo sus estándares. A su vez, es del todo necesario que se anime y se facilite el trabajo a las mujeres víctimas de acoso para denunciar, visto que —como recordaba hace poco Carla Valle en un hilo de X— solo un 8% de las afectadas lo acaban haciendo. También es necesario, faltaría más, que los hombres nos acostumbremos a entender que muchos de nuestros compañeros, tan desvelados y simpáticos, han podido caer en actos monstruosos. Pero la suma de delitos no engloba todo un género, del mismo modo que una mentirosa con muy mala leche no condena la rectitud del género femenino. Pujol es inocente; fue su acusadora quien había cometido un delito.

Y así es como debe escribirse, y no pasa nada, y nadie pierde ningún tipo de legitimidad por reconocer las cosas como son. Dicho esto, espero que Aurora Madaula prosiga con su exitosa carrera dentro de Junts y del Consell de la República, porque se le viene encima mucho trabajo; se ha visto que tiene buen ojo a la hora de detectar la mentira.