De entre todas las reacciones histéricas a la ola abstencionista catalana, mi favorita es el antifascismo cuqui. Según los culturetas que la profesan, la hipótesis de un pacto entre el PP y Vox llevará España (y, por lo tanto, Catalunya, porque los cuquis son gente acostumbrada a creer en la hermandad de los pueblos ibéricos y etcétera) a una inexorable regresión hacia el franquismo. Desconocen, pobrecitos hijos míos, que el PP nunca acabará con el autogobierno de Catalunya, porque a la derecha (y en eso es exactamente igual al PSOE) ya le va bien que seamos un poco nacionalistas, pero no en exceso, y que eso nuestro se acabe traduciendo en abrir la tiendecita del Estatut para seguir generando riqueza (a fin de robárnosla) y que nuestro activismo político se base en pagar la cuota de Òmnium Cultural y militar en la agrupación sardanista que sea. El catalanismo, por desgracia, es un invento castrador de los españoles.
Con respecto a la cosa esta de Vox, también ignoran que el partido de Santi Abascal es poco más que una hermandad de marquesitos y de altos funcionarios del Estado, uno de aquellos inventos typical Spanish que acabará engullido por Madrit cuando ya no le quede ningún motivado para amedrentar (como ha pasado con Ciudadanos, transformado en una caterva de zombis). A pesar de haber leído alguna cosa de provecho, los cuquis no saben que el fascismo es una cosa mucho más bestia —e intelectualmente sólida, dicho sea de paso— que toda esta mandanga de poco músculo. Pero el antifascismo cuqui tiene que vivir alarmado, pues hay gente que no sabe andar por la calle ni hacer tuits en Twitter sin preludiar el advenimiento del Cuarto Reich y divisar la brigada Wagner entrando por la Diagonal. Catalunya tiene una dosis de colapsólogos tremebunda por metro cuadrado, de intensitos que solo respiran continuamente en estado de alarma.
Los derechos, la lengua y la identidad se defienden gobierne quien gobierne; y si necesitas a Pedro Sánchez o los comunes porque hacerte respetar es que, aparte de españolito, eres un perezoso bien pelele. Fucking Francisco Franco no acabó con la lengua catalana y os aseguro que la derecha española tampoco liquidará los cuentos de Víctor Català ni los aforismos de Josep Palau. El antifascismo cuqui es una cosa de vagos, de esta peña que siempre implora intermediarios para que le saquen las castañas del fuego, de panolis espantosos que siempre ponen excusas a la hora de no proteger su identidad. A mí me parece magnífico que quieras votar al PSOE o la chica esta de las sonrisas de Sumar; pero te pediría que no te escudaras en la lucha contra el fascismo, porque la intolerancia de verdad se basa en negar el albedrío; y estos dos ya te han dejado bien claro qué piensan sobre los referéndums.
Seguir alimentando el procesismo que ha hecho posible la claudicación nacional más bestia de la historia reciente es la vía directa para que el país acabe más desvalido que nunca
El antifascista cuqui intenta salvar su cobardía sucursalista pintando a los abstencionistas como un grupo de privilegiados de clase alta, ajenos a cualquier lucha por los derechos de los homosexuales o la pervivencia cultural de la tribu. Ya tiene cojones la cosa, si me lo permitís, porque si fuera por los ardidos guerreros del antifascismo cuqui (con sus insufribles llamamientos a resistir el embate del conservadurismo español) Catalunya ya haría muchos siglos que estaría todavía más colonizada. Por fortuna, ya tenemos bastante experiencia con todos estos valientes que hace cuatro años se decían ingobernables de pie y toda cuanta polla en vinagre; una gente que mirad si ha resistido que un poco más y se nos hacen madrileños de adopción. Resulta fantástico que los héroes de boquilla cada día tengan la mecha más corta, pues mayor será nuestra satisfacción de facturarlos. Si quieres amedrentarme, eres mi enemigo.
Hace falta que entendamos, queridos lectores, que a nosotros a nadie nos tiene que salvar de nada. Resistiremos como lo hemos hecho siempre, con el pedestal de nuestros zapatos. Abrazar la excusa del fascismo para seguir votando la izquierda española que se hizo la sueca durante el 1-O es exactamente igual o peor que regalar la papeleta a Vox. Seguir alimentando el procesismo que ha hecho posible la claudicación nacional más bestia de la historia reciente es la vía directa para que el país acabe más desvalido que nunca. Eso lo entiende todo el mundo menos, naturalmente, el antifascista cuqui, que vive de llorar el advenimiento del holocausto con eterna y pesada cantinela. Porque aparte de vagos y de perezosos, los cuquis son muy pero que muy pesados. Sin embargo, seremos magnánimos, y nuestra abstención también los hará libres, por mucho que se hayan avezado a vivir temblando por si el cielo tronador les cae encima del coco.
Espero que la vida sea justa y les toque pasar el fin de julio en una mesa electoral, con mucho calor y escasísima compañía.