Todavía retumba el entusiasmo con que Marta Rovira hablaba en Catalunya Ràdio. El tono y el ritmo nos transportaban cuatro años atrás, a las fechas previas al 1-O, pero en el contenido había reflexiones que, a mi parecer, habrían sido entonces mucho más oportunas que ahora. Porque aunque la distancia a Ginebra no sea excesiva, creo que Rovira no ha entendido lo suficiente que la gente en Catalunya necesita ahora más solidez en las propuestas pero, sobre todo, saber que se entiende que su determinación y fuerza son imprescindibles, y que se ha ganado de sobra ser contada como un negociador más... y el más determinante.

En general, pasó bastante inadvertido (quizás no estaba) el reconocimiento de que el discurso necesario para ganar complicidades internacionales -que ahora quiere ser hegemónico- se tenía que trabajar mucho más -y era más necesario- en el 2017 que ahora. En la radio, en la mañana del 27 de agosto el optimismo de la voluntad empapaba la conversación, aunque el pesimismo de la inteligencia se hacía presente en casi todos los titulares que la difundían. Por ejemplo, en la página web de la misma emisora se destaca la exigencia de la secretaría general de ERC de que Pedro Sánchez presida la mesa. Una exigencia que parece extemporánea sin que Rovira explique qué motivos hay para sospechar que Sánchez puede hacerse el indemne en un tema fundamental de gobierno y parlamento, de alianzas y mayorías... Si no es así, nos dice Marta Rovira, se inicia "la crisis". Pero si Sánchez preside, como se comprometió, me da miedo de que alguien se lo apunte, con la frivolidad de los "listillos", como una victoria.

También en este diario, El Nacional, en opinión no muy halagüeña, se informaba de que "Rovira se alinea con la CUP: si el diálogo fracasa, el 'neoautonomismo' gana". I VilaWeb destacaba que la secretaría de ERC reivindicaba que se hable de "mesa de negociación del conflicto político" y no de "mesa de diálogo" (porque, en su opinión, "abarata la mesa"). El subtítulo se dedicaba al escepticismo donde pueden llevar las conversaciones con el ejecutivo español, pero que sirven, en cambio, para ganar "la opinión a favor de la comunidad internacional". Y ni una palabra sobre cómo las altas instancias de la judicatura han hecho de comparsas togadas de las fuerzas del desorden el 1-O con sentencias "creativas", autos Loreal (o "porque yo lo valgo") y órdenes de extradición a pedir de boca. Creaciones de derecho de autor que la ONU y los juristas democráticos condenan y, por todas partes, rechazan. Jueces y cuerpos armados, quizás sin querer, han recordado a todos los países demócratas que en el Estado ganó la guerra al homólogo del fascismo que en Europa la perdió, y quizás sí que con Pedro Sánchez uno se puede sentar un día a hablar de conflicto, pero sus herederos que viven como sátrapas y a cuerpo de rey impune, se les debe, como mínimo y desde hace muchas décadas, un juicio de Nuremberg.

Lo que nos devalúa es que quizás, sin tener conciencia, nos estamos abaratando como nación y nos despertamos de la pesadilla como el patito feo de las autonomías con el "café para todas" requemado y bien amargo

Quizás aplicando la lógica formal, las declaraciones de Marta Rovira -incluida la que hizo a Antoni Bassas en el sentido de que querer acortar el plazo de dos años nos debilita - no son del todo coherentes, pero no es coherencia lo que más se practica en la política a la que nos han acostumbrado. En este sentido, sería buena cosa cambiar de maneras, y dedicar mucho menos tiempo a discutir de "plazos" (aunque aceptar dos años como animal de compañía, es decir, hasta el final de la legislatura estatal, es un abuso de todas todas) e invertir más tiempo haciendo pedagogía sobre fondo y formas... y maneras mucho más seguras sobre cómo "resolver" conflictos.

Sin llevar incorporado todo el memorial de agravios, antiguos y nuevos, de la historia, sin profundizar en los argumentos con pensamiento propio, con la gente tan desmovilizada como se quiere y se puede, a mi parecer no es la palabra "diálogo" la que nos debilita. Lo que nos devalúa es que quizás, sin tener conciencia, nos estamos abaratando como nación y nos despertamos de la pesadilla como el patito feo de las autonomías con el "café para todas" requemado y bien amargo.

Con una lengua debilitada y una juventud con un futuro en riesgo que cada vez utiliza más el castellano (y un castellano más pobre...), con unos medios públicos sin visión ni ambición nacional, con una enseñanza que cada curso se aleja más de la historia y la filosofía imprescindibles, con una sanidad publica estropeada de héroes y de malvados y una cultura ahora de retaguardia, o se entiende que hace falta la determinación que se respiró en calles y plazas el 1-O y el 3-O, o unos políticos que no saben salir de las estructuras coloniales represivas, con la brújula trucada, nos llevarán por el camino de la amargura. Porque, a estas alturas, tenemos que ser bien conscientes de lo que decía la escritora, feminista y activista Audre Lorde: "las herramientas del amo no desmontan nunca la casa del amo".