Los corredores humanitarios son una respuesta legal y segura para acoger refugiados en países de Europa, pero solo Italia, Francia y ahora Bélgica lo han aplicado. Y Andorra, que a pesar de ser un país pequeño, ya hace años que firmó un protocolo a fin de que 16 familias de Siria se pudieran sumar. Los corredores humanitarios son una realidad poco conocida. Barcelona ha discutido esta semana su viabilidad con varias entidades que trabajan en el marco de un proyecto europeo que hace entrar 1.000 refugiados en dos años. Un millar de personas repartidas entre territorio francés, italiano y belga puede parecer irrisorio, pero ya es más que lo que algunos macropaíses europeos hacen con sus políticas de integración. Integrar es un concepto que no es sinónimo de asimilar o hacer diluir identidades, sino básicamente ofrecer un trabajo, porque a no ser que te vayas de tu país voluntariamente por otros motivos, lo primero que necesitas y te dignifica es una seguridad laboral. Y aprender la lengua y tener un techo, en un entorno que te acoja. Los corredores lo que hacen es asegurarse previamente de que en el país de acogida habrá una red de entidades (y las entidades están hechas de personas) que preparan el terreno para que colegios, asociaciones, centros se pongan de acuerdo y faciliten esta integración, que se hace uno a uno.
He vivido la absurdidad de no entender por qué el estado español no activa todavía un corredor, un protocolo, una familia. No concuerda con las buenas intenciones del querer acoger que se han visto en balcones y plazas
Los corredores humanitarios son un modelo de acogida impulsado por la comunidad de Sant'Egidio que busca recibir personas migrantes garantizando su integración en la llegada a Europa. Consta de varias etapas, concretamente, la firma de un protocolo con autoridades públicas, elección y preparación de beneficiarios, selección y formación de patrocinadores privados, viajes seguros y legales, vías de integración, inclusión en el tejido social del país receptor. Este sistema, operativo desde el 2015, ha conseguido acoger más de 5.200 refugiados sirios, libios, afganos, sudaneses, libaneses y somalíes, entre otras nacionalidades. Del total de personas que han llegado a través de estos corredores, un 23% son menores de edad. No se han activado corredores con Ucrania porque la esperanza con este país es que los refugiados puedan ir volviendo a sus países. En cambio, con los corredores humanitarios, el país que acoge es el país donde estas personas proyectarán su vida. He asistido a las sesiones en que expertos de Francia, Italia, Bélgica, Suecia, Finlandia, Portugal, Bulgaria y Polonia exponían también a periodistas catalanes qué hacen sus países y he vivido la absurdidad de no entender por qué el estado español no activa todavía un corredor, un protocolo, una familia. No concuerda con las buenas intenciones del querer acoger que se han visto en balcones y plazas. El papa Francisco en Lampedusa, con aquel grito de "vergüenza" por las muertes mediterráneas, catalizó ayuda a Italia. Andorra, envidiable país autodeterminado que, por su tamaño, pero también por su sensibilidad, ya lo tiene, y no disponía previamente de una ley. Pues lo han hecho. Aquella frase nuestra de la "voluntad política" resuena más que nunca.