Próximo a cumplirse el 35 aniversario de la publicación de la novela Asesinato en el Comité Central, una de las grandes obras de Manuel Vázquez Montalbán, el escritor catalán, si viviera, dispondría ya de material suficiente, con lo que está sucediendo en el Partido Socialista Obrero Español, para que el detective Pepe Carvalho pudiera protagonizar una obra de éxito que bien podría denominarse Asesinato en la calle Ferraz. Y eso que la cosa tiene en estos momentos poco misterio: un grupo de dirigentes territoriales con el aval de Felipe González han decidido poner punto final al camino de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE. Al frente, preparada para el asalto definitivo, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.
Sánchez resiste. Debilitado al máximo, pero resiste. Como aquel que no hace caso de lo que sucede a su alrededor se ha quedado sin crédito cuando aún no se han cumplido dieciocho meses de su elección como secretario general del PSOE. Le acompañan un grupo de leales en el aparato del partido –sobre todo César Luena, su número dos–, pero, aparentemente, todas las cartas se han repartido y no le quedan triunfos en las manos. Susana Díaz le ha hecho una llave de judo casi perfecta: por la derecha, le ha marcado una línea roja; no a la investidura de Rajoy y no a la investidura de ningún candidato del PP. Por la izquierda, otra línea roja; no a un acuerdo con Podemos, si previamente Pablo Iglesias no renuncia al referéndum en Catalunya. Así, lentamente, España se encamina a unas nuevas elecciones y con un nuevo (o dos nuevos) candidatos.
Curiosa situación política: Madrid esperando a ver cómo los diputados de la CUP le vuelan la cabeza a Artur Mas. Y allí, en la capital, a punto de quedarse sin presidente y sin jefe de la oposición. ¡Uf!