Después de una jornada algo cómica en que Pablo Iglesias le pedía a través de un whatsapp a Pedro Sánchez una cita para conversar sobre su propuesta de gobierno de coalición y este replicaba muchas horas después por un tuit que le había telefoneado y que su móvil estaba apagado o sin cobertura, los líderes de PSOE y Podemos conversaron este domingo por la noche por espacio de veinte minutos. Así nos lo relató casi en directo Pablo Iglesias en otro tuit sobre las 21 horas. La charla entre ambos se ha producido una vez ha bajado algo la enorme irritación que produjo en algunas estructuras socialistas la oferta pública de un gobierno de coalición que formuló el líder de la formación morada y que llevaba incorporada todo un cartapacio del teórico nuevo ejecutivo, incluida una vicepresidencia para Iglesias.
La estrategia del secretario general del PSOE pasa por no precipitarse con un pacto al que una parte del partido es muy refractario, trasladar permanentemente a la opinión pública que el 20D los españoles votaron un cambio político y, en tercer lugar, esperar a que el Rey le proponga la investidura antes de realizar movimientos políticos de calado. "Canales de comunicación abiertos con todos los grupos políticos, mientras el PP los tiene todos cerrados y que el tiempo vaya transcurriendo", ha explicado un dirigente socialista que conoce perfectamente los movimientos de la calle Ferraz.
El probable encargo de Sánchez a someterse a la investidura aterrizará este lunes en el debate de las ejecutivas de Convergència y de Esquerra Republicana. La aritmética parlamentaria puede darles un papel decisivo, ya que entre los dos tienen 17 escaños. El meollo de la cuestión no es si quieren ver fuera al PP del gobierno (que los dos quieren), sino cómo pueden explicar a sus respectivos electorados un hipotético apoyo a Sánchez cuando no tendrán contrapartidas de calado, como sería el apoyo a un referéndum. El debate en ambos partidos aún no se ha abierto, pero prevalece la idea de facilitar un nuevo gobierno si sus parlamentarios en el Congreso fueran imprescindibles. ¡Y los catalanes éramos hace un par de semanas los complicados!