Con muy pocas fechas de diferencia, el Cercle d'Economia y el BBVA han hecho públicos, el primero, su opinión sobre el rumbo de la política catalana y, el segundo, su informe semestral sobre la coyuntura económica. En el fondo, ambas entidades han querido trasladar a la opinión pública un mensaje sobre la incidencia del soberanismo en la marcha de la economía, sus repercusiones después de los resultados del 27S y los riesgos que puede suponer el debate independentista en el siempre temeroso mundo del dinero.
Y, ciertamente, sus conclusiones no dejan de ser curiosas y contradictorias. Las del Cercle d'Economia son de sobras conocidas, ya que su nota de opinión de la semana pasada fue profusamente difundida. Bajo el título significativo de "Corregir el rumbo de la política catalana", la asociación de empresarios sostiene que la mera aprobación de la resolución del Parlament de Catalunya que pretendía iniciar el proceso de desconexión con España ya estaba teniendo efectos negativos en las decisiones empresariales de inversión, así como en la localización de sedes corporativas en Catalunya. En síntesis, todo un aviso para el president Mas, que históricamente ha tenido en este foro empresarial una influencia importante, aunque en los últimos tiempos ha ido bastante a la baja.
Pero vale la pena también prestar atención al informe del BBVA dado a conocer estas últimas horas. ¿Qué dice? Pues que el proceso independentista no ha provocado ninguna incidencia significativa en la mejora de la economía catalana de los últimos trimestres y que es muy difícil calcular cómo el aumento de la incertidumbre política le puede acabar afectando. Mientras tanto, los cálculos de crecimiento de la economía catalana se mantienen en el 3,3% para este año y del 2,4% para el próximo ejercicio. Respecto a la marcha de algunas empresas, su posición es que más allá de los nombres que ya se han hecho públicos no hay aquí una variable significativa a reseñar.
Es evidente que cualquier deslocalización de una empresa es una mala noticia para el territorio que la ha estado acogiendo. Y en Catalunya algunas compañías significativas se han marchado en los últimos tiempos –también algunas han venido– y el proceso político no ha sido del todo ajeno en las decisiones que han tomado algunas de ellas. Pero elevar esto a la categoría de pérdida significativa de peso industrial no deja de ser, hoy por hoy, una exageración. Y un alarmismo innecesario.