Uno de los rasgos más curiosos y angustiantes de nuestro presente político es la parsimonia con la que el periodismo de la tribu compra de manera absolutamente acrítica el relato que le fabrican los partidos políticos. Así ha sucedido por enésima con el último referéndum en Junts per Catalunya, del cual la mayoría de compañeros de pluma han destacado la existencia y pugna de dos almas en el seno de la antigua Convergència: el grupo de perfil más moderado/gubernamental de los Giró, Alsina y etcétera, contra un grupo de unilateralistas ardorosos y gallardos encabezado por el president 130, Laura Borràs y todos sus retuits. El prejuicio recuerda aquella otra pamema de la metafísica nacional referida al socialismo catalán que durante lustros enfrentó el maragallismo con el resto de barones del extrarradio barcelonés.
Pues bien. Esta diferenciación aplicada a Junts sólo tiene un pequeño problema, que es a su vez la persistente tara de la política catalana: es mentira. Porque si repasamos brevemente el currículum unilateralista del sector más ardido de Junts, veremos como fue Carles Puigdemont quien —lo recuerdo también por enésima: sin ningún tipo de votación parlamentaria y apelando a una mediación internacional inexistente— suspendió la DUI para después huir al exilio, contraviniendo su promesa de quedarse en el territorio para defender a sus electores (el juramento volvió a incumplirse en una campaña europea en que el president prometió volver a Catalunya con la engañifa ya suficientemente conocida). Este currículum unilateralista, y no es una opinión sino un simplísimo repaso de hechos ocurridos los últimos años, es ciertamente mejorable: cuando ha podido decidir, el Molt Honorable siempre se ha escapado.
A partir de ahora ya os podéis acostumbrar a contemplar un pressing Aragonès de una dureza inusitada mediante el cual la cúpula juntaire intentará hacer recuperar el ánimo del independentismo una vez agotada la vía del chantaje emocional
Hablemos también de mi querida Laura Borràs, que con todo el lío del acta del diputado Pau Juvillà ya manifestó una sorprendente destreza en marear la perdiz... para acabar acatando la legalidad española (o como dice ella misma, copiándome las palabras con mucha alegría, la ley del enemigo). Este también es el caso de uno de los supporters más eminentes de la salida de los juntaires del Govern, el admirable Quim Torra, quien se ha pasado las últimas semanas haciendo llamamientos al octubrismo y en favor de la ruptura con el Estado dignos de las faldas de Braveheart, como si su humilde persona no hubiera pasado meses en la plaza de Sant Jaume y los ciudadanos no tuviéramos bastante memoria como para recordar que su máxima heroicidad política fue poner una pancartita en el balcón de la Generalitat. Este breve repaso, insisto, no es un asunto de opinión. Es un simple repaso a decisiones ya sabidas.
Si alguna cosa todavía me sorprende del procés, y certifica su pervivencia contra los ilusos que han osado enterrarlo, es el morro supino de alguna gente para defender un ideario que contraviene absolutamente sus acciones más inmediatas. Que el sector ganador en Junts todavía se reivindique como unilateralista resulta tan creíble como el vegetarianismo de Jeffrey Dahmer. Pero el cinismo de todos estos soldados se multiplica todavía más si prestamos atención a la futura táctica de Junts que, de una forma poco disimulada, consiste en seguir vendiendo la moto de la independencia exprés a base de copiar el discurso de Primàries con la simple intención de frenar la lista cívica de la ANC y evitar que la enorme masa de descontentos independentista apueste por la abstención. Por mucho que cambie de piel, las tácticas de Convergència siguen siendo igual de previsibles y fraudulentas.
Por este motivo, a partir de ahora ya os podéis acostumbrar a contemplar un pressing Aragonès de una dureza inusitada mediante el cual la cúpula juntaire intentará hacer recuperar el ánimo del independentismo una vez agotada la vía del chantaje emocional urdida por los presos políticos convergentes. Los conozco bien y os aviso: escucharéis proclamas parlamentarias con una adjetivación guerrera digna de Aquiles, una oposición con marcaje al hombre propio de la escuela Madí (ahora que David se ha quedado sin trabajo, podrá hacerles algún cursillo). Será algo de una fogosidad tremenda. Y todo dios os venderá que el alma más ardiente de Junts ha triunfado. Menos mal que me tenéis para recordaros una idea muy simple. Son convergentes. Son la Convergència de siempre. Con mucha menos inteligencia y sentido de estado, of course, pero con el mismo trilerismo monumental que el que hace décadas. Avisados quedáis.
Ah, lo olvidaba: y no los votéis, nunca más.