La periferia es todo aquello que rodea Madrid capital y la comunidad gobernada por la cada vez menos sorprendente Díaz Ayuso y sus burradas. Por cierto, si busca marido, Milei está a la altura de sus expectativas emocionales, morales y políticas, aunque tendrá que convivir con un montón de perros clonados y Karina, la hermana del presidente de Argentina.

Lo más sorprendente de la opereta bufa en que se ha convertido España es que toda esta periferia maltratada por las ambiciones geopolíticas y económicas de Madrid D.F. (Enric Juliana dixit) siempre clama cuando es Catalunya quien pone el grito en el cielo. Y es sorprendente, porque todos callan cuando Madrid crea leyes fiscales denunciables con nombre, generalmente, de futbolista y que, poco a poco, está convirtiendo la capital en un paraíso fiscal con el beneplácito de los que no abren la boca.

El último en sumarse a la fiesta de los contrarios a un trato de favor con Catalunya, la mal llamada "singularidad catalana", es Joan Baldoví, el líder de Compromís en el Congreso. El valenciano ha amenazado a Pedro Sánchez con retirarle dos votos si no da a la Comunitat Valenciana el mismo trato que los vecinos del norte. Y, tal como está el patio valenciano, con el Reino de Valencia controlado por la extrema derecha y la derecha extrema españolista, sorprende que la preocupación de Baldoví sea el trato de favor hacia Catalunya. Alguna habrán hecho mal los de Compromís para haber entregado su autonomía a toda esta tropa de fachas iletrados. El tufo anticatalán de Baldoví demuestra que este sentimiento no es de derechas ni de izquierdas, sino profundamente peninsular. Baldoví es un buen representante de los constitucionalistas equidistantes.

Que València consiga una mejor financiación ni me va ni me viene. Quiero decir, que no me quita el sueño. Ya se lo montarán, ahora, que tienen más de la mitad de la población a favor de convertir la lengua valenciana, catalana, o como cojones la quieran llamar, en una reliquia de museo. Pero Baldoví no es un caso único dentro de Compromís. Su exlíder, Mónica Oltra, la versión chuflera de Ada Colau, ya regaló unas cuantas frases antológicas dirigidas a los vecinos del norte durante el procés. "Catalunya no se ha mirado el País Valencià como un igual", decía en aquellos años desde una posición equidistantemente electoral.

Si Catalunya no reclama el fin de este estado centrípeto y una financiación justa, ¿quién lo hará?

Sin embargo, si Catalunya no reclama el fin de este estado centrípeto y una financiación justa, ¿quién lo hará? Como siempre, será quien pagará los platos rotos, sin embargo, si hay mejoras, todos pondrán la taza de café conscientes, porque lo son, de que el gran problema de España es Madrid. La cruda realidad es que prefieren tener un sistema de financiación desastrosa antes de que Catalunya consiga una propinilla. Esto se llama psicopatía.

Andalucía y los señoritos de la Junta también han clamado al cielo. Incluso han reconocido que, en caso de que Catalunya consiga un sistema de financiación como el vasco o el navarro, ellos tendrían problemas para pagar algunos servicios públicos fundamentales. Caretas fuera. Quien viaje a menudo a Andalucía se sorprenderá del nivel de servicios que tienen fruto de cuarenta años de inversiones provenientes de las mal llamadas comunidades ricas con dinero gestionado, cómo no, desde la capital. Y tienen el morro de seguir reclamando trato de comunidad subsidiada. Como dirían los Òscars, Dalmau y Andreu: OBB. Olé tus buebos borenos. 

O los mismos aragoneses, con figuras trágicas como Javier Lambán, el expresidente de Aragón, que prefiere vivir en una comunidad mal financiada antes de que Catalunya consiga una mejora. Como ya he dicho, pura psicopatía. Y mientras Madrid capital y la Comunidad de Ayuso miran el espectáculo con el paternalismo victimista de los que se te mean encima mientras silban, la sarta "de amigos" periféricos activos o jubilados sigue creciendo.

Navarros aparte, a los que más admiro son a los vascos. Yo, que nunca he sufrido de basquitis, considero admirable el poder de una autonomía que con un 7% del PIB y una escasa fuerza parlamentaria, tenga siempre el viento a favor y nunca reciba ninguna reticencia de los compañeros periféricos. Si Gary Lineker hizo célebre aquella frase que decía que el fútbol era un deporte donde jugaban once contra once y siempre ganaba Alemania, en la política española siempre ganan los vascos, con permiso de Madrid. La frase catalana "ni un papel en el suelo" les debió parecer de una puericia propia de un país con un ADN impuro.

Diuen, diuen, diuen. No me pongo pujolista, pero es una expresión recurrente. Y dicen, dicen, dicen que España está condenada a reestructurar el sistema de financiación autonómica. Pero es una paradoja gatopardiana perfectamente montada por los poderes del Estado, desde el lawfare hasta el rey nuestro señor. Quiero decir, parafraseando a Giusseppe Tomasi di Lampedusa, que "si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". Y como siempre, Catalunya se llevará las hostias físicas, mientras nuestros amigos periféricos se llevan las hostias eucarísticas. Puras sobras mientras los vascos silban, y los madrileños siguen meándose sobre el resto de comunidades que parecen sufrir de síndrome de Estocolmo con la capital del reino.

Pero no pasa nada. Baldoví y el resto de equidistantes ya hacen el trabajo sucio para que todo siga como siempre. Y, por si no se me ha entendido, recuerdo otra frase italiana, esta extraída de Il mattatore, una película dirigida por Dino Risi: "Cuando quieras, puedes venir a comer a casa", le dice Chinotto a Gerardo Lattini, "porque donde no comen seis, no comen siete". Este es el país donde vivimos, que más que lampedusiano, es tragicómico.