Carísimo don Àngel,
Os escribo esta letra para explicaros que la noche del pasado 8 de septiembre, en Estocolmo, por culpa de Vós casi acabo arrestado por la policía sueca. Sin embargo, quizás fue gracias a Vós que finalmente no fue así. Me dispongo a explicároslo y bien seguro de que me entenderéis, pero antes, si me lo permitís, querría empezar hablándoos de otra noche de este año: la del 6 de febrero del 2024, una madrugada friísima en Barcelona. Tanto, de hecho, que dudo de que nadie decidiera comprar un cucurucho de turrón en la heladería de la plaza del Pi que lleva el nombre de una ópera de Mozart. Alguien decidió acercarse, a pesar de eso, lo que pasa es que lo hizo con un martillo en la mano y un objetivo muy claro: desmenuzar la placa en recuerdo a la antigua Botica Central, la farmacia en la cual nació vuestro nervio de escritor.

No me preguntéis quiénes fueron los gamberros, maestro. ¿Quizás unos castellanos que nunca han podido soportar que Echegaray o Benavente, a pesar de haber ganado el dichoso Premio Nobel, sean menos conocidos hoy día que Vós? ¿O bien unos canarios que no toleran la evidencia de que no volvierais nunca a Tenerife, la isla en la cual nacisteis? ¿O quizás fueron unos aduladores del maestro Pitarra, envidiosos que se os considere a Vós el rey absoluto del teatro catalán popular y moderno? El caso es que ocho meses más tarde, el 25 de octubre pasado, con mi equipo nos dirigimos a la misma plaza para rodar una secuencia de la serie documental sobre vuestra polémica historia con el Premio Nobel de Literatura que he dirigido con la complicidad de la Televisión de Catalunya.

En un momento dado del guion decidimos hablar con la poeta Blancallum Vidal sobre vuestra poesía, dado que a los dictámenes que hemos consultado del Comité Nobel hablan mucho de ella, y optamos por grabar la conversación con Àngels Gonyalons justamente allí: donde estaba la antigua Botica Central, ahora reconvertida en heladería. Lo que pasa, claro está, es que en la primera escena las dos se miran la placa desmenuzada, se lamentan de su estado desastroso y se preguntan, entristecidas, como demonios es posible que una lámina de homenaje a Àngel Guimerà dé tanta pena. No sabéis cómo me gustaría que me hablarais de aquella noche original, la que explicaba la placa. Debía ser una noche de 1872 o 1873, imagino. Vós hacía pocos meses que habíais dejado El Vendrell para ir a vivir en Barcelona, y allí empezasteis a asistir a las tertulias que se hacían en la trastienda de la farmacia que vuestro amigo Jaume Ramon i Vidales tenía en la plaza del Pi.

Iban otros jóvenes como Francesc Matheu, Francesc Ubach y Pere Aldavert, que acabaría siendo vuestro amigo del alma. Allí, en aquella trastienda, fue donde empezó a latir de verdad La Jove Catalunya, aquella plataforma cultural que se había propuesto convertir la lengua catalana en alguna cosa más que un triste patois sin prestigio. También allí, como escribió un siglo más tarde vuestro biógrafo Josep Miracle, vuestros amigos se dieron cuenta de que el mejor escritor de todo el grupo erais Vós. Que a pesar de haber nacido en las Canarias y no haber aprendido el catalán hasta los nueve años, habíais venido al mundo para coger la lengua catalana y convertirla en un idioma universal. A fe de Dios que lo conseguisteis, por lo tanto, ahora que por fin ya hemos llegado aquí, os tengo que dar una buena noticia: la placa vuelve a existir.

Lo descubrí hace justo una semana, volviendo de comprar libros en la librería Sant Jordi. De camino hacia las Ramblas, pasé por delante la heladería y vi que la habían colocado de nuevo, nueva, en la pared de la antigua Botica Central. Es decir, el lugar "donde hicisteis la entrada en el mundo de las letras catalanas" vuelve a tener una inscripción que así lo explica. Inmediatamente pensé que había que explicarlo, ya que en la docuserie televisiva no se podrá enmendar la escena ya grabada, por eso he decidido escribiros esta carta y deciros que he descubierto quién lo ha hecho posible: la Asociación de Comerciantes Barna Centre, con la colaboración de la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona.

¿Sabéis qué me hizo gracia, sin embargo? Que tres días después, en el Vendrell, se lo comenté al hijo de un gran experto en Vós, don Josep Maria Inglès, y lo primero que hizo es reír. Fue él quien me dijo que la estrecha relación que Vós teneis con el vandalismo viene de lejos, y entonces Àngels Santacana me explicó la historia de la penúltima noche de la que os quiero hablar: la de una madrugada de 1879. Aquella fue la madrugada del día que vuestra primera novia, Maria Rubió, se casó con un tal Narcis Sonet. Vuestros amigos, dicen, decidieron ir hasta la puerta de Cal Rubió y escribirle con pintura lo que significaba aquel matrimonio: "L’Àngel, la flor natural. El teu home, un animal" dicen que decía la pintada. No sé qué debió pensar vuestra ex cuando se levantó por la mañana y lo vio, pero habría sido gracioso que la noche del 8 de septiembre de 2024 me hubieran detenido en Estocolmo por hacer lo mismo.

Aquel día habíamos entrado en la Academia Sueca para consultar los documentos desclasificados del Comité Nobel sobre Vós, pero todavía no teníamos título para el proyecto. Por la noche, mientras fumábamos unos cigarros en la Stortorget, estaba tan enfadado con lo que había leído que tuve ganas de coger un espray y hacer un grafiti en la puerta de la Academia diciendo "Vino behöver inte dem för att värdera det vino älskar". Es decir, que los catalanes no necesitamos ningún Premio Nobel para valorar aquello que amamos. Por suerte, en el último momento decidí no hacerlo, ya que si alguna cosa he aprendido hablando con mucha gente sobre Vós estos cuatro meses es esta: que cien años después de morir, estáis más vivo entre nosotros que la inmensa mayoría de ganadores del Nobel, y este es el premio más difícil de conseguir. Por eso aquella noche, incluso sin saberlo, me susurrasteis al oído el título que buscaba: Guimerà, el Nobel sin premio, una frase que los suecos, excepto Dan Nosell y quizás Henrik Lärsson, nunca comprenderán. Ni falta que nos hace, hacedme caso.
Atentamente,
P.